Unos días más tarde, Valeria ingresa a la empresa de Darío, ya que entre todas las cosas que se hablaron; las visitas son parte del plan para fingir; llega hasta recepción y pregunta cuál es el piso de presidencia, sube al ascensor y al abrirse camina elegantemente hasta la secretaria.
—Buenas tardes— saluda la CEO, dejando asombrada a la joven.
Actualmente, casi nadie es amable con las secretarias, encima muchas veces son insultadas porque el jefe no puede o no quiere atenderlas.
—Señora, buenas tardes, ¿quiere ver al jefe?— cuestiona con una sonrisa.
Valeria fue sin avisarle a su esposo ni a su propia asistente, así que ahora deberá esperar, seguramente.
Aunque, según las palabras dichas por la chica, supone que también ha visto la entrevista y la reconoce.
—¿Darío está disponible?
—En este preciso momento tiene una reunión, pero de igual manera, si quiere, puedo anunciarla.
—No es necesario, puedo esperar— responde mientras señala uno de los sillones que brindan comodidad para quienes esperan.
—De acuerdo, ¿desea un café?— indaga amablemente.
—Te lo agradecería, no he desayunado— avisa con vergüenza, mientras la chica se dispone a retirarse apurada para darle lo mejor.
La secretaria de Darío es una joven de veintitrés años que estudia en horario nocturno y trabaja más de doce horas con el CEO, pero por esa misma razón tiene un sueldo bastante jugoso, al menos el triple que sus compañeros.
Ahora que ha conocido a la esposa de su jefe, considera que debe tratarla de igual manera, como si fuese su segunda jefa, por lo que, no solo hará café, sino que le llevará una bandeja con los mejores alimentos para su desayuno.
Valeria está sentada cómodamente y piensa que debe comprar uno igual para las afueras de su oficina, ya que solamente posee unas sillas de cuero forrado y tal vez no son lo ideal para la larga espera.
Justamente, el teléfono de la secretaria suena y la saca de su nube por el constante ruido, después del quinto tono decide levantarse y atender, puesto que no sería muy difícil; anotará lo que deba en un papel para que la secretaria pueda cumplir con su trabajo y no pierda información por culpa de su café.
—Oficina de Darío Moller— menciona cuando coloca el tubo del teléfono en su oído.
—¿Valeria?— cuestiona el CEO confundido, sin saber a qué número marcó o por qué ella contesta de esa manera.
—Sí, querido esposo— responde burlona— Tu secretaria está preparándome un café y por eso respondí— avisa.— ¿Qué necesitas?
—¿Desde cuándo estás esperando y por qué mi secretaria no me avisó?— indaga un poco enojado.
— Llegué hace cinco minutos y le dije que no te interrumpiera— alza los hombros aunque él no puede verla— Vuelvo a repetir, ¿qué necesitas?
—Cuando ella vuelva a su puesto dile que me traiga un contrato de compra, gracias— suspira— Terminaré en diez minutos.
—Puedo esperar.— avisa cortando la comunicación, para más tarde sentarse nuevamente en su lugar, pero su esposo queda muy feliz por tales palabras.
Darío tiene bastante trabajo atrasado, sumando que varias personas ya han conocido quién es su esposa y llaman asegurando que ‘’él podrá hacer un buen trabajo porque Valeria Rox no estaría con ningún idiota’’, como ahora mismo que está en una reunión con una nueva clienta.
Aunque sinceramente, eso es algo que todavía puede excluirse porque el productor de televisión sí era un idiota, pero al parecer trabaja bien en lo que sabe hacer.
Unos minutos más tarde, la secretaria llega con varias cosas para que la CEO pueda comer, mientras ella le comenta lo que Darío a pedido y también se disculpa por responder el teléfono.
Cuando se queda sola, debido a la tarea pendiente de la joven, empieza a disfrutar su comida hasta que la puerta de presidencia se abre y por ella sale solamente Darío, quien la admira de una forma muy tierna, sin disimulo.
—¿Me observarás mucho tiempo?— cuestiona ella sin levantar la vista.
Él se acerca hasta el sofá, se inclina hasta la altura de Valeria y se dirige a hablarle al oído, en voz baja.
— Tengo menos de dos meses para disfrutar a mi esposa.
Ella se ahoga con el café y lo mira, aún en la misma posición, quedando solo a centímetros de distancia entre sus labios. Sin poder evitarlo, sus ojos se dirigen a esa parte sensual, notando la recientemente creciente barba que quiere aparecer, mientras él hace lo mismo, deleitándose de los labios pintados de rojo oscuro, que los hacen más exquisitos.
—Puedes mirar, pero no termines enamorado, querido esposo— responde coquetamente egocéntrica.
—Usted tampoco, señora Moller— susurra tan cerca de su legalmente esposa que sus alientos chocan y todo se descontrola en segundos.
Darío no puede ni quiere evitarlo, no resiste más así que prueba esa boquita que lo hechiza en cada ocasión.
Para su suerte, ella no se niega y corresponde a sus delicados movimientos, creando una sincronía perfecta para ambos. Ninguno es demandante, sino que parecen estar envueltos en una burbuja romántica, deleitándose entre los dos, recorriendo su interior y saboreando sus alientos.
Él siente su nuevo gusto favorito, el café en la boca de Valeria, y ella pensaba que la menta no podía ser mejor, hasta que la encuentra en Darío.
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Locuras con un desconocido
RomansaHace cinco años, sucedió algo impensado para Valeria y Dario, pero el problema es que ninguno de los dos lo recuerda. Ella es quien lo descubre al querer casarse con su novio y encontrar ese impedimento, por eso verá al CEO para pedirle el divorcio...