Después del regalo de Adrián, me hice una promesa. No fue una decisión que tomé de la noche a la mañana; en realidad, me llevó varias semanas llegar a esa conclusión. Había pasado tanto tiempo esperando por Nero, soñando con él, imaginando cómo sería nuestra vida juntos, que casi me había olvidado de lo que significaba mirar hacia adelante. No era fácil dejar ir a alguien que había significado tanto, pero esa era la realidad: él decidió desaparecer, y yo tenía que seguir adelante."Cora, tienes que vivir tu vida," me repetía una y otra vez mientras tocaba el talismán que Adrián me había dado. Lo sentía frío sobre mi piel, pero su significado conseguía hacer que entrara en calor. Nero me había dejado, me había abandonado tras una de las noches más mágicas de mi vida, esa en la que sentí como si todo en el universo estuviera alineado. Y ahora, ese recuerdo, en lugar de darme alegría, solo me dejaba vacía.
Sabía que no podía seguir esperando por alguien que ya no estaba. Adrián era quien estaba aquí, presente, ofreciéndome su compañía, su cariño... su amor. Y aunque no lo sentía de la misma manera que había sentido por Nero, me convencí de que merecía la oportunidad de ser feliz. Quizá no como lo había imaginado alguna vez, pero aún así, una oportunidad.
El invierno llegó como una cortina helada, envolviendo todo el campus de Ravensfield en una neblina de frío y calma. Los árboles desnudos y el aire gélido parecían acompañar mi estado emocional, ese extraño limbo entre el pasado y el futuro. A medida que se acercaban los exámenes finales del primer trimestre, me sumergí de lleno en los libros, buscando en el estudio una distracción de mis pensamientos, de mis sentimientos.
Pasaba largas horas en la biblioteca, con Eva a mi lado, su compañía constante y reconfortante. Me sorprendía cómo, a pesar de todo lo que ocurría dentro de mí, había logrado mantener buenas notas.
—No puedo creer que aprobáramos todo.—dije una tarde, mientras guardábamos nuestros apuntes en la biblioteca tras nuestro último examen. Mis dedos estaban entumecidos por el frío, pero una sensación de alivio me recorría.
Eva me miró con una sonrisa, esa sonrisa suya que siempre irradiaba confianza y tranquilidad.
—Cora, has trabajado durísimo. Claro que aprobaste. Y no solo eso, ¡sacaste notas increíbles! Te mereces un descanso.—Asentí, aunque en mi interior no estaba del todo convencida de que mereciera tanto. Había algo dentro de mí que me impedía disfrutar de mis logros por completo. Quizás era esa sombra de Nero que seguía allí, esa pequeña parte de mí que no me permitía avanzar.
—Supongo que tienes razón.—respondí, dejando escapar una pequeña risa. —Pero no lo sabré del todo hasta que vea las notas oficiales.—
—Oh, por favor—se rió Eva, mientras envolvía su bufanda alrededor de su cuello, lista para salir al aire frío. —Seguro te va a ir perfecto. Siempre piensas que todo va a ser un desastre y luego terminas superando todas tus expectativas.—
Salimos juntas, y el aire gélido me golpeó la cara. Miré alrededor; la universidad, tan bulliciosa durante el semestre, ahora parecía un lugar más sereno, casi mágico con la nieve cubriendo los caminos. El primer trimestre había terminado, y con él, un pequeño capítulo de mi vida universitaria.
La llegada del baile de Navidad trajo una energía renovada al campus. Era como si todos, después de las largas semanas de exámenes, hubieran decidido entregarse por completo a la celebración. Las luces de colores decoraban cada rincón del campus, y las risas y el bullicio de los estudiantes se escuchaban por todas partes.
Esa noche, mientras me preparaba frente al espejo, sentía un torbellino de emociones en mi interior. Por un lado, estaba emocionada. Era una oportunidad para desconectar, para disfrutar con mis amigos y con Adrián. Pero, al mismo tiempo, sentía una leve presión en el pecho. Como si algo estuviera por suceder y yo no supiera exactamente qué.
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Catorce razones para volver
RomanceTenía esos ojos rasgados que, al reír, casi desaparecían, pero aún así lograban iluminar mi mundo. Su voz, una mezcla perfecta de dulzura y peligro, era la más excitante que había escuchado en mi vida. Y su sonrisa... esa sonrisa podía opacar al sol...