Dejándose llevar

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En un nuevo día y después de su horario laboral con Valeria, Oriana se presenta en la empresa de Darío para hablar con Omar.

Entra por las grandes puertas y habla con la recepcionista para comunicar su visita, entonces la señorita le avisa directamente a la secretaria del contador y por ende, termina enterándose el moreno.

Él con sus nervios a flor de piel, no la hace esperar ni un minuto, yendo a buscarla personalmente. La saluda como todo un caballero y la invita a caminar con él en dirección a su oficina.

Estando dentro, sólitos; le señala el sillón para que se siente con comodidad y se dispone a hablar sobre su trabajo como asistente, como todo un profesional, evadiendo las ganas que tiene de besarla.

La tarea es sencilla y tal como lo ha hecho con Valeria, solo debe manejar su agenda en el horario que esté libre, a menos que deban comunicarse por alguna importante reunión.

Prácticamente, no la necesitaría personalmente en dichas reuniones, pero deberá asistir por las dudas de que se le escape un dato importante.

La morena deja claro que no vestirá como las empleadas de la empresa automotriz, no porque desee faltar el respeto, sino porque la apuesta ha sido con él y no recibirá sueldo a cambio. Omar está completamente de acuerdo, más que nada porque todas las mujeres utilizar faldas de tubo y las curvas de Oriana podrían desconcentrarlo o peor, quitarle su autocontrol. Además, egoístamente y como troglodita, no quisiera que los hombres la vean como un bomboncito que quisieran comer.

...

Al principio, el día a día es liviano, pero tener que estar en dos empresas empieza a agotar su paciencia, aunque lo que más le fastidia es escuchar los comentarios sexistas de las mujeres para con su contador. Porque sí, claramente es suyo en sentido figurado, es SU jefecito. Pero no puede reclamar absolutamente nada, ya que lo ha rechazado y él no ha dado indicios de seguir detrás de sus huesitos.

Omar conoce esos mismos comentarios y no le sorprende, más que nada de una empleada con la que se acostó hace casi seis meses. Y sí, le encantaría saber si siente una pizca de celos, aunque más le preocupa que su pelinegra no quiera volver a verlo.

—¡Buenas tardes!— saluda Oriana recién llegando a la oficina de Omar— Señor, hoy tiene una reunión con la señora Lii. En el restaurante central en una hora.

Su presencia lo abruma y acrementa su querer, pero resiste como puede para no ser impulsivo e invasivo. Aunque, no mirarla a la cara lo hace parecer un cobarde, el aroma que emana lo vuelve loco, teniendo que leer tres veces la cantidad de números  en sus manos, ya que intenta concentrarse y tratarla solo como una empleada más.

—Buenas tardes, Oriana. Gracias por el recordatorio — dice sin mirarla.

Ella levanta una de sus cejas y sonríe por su mísero intento, pensando en provocarlo aunque sea un poquitito.

—Jefecito— lo llama con voz melosa, algo que no uso pasar por alto Omar.

—Dime— responde nervioso viendo como las manos de su asistente, se apoyan delicadamente en su escritorio.

— ¿Para qué verá a esa mujer?— parece el reclamo de una mujer celosa y sí, realmente es así. No conoce el porqué de esa bendita reunión y quiere investigar para saber si existe competencia.

— Negocios.— contesta él tragando su propia saliva.

Los ojos oscuros de Oriana, lo hipnotizan, y el perfume lo desestabiliza, transformándose esa mujer en un imán imposible de rechazar.

—¿Incluye una cama?— cuestiona con el ceño fruncido.

—¡No!— niega inmediatamente para que no exista una pelea que los aleje o algo parecido. —¿De dónde sacas eso? — se acomoda en la silla para prestar máxima atención.

— Son los rumores que corren hoy.

Y no miente. La señorita que se acostó en el pasado con Omar, anda regando por la empresa que las reuniones presenciadas por el contador, terminan en un acuerdo beneficioso para ambas partes, tanto económicamente como sexualmente.

— Me tiene harto— levanta sus ojos, enfocando su mirada en el techo, mientras piensa seriamente en quejarse con Darío, ya que, la rencorosa puede manchar el renombre de una prestigiosa empresa, solamente por su frustración al no haber conseguido ser la eterna mujer del sex symbol.

—Entonces, haz algo— pide su nueva empleada— También están diciendo que tú y yo tenemos nuestros encuentros aquí — señala el escritorio.

—Lastimosamente, eso es mentira— apoya sus brazos en la fuerte madera, quedando a centímetros de la carita sorprendida de la mujer que le encanta.

—¿Lastimosamente?— repite ella.— ¿Por qué dices eso? — murmura

— Es la verdad. Me gustaría demasiado tenerte sentada en donde tengo mis brazos... — ella mira justamente ese espacio — para hacer todo lo que tu mente imagina.

—¡Carajo!— susurra ella mirando hacia otro lado.

Sus pervertidos pensamientos la llevan a una sola cosa; gemir su nombre. Y no puede negar que eso es algo que le encantaría.

Su mente es interrumpida cuando siente la gran mano del moreno en su mentón, dirigiéndola con cariño a su punto de visión para conectarse.

No sabe en qué momento él se ha levantado, ya que no escuchó la silla, pero está demasiado cerca y su corazón bombea con más rapidez por tal motivo.

—¿Qué pasa, Oriana? — indaga él.

Ella, sin mediar palabra y arriesgando su dignidad, decide lanzarse sin paracaídas ante la oportunidad que se le brinda, ignorando completamente los malos dichos de aquella mujer que trata de ensuciar al contador.

Sorprendiendo a Omar, ella agarra su cara y la acerca aún más para besarlo, volviéndose un delicioso vaivén de placer.

Ambos, con una increíble conexión que explota en este instante y así, dejándose llevar por lo que han querido desde hace tiempo.

Existen románticas caricias, recorriendo el cuerpo del otro para creer fuertemente que realmente esto está sucediendo y así, sin más demora, empiezan a recorrer el camino de la lujuria.

Locuras con un desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora