El día siguiente comenzó como todos los demás desde que regresé a Ravensfield, con una sensación de vacío instalada en mi pecho. No era solo la ausencia de la tía Ana, aunque su pérdida seguía presente en cada rincón de mi mente. Había algo roto dentro de mí, algo que no podía terminar de identificar. Y lo peor era que las cosas con Adrián no ayudaban. Cada vez que intentaba acercarme a él, sentía que había una pared entre nosotros, una barrera que se hacía más y más gruesa.El desayuno fue un gesto automático. No podía recordar la última vez que disfruté realmente de una comida. El café estaba tibio cuando lo terminé, y me preparé para otro día en la universidad. Cada paso que daba fuera del apartamento me recordaba lo sola que estaba. Mis amigos seguían ahí, claro, pero no quería cargarles con mi tristeza. Cada uno tenía sus propias cosas que lidiar, y no me apetecía ser esa persona que siempre estaba hundida en el pozo.
Cuando llegué al campus, me encontré con Vega y Eva esperándome en el edificio de periodismo.
—¡Cora! —exclamó Eva con una sonrisa que no pude devolver completamente.
—Hola —dije, intentando sonar más animada de lo que realmente me sentía.
—¿Estás bien? —preguntó Vega, siempre tan directo. Él nunca perdía tiempo en rodeos, lo cual me gustaba, pero hoy no estaba preparada para responder a su franqueza.
—Estoy... sobreviviendo —respondí. Era lo más honesto que podía ser sin desmoronarme por completo. Era lo mismo que había dicho los últimos días, una verdad a medias que no dejaba de ser una respuesta segura para evitar más preguntas.
Eva me miró con esos ojos llenos de preocupación, pero no iba a presionarme. Habíamos hablado brevemente de la muerte de la tía Ana, y desde entonces, intentaba no sacar el tema. Lo agradecía. No necesitaba recordatorios constantes de lo rota que me sentía por dentro.
—Te vendría bien un descanso —sugirió Eva, mientras comenzábamos a caminar hacia nuestra clase—. Podríamos ir al club de lectura esta tarde. Ha estado bastante animado desde que obtuvimos la subvención.
La idea no sonaba tan mal. El club había crecido mucho desde que recibimos el dinero, y era uno de los pocos lugares donde me sentía realmente cómoda. No había expectativas, solo libros, charlas y personas que compartían el mismo amor por la lectura que yo.
—Sí, tal vez vaya —dije, aunque no estaba completamente segura de que quisiera socializar.
La llamada inesperada
La mañana transcurrió sin sobresaltos. Clases, apuntes, más distracciones de las que podía manejar. Cuando finalmente me decidí a revisar mi teléfono durante una pausa, vi que tenía una llamada perdida de Oliver.
Extraño. Mi hermano no solía llamarme a estas horas, especialmente sabiendo que estaba en la universidad. Le devolví la llamada, algo preocupada de que algo malo hubiera pasado.
—Cora —contestó él, su voz sonando más tensa de lo habitual.
—¿Todo bien? —pregunté, saltándome los saludos. Algo en su tono me decía que no era una llamada cualquiera.
—Es sobre mamá... ha tenido una crisis emocional esta mañana.
Sentí como si el suelo se moviera bajo mis pies. Sabía que la muerte de tía Ana estaba afectando a toda la familia, pero mamá siempre había sido fuerte, o al menos eso es lo que quería que todos creyéramos. Una crisis emocional. Eso sonaba más grave de lo que quería imaginar.
—¿Está bien? ¿Necesitas que vaya? —pregunté, ya mentalizándome para tomar el primer tren hacia casa si era necesario.
—No, no es necesario que vengas ahora. Leila está con ella, y el médico dice que solo necesita descansar y apoyo. Pero pensé que deberías saberlo.
ESTÁS LEYENDO
Catorce razones para volver
RomanceTenía esos ojos rasgados que, al reír, casi desaparecían, pero aún así lograban iluminar mi mundo. Su voz, una mezcla perfecta de dulzura y peligro, era la más excitante que había escuchado en mi vida. Y su sonrisa... esa sonrisa podía opacar al sol...