8

62 7 1
                                    

La habitación se llenó con la suave melodía de la respiración entrecortada de Lucifer, mezclada con el murmullo de sus pensamientos, que empezaban a desvanecerse en un mar de deseo. Alastor lo observaba desde su posición privilegiada, cada movimiento calculado con la precisión de un maestro de la manipulación. 

Sabía que había logrado algo que pocos podían: poner al Rey del Infierno en una situación de vulnerabilidad, pero Alastor no estaba satisfecho con simplemente vencer. Quería disfrutar de cada segundo, prolongar el tormento hasta que ambos estuvieran completamente perdidos en la locura del momento... pero claro, sobre todo debilitar al rey matarlo para quedarse con la corona del infierno.

Lucifer, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, podía sentir la astucia detrás de la sonrisa de Alastor. Sabía que el demonio radio no actuaba sin un propósito, pero en ese instante, su mente no podía enfocar nada más allá de la proximidad de sus cuerpos y la cálida presión de los labios de Alastor en su cuello, marcando un rastro de fuego en su piel.

-Alastor...- la voz de Lucifer salió más grave de lo que pretendía, cargada de una mezcla de advertencia y deseo.

-¿Sí, su Majestad?- Alastor respondió suavemente, su tono llenando la habitación de una falsa dulzura mientras sus manos se movían con la habilidad de un depredador experimentado. Deslizó sus dedos por la nuca de Lucifer, acariciando con una ligereza que contrastaba con la tensión que se cernía sobre ellos.

Lucifer apretó los ojos, intentando resistir la pasión que comenzaba a nublar sus pensamientos. -¿Hasta dónde piensas llegar, Alastor?- preguntó Lucifer, su voz un susurro grave mientras se obligaba a mantener su tono firme. Pero Alastor, siempre perspicaz, detectó la grieta en la fachada del rey.

-Al infierno y más allá, si es necesario- Alastor susurró al oído de Lucifer, antes de deslizar sus labios hacia abajo, rozando la mandíbula y bajando por el cuello con una serie de besos ligeros, cada uno más insistente que el anterior. Sus manos comenzaron a desabotonar la camisa de Lucifer con una habilidad que delataba su experiencia en estas situaciones, pero había un nuevo brillo en sus ojos, una intensidad que lo impulsaba a continuar.

Lucifer luchaba con cada vez menos convicción, sintiendo cómo su cuerpo respondía a pesar de sí mismo. Sabía que estaba cayendo en la trampa de Alastor, pero la combinación de la droga y el deseo natural que sentía por la energía oscura de Alastor hacía que resistirse fuera casi imposible.

-No juegues conmigo, Alastor. Vivimos en el puto infierno- murmuró, sus palabras más una súplica que una orden. Pero Alastor no mostró piedad.

-¿Y por qué no, su Majestad? Después de todo, usted fue quien decidió entrar en mi juego- Alastor sonrió con malicia antes de presionar sus labios contra los de Lucifer, iniciando un beso que al principio fue suave, casi experimental, pero que pronto se convirtió en algo más profundo, más demandante. 

Lucifer sintió cómo el último vestigio de su resistencia se desmoronaba ante el asalto implacable de Alastor. Había un poder en la manera en que Alastor lo besaba, una afirmación de dominio que resonaba en lo más profundo de su ser.

Lucifer, en un impulso desesperado, respondió al beso con igual intensidad, sus manos se enredaron en el cabello de Alastor, tirando de él, intentando reclamar algún control sobre la situación. Pero Alastor, siempre un paso adelante, permitió la ilusión de control, disfrutando de la desesperación de Lucifer.

El tiempo pareció detenerse mientras los dos se consumían en una batalla de voluntades, donde el deseo era la única arma. Finalmente, Alastor rompió el beso, dejando a Lucifer jadeante, sus ojos llenos de una mezcla de confusión y deseo. La sonrisa de Alastor se amplió mientras se deleitaba en la imagen del Rey del Infierno tan desarmado ante él. Se quedó inmóvil por un instante, observando con satisfacción la confusión en los ojos de Lucifer. El Rey del Infierno, normalmente tan seguro de sí mismo, estaba a merced de sus propios impulsos, despojado de la autoridad que siempre lo envolvía. Pero Alastor no había terminado, no aún. Todavía había mucho por desmoronar.

Con una suavidad inesperada, Alastor deslizó sus manos desde el cabello de Lucifer hasta su pecho, dejando un rastro ardiente en su camino. Sus dedos se movieron con precisión, deslizando la camisa del Rey por sus hombros, revelando la piel pálida y marcada por siglos de poder. Lucifer intentó recobrar el control, pero cada movimiento era como intentar escapar de una red que se apretaba cada vez más.

-Alastor...- Lucifer intentó hablar, pero las palabras se ahogaron en su garganta, atrapadas entre el deseo y la lucha interna por no ceder completamente. Sabía que estaba cayendo en un abismo del que no había retorno, pero la atracción oscura que sentía hacia el demonio de la radio lo estaba arrastrando inexorablemente hacia el borde.

-No diga nada, su Majestad. Solo disfrute... por ahora- Alastor susurró con voz seductora, sus labios rozando la oreja de Lucifer, enviando un escalofrío por su columna vertebral. La tensión en el aire era casi tangible, un hilo que podía romperse en cualquier momento, llevándolos a ambos a un destino incierto.

Pero Alastor no tenía intención de dejar que ese momento llegara demasiado rápido. Había más en juego, y él era un maestro en prolongar el sufrimiento, en estirar cada instante hasta que la realidad se difuminara en el deseo y la desesperación, pero lo hacía por la corona y el poder del infierno, ¿verdad?.

Sus manos continuaron su exploración, descendiendo lentamente por el torso de Lucifer, mientras sus labios marcaban un camino de fuego por el cuello del Rey, cada beso una promesa de lo que estaba por venir. Lucifer, atrapado entre el placer y la agonía, no pudo evitar un gemido ahogado cuando Alastor llegó a su cintura, sus dedos jugueteaban con el borde de sus pantalones.

-Al infierno y más allá, su Majestad...- Alastor murmuró, repitiendo sus palabras anteriores, pero esta vez con una oscuridad en su tono que sugería que el juego estaba a punto de cambiar de dirección. Sabía que Lucifer estaba al borde de la rendición, pero quería llevarlo aún más lejos, quería verlo caer por completo antes de reclamar la corona que tanto anhelaba.

Y entonces, en un movimiento tan rápido que Lucifer apenas pudo reaccionar, Alastor se apartó, retrocediendo unos pasos, dejando al Rey del Infierno solo en su agonía. Lucifer parpadeó, desconcertado, su respiración aún entrecortada mientras intentaba comprender lo que acababa de suceder.

-¿Qué estás haciendo?- La voz de Lucifer era un susurro tembloroso, sus ojos ardiendo con una mezcla de ira y deseo.

-Oh, su Majestad... ¿pensó que esto sería tan sencillo?- Alastor sonrió, su mirada llena de malicia mientras lo contemplaba desde la distancia. -El verdadero juego apenas comienza, y yo planeo disfrutar cada momento antes de tomar lo que es mío-

Lucifer apretó los puños, sintiendo la furia burbujear en su interior, pero también algo más... una sensación de anticipación que no podía negar. Alastor había encendido un fuego dentro de él, uno que no se apagaría tan fácilmente. Pero incluso en su estado de confusión, sabía que no podía subestimar al demonio de la radio.

-Adiós...- se despidió Alastor colocándose su chaleco y pelo. Caminó hacia la puerta y salió como si nada. 

-¿Pero qué mierda?- murmuró Lucifer aún tumbado en la cama con su camisa desabotonada y su cabello revuelto. -Esto no ha acabado demonio radio... esto aún no ha acabado-


🍎

Las trampas del corazón - RadioappleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora