Había esperado este momento por meses. Quizá por años. La última reunión con mis profesores antes de la graduación era más que una simple conversación académica; era el cierre de una etapa que definió gran parte de quién era. Sentada en aquella sala, frente a los profesores que me habían visto evolucionar desde mi primer semestre, apenas podía contener la emoción y el agotamiento acumulado de tantas noches sin dormir. Mis dedos tamborileaban sobre la mesa, un leve tic que había desarrollado con el tiempo.
El profesor Morgan, mi tutor de tesis, fue el primero en hablar. Su voz, siempre tan meticulosa y precisa, se suavizó con un tono de orgullo que raramente empleaba.
—Cora, tu trabajo es excepcional. Tu TFG no solo muestra un gran conocimiento periodístico, sino que has logrado transmitir una narrativa emocional y profundamente humana. Es evidente que has puesto todo de ti en este proyecto, y quiero felicitarte por ello.
Tragué saliva, sintiendo un nudo formarse en mi garganta. No esperaba una reacción tan positiva, aunque había trabajado con devoción en mi TFG. Mis manos comenzaron a sudar. No sabía si lo que sentía era alivio, satisfacción o una mezcla de ambas cosas.
—Gracias, profesor —logré decir, mi voz ligeramente temblorosa—. No hubiera sido posible sin el apoyo de todos vosotros.
El profesor Martínez, uno de los más críticos durante el proceso, intervino con una sonrisa que desarmaba cualquier tensión.
—Te lo has ganado, Cora. Es uno de los mejores trabajos que hemos leído este año. La manera en la que tratas temas tan difíciles, como la pérdida y el duelo, es increíblemente madura. Has logrado tocar el corazón de los lectores, algo que no es fácil de hacer en nuestro campo.
Noté cómo mis mejillas se enrojecían ante los elogios. Hablar sobre la muerte de tía Ana en mi TFG había sido un desafío emocional, pero me había comprometido a hacerlo de la manera más honesta posible. Todavía sentía su ausencia en cada esquina de mi vida, y escribir sobre ello fue como abrir una herida y dejarla sanar al aire.
—Supongo que escribir desde la experiencia personal siempre deja huella —respondí, buscando con la mirada algún refugio en las expresiones cálidas de los profesores—. Ha sido un proceso muy catártico.
El profesor Morgan asintió, como si comprendiera perfectamente lo que quería decir.
—Eso se nota. Y te aseguro que, si sigues por este camino, llegarás muy lejos, Cora. Las puertas del periodismo se te abrirán de par en par.
Esa frase resonó en mi mente durante el resto de la reunión. Las puertas del periodismo. Siempre había soñado con dedicarme a esta carrera, con crear reportajes que marcaran la diferencia, que contaran las historias de aquellos que no podían contar las suyas. Ahora estaba más cerca que nunca de lograrlo.
Al salir de la reunión, sentí cómo una ola de alivio me recorría el cuerpo. Había conseguido lo que tanto me había costado, y pronto estaría caminando por el escenario de la graduación con el título en mano. Pero, al mismo tiempo, una sensación de vacío comenzó a crecer en mi interior. ¿Y ahora qué? ¿Qué seguía después de este logro? ¿Estaba realmente lista para enfrentar el mundo exterior?
Caminé por el campus en silencio, mis pasos ecoaban entre los edificios antiguos. Llevaba la mirada al suelo, absorta en mis pensamientos. La última semana había sido emocionalmente agotadora. Después de haberme separado definitivamente de Adrián, me había refugiado en mi familia, buscando la estabilidad que tanto necesitaba. Pero ahora estaba sola, enfrentando el futuro con una mezcla de miedo y emoción.
—Hey, Cora. La voz de Vega me sacó de mis pensamientos. Me giré para encontrarla acompañada de Carlota, Louisse y Eva. Todos tenían esa sonrisa cómplice que me hacía sentir en casa, aunque estuviera lejos de ella.
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Catorce razones para volver
RomanceTenía esos ojos rasgados que, al reír, casi desaparecían, pero aún así lograban iluminar mi mundo. Su voz, una mezcla perfecta de dulzura y peligro, era la más excitante que había escuchado en mi vida. Y su sonrisa... esa sonrisa podía opacar al sol...