Capítulo 11

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Narra Tina

Después de chocar los cinco con Tobi, entramos a la cocina.

-¡Jajajaja, gorda, la cara que puso me muero! -me dice Tobi, y no puedo evitar reírme.

-Literal, es el audio de "se le borró la sonrisa" -respondo entre carcajadas.

-Tengo una lija, Tina.

-¡Ay sí! Nos quisimos hacer los finos comiendo una ensalada que era una porquería, y ahora nos morimos de hambre. -Me acerco a la heladera y la abro, buscando algo para comer. Apenas la abro, me encuentro con un plato cubierto con un papel que dice: Para Tina ♡, no se lo coman. Y ahí estaban los panqueques que no me había comido en el desayuno.

-¡Gordo! ¡Mirá lo que tenemos para comer! -le digo a Tobi, mostrándole el plato de panqueques.

-¡Esa! Lástima que no hay dulce de leche.

-Totalmente -concuerdo, mientras me siento en una de las sillas giratorias alrededor de la mesada de la cocina. Tobi se sienta a mi costado, y comenzamos a comer los panqueques en silencio.

Estaban riquísimos, pero antes muerta que admitirlo en voz alta. La tranquilidad se desvanece en cuanto el dueño de la casa se acerca a la cocina. Aunque estoy de espaldas, lo reconozco al instante; Dani es el único en la casa que me abrazaría por detrás y me agarraría las caderas para acercarme a él.

-Bueno, estamos mimositos hoy. -comento con una sonrisa.

Dani apoya su cabeza sobre mi hombro y me susurra al oído:

-¿Podemos hablar a solas, amor? -Aunque me lo dice a mí, su mirada no se despega de Tobi.

Me parece que alguien no sabe que a Tobi le llama más la atención el que yo.

Qué pena.

Voy a tener que aprovechar la situación.

Tobi se da cuenta de que Dani prácticamente lo está matando con la mirada. Me guiña un ojo y dice:

Epa -se ríe-. Tranqui, yo los dejo solos. Ah, y me llevo los panqueques que están buenísimos, gorda. -Y se va dejándome con un gigante de dos metros abrazándome como si de eso dependiera su vida.

En cuanto Tobi sale de la cocina, Dani me suelta y da vuelta mi silla, quedando entre mis piernas.

-¿Qué hace este tío aquí y por qué cojones se está comiendo mis tortitas? -Es lo primero que me dice.

-Amor, no seas así, tenés que aprender a compartir.

Aunque yo estaba hablando de los panqueques, parece que cuando él me responde, no estaba refiriéndose precisamente a la comida.

-Hay cosas que no me gusta compartir -dice, acercándose aún más a mí, si es que eso es posible.

Suelto una risita y subo mis manos a su pelo, empezando a hacerle masajes. Veo cómo me tira una sonrisita matadora.

Ay, cómo que hace calor, ¿no?

-Con que te fuiste de compras con mi tarjeta, ¿eh? -me dice.

-Sí, bebé, ¿tenés algún problema? -le respondo, y aunque pensaba dejarlo ahí, no puedo desaprovechar la oportunidad de provocarlo-. ¿Qué pasa? ¿No podés satisfacer las necesidades de tu esposa? -le digo, acercando mi rostro al suyo, rozando nuestras bocas.

Siento cómo sube una de sus manos desde mi cintura y la apoya en mi cuello.

-Sabes perfectamente que puedo darte todo lo que se te ocurra -me dice, tomando aire, mientras sus ojos bajan a mi boca. Luego añade-: Pero no me mola la idea de que hayas ido con ese gilipollas. Si me lo hubieras pedido, te habría acompañado.

-Tranqui, amor... -le digo alargando las palabras-. Después te hago un desfile privado de todo lo que me compraste. -Paso mi uña por su pecho, sintiendo cómo aprieta un poco el agarre en mi cuello y se le corta la respiración.

Veo cómo tira la cabeza hacia atrás y cierra los ojos con fuerza. Cuando pienso que está a punto de separarse, lo escucho suspirar y decir:

-Joder, cómo me pones. -Y seguido de eso, me encaja un beso que, quizás, y solo quizás, no era necesario para el plan. Pero ambos lo necesitábamos.

Siento cómo, en medio del beso, baja sus manos de mi cintura, me hace upa, y me deja sentada en la mesada. No solo separa mis piernas para acomodarse entre ellas, sino que también se encarga de dejar sus manos en mi culo.

Puede que me esté distrayendo un poco de mi plan, pero a ver, en mi situación no me queda más que seguir con el beso.

Y yo con gusto.

Siento cómo me aprieta el culo, y no puedo evitar soltar una risa, rompiendo el beso y viendo la sonrisa más hot que he visto en toda mi maldita existencia.

¡Que vivan los gallegos!

Nos volvemos a besar después de recuperar la respiración. Yo tengo mis manos en su pelo y nuca, mientras que él está subiendo las suyas hacia mi pecho. Y es ahí cuando sé que yosoyceloso se arrepiente de vivir con sus amigos, porque justo en ese momento entra Jopa.

Uy, me parece que alguien va a estar encaprichadísimo.

-Eh, bro, está el DJ de ayer en la sala -dice Jopa, levantando la mirada, y añade-. ¡Ostia, perdón, bro! -y se va por donde vino, riéndose.

Dani apoya su cabeza en mi pecho, como replanteándose cuándo decidió compartir casa. Luego, saca sus manos de mi cuerpo y me ayuda a bajar de la mesada. Es entonces cuando sonrío y le digo:

-Esto no cambia nada. -Y después de darle un pico, me voy con los demás chicos.

Sí, está buenísimo.

Y sí, nos tenemos muchas ganas.

Pero eso no quita que vaya a tener que esforzarse un poco más.

Si quiere celeste, que le cueste.

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-Viso

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