El fin del productor

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Mientras que las parejitas están ya formadas y viviendo su día a día con normalidad; Fabricio está escondido en algún punto de la ciudad, ya que, entre su mala reputación y la falta económica, ha caído en las manos de gente peligrosa, a los cuáles les debe dinero.

Para su desgracia, ellos están buscándolo sin descanso, puesto que la suma es casi millonaria.

Vive, literalmente, sin poder dormir en la noche porque la preocupación es más grande que el sueño. En la pequeña habitación del motel que se está quedando, no ha entrado ni un rayito de sol, logrando que las veinticuatro horas sea oscura, simulando que no hay nadie.

Aunque no lo crea, las empleadas se han preocupado por ese extraño comportamiento, por lo que han llamado a los oficiales policiales, pero para empeorar la cosa, justo quienes atienden son corruptos y trabajan para la persona que Fabricio evita, a lo cual le avisan al mafioso.

Un señor de avanzada edad no se ha retirado del negocio ilícito, y menos sabiendo que hay deudores en la calle que viven tranquilamente.

En el caso del productor televisivo, no. No vive tranquilo, sino en alerta para que no lo agarren, pero la suerte no lo acompaña por mucho más tiempo.

Unas horas más tarde, los policías corruptos se presentan en el motel para informarles a las empleadas que ese señor es un testigo protegido, por lo que no deben preocuparse por él y su actitud. Obviamente, les mienten. Sin embargo, ellas se quedan tranquilas, al igual que el dueño.

Días más tarde, el mafioso actúa como cree adecuado; visitando en medio de la noche a Fabricio.

Sus matones patean la puerta de la habitación y se lanzan sobre él, impidiendo su movilidad.

—¿Dónde está mi dinero?— cuestiona directamente.

—No lo tengo— responde en voz baja.

—Solo los cobardes hablan así. — chasquea la lengua con cansancio.

A su edad ya no debería atender esos asuntos personalmente, pero su lema es "Hazlo tú mismo para que salga como quieres".

Apoya su espalda en la pared y mira a su hombre de confianza, el cual entiende que debe usar la fuerza bruta.

— No tienes muchas horas de vida. — avisa.

—¡Sé quién puede pagarle!— menciona rápidamente —Mi ex mujer es famosa y pagará mi deuda.

— La señora Moller no pagará por ti, escoria— ríe el viejo.

—¿Usted la conoce?— cuestiona Fabricio sorprendido.

—Claro. —asiente— Es la esposa de mi sobrino y justo tú me has pedido un préstamo a mí, ¿no es gracioso?— camina hacia él mientras menciona esas palabras. —El ex prometido de mi sobrina postiza necesitó dinero y yo, por supuesto que quise ayudarte— carcajea bromista junto a sus hombres— Sé quién eres y tengo mis motivos para desaparecerte— dice seriamente. Cambiando su cara a una nada agradable.

—¡No, no, no!— niega frenéticamente sin poder asimilar su nueva realidad.

— Espero que el infierno sea acogedor para ti— el señor le guiña el ojo dándole la espalda— Nos veremos pronto por allá— menciona sabiendo que es su destino.

Cuando él sale, sus matones se miran entre ellos y empiezan a divertirse.

Claramente, al Moller mafioso no le interesa el dinero, sino desaparecer gente y sí, le hizo creer a Fabricio que lo ayudaría económicamente, haciendo que se volviera bastante ambicioso en sus deudas, pero el final siempre era ese.

El sufrimiento del productor es poco para el que algunas mujeres tuvieron junto a él.

El mafioso descubrió que ese infiel, no solamente emborrachó y drogó a Valeria Rox y Oriana Paz, sino que también lo ha hecho con otras mujeres para abusar de ellas.

Algunas de sus víctimas no sobrevivieron o despertaron tan desorientadas que nunca se enteraron de lo sucedido hasta que se vieron al espejo o en su defecto, hasta que se vieron sus propios cuerpos.

Todas y cada una de ellas, coinciden en que solo recuerdan el conocer al productor y luego sus mentes se distorsionan, haciéndoles imposible seguir su declaración.

Claramente, estas declaraciones fueron dadas en determinadas comisarías, en las que tiene gente corrupta para informarle sobre cualquier novedad.

No es que él sea justiciero, pero le gusta conocer qué tipo de plaga hay en su ciudad. Saber sí sirve de algo para su propio negocio o no, y claro, considera que si es demasiado cruel con sus ciudadanos, es mejor exterminarlos.

La vida de Fabricio ha sido corta, pero llena de maldad.

Ha abusado de muchas mujeres, las ha usado a su conveniencia desde joven, ha lastimado a otras irremediablemente. Incluso, aunque no lo sabe, tiene tres hijos de tres diferentes mujeres, las cuales ya han superado ese trauma y han podido seguir su vida normalmente.

Ahora, el señor espera pacientemente en su auto que sus hombres hagan el trabajo pendiente. Matarlo.

Luego de varios golpes, que divirtieron a los malos, y una bala silenciosa directo a su frente, Fabricio da su último suspiro.

— Señor... — su mano derecha se acerca al auto— El hombre está muerto, ¿qué hacemos con el cuerpo?

— Tirénlo en algún lado, lejos de mi ciudad — responde— Limpien la habitación. No quiero que las empleadas se asusten y dejen esto por el inconveniente. — Le entrega una carta escrita por computadora, previamente impresa, y un fajo de diez mil dólares.

—Sí, señor.

La puerta es cerrada y luego el chófer inicia su viaje hacia la mansión del mafioso.

Sus hombres hacen, justamente, lo pedido. La habitación es vaciada y dejada con una pulcrosa limpieza. Encima de la cama queda una carta bien doblada a nombre de Fabricio junto con el fajo, mientras que el cuerpo es tirado en algún lado, imposible de encontrar.

Locuras con un desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora