Chololate

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Son las cuatro y me he cambiado diez veces. Me he hecho la coleta otras diez, me he duchado, e incluso me he puesto a ver de nuevo la mejor serie del mundo.

Obviamente habla de "Shameless", ¿qué otra podría ser?

Ayer Lamine me envió un mensaje para quedar para planear cómo sería la ruptura. Lo normal sería que le hubiera dicho que me daba igual, que hiciera lo que quisiera, o que lo podríamos hablar por mensaje. Pero como me llamo Marina y soy idiota, decidí aceptar. Sí, lo más lógico: ir a ver al chico del que estás enamorada y, aún mejor, el chico que no siente lo mismo por ti. Lógico.

La lógica es para el dinero, no para el amor.

Bueno, aún queda una hora y media  y me aburro mucho. Ya no sé qué hacer; los nervios me comen por dentro y no está mi hermano para molestarlo. No, él ha tenido que decidir que hoy era un buen día para quedar con una amiga suya. Mi padre está trabajando y mi madre durmiendo, ya que trabaja de noche, y hablar con Anastasia y las otras no me apetece. La lista de opciones cada vez se reduce más, hasta que escucho un ruido. Lo ignoro; seguramente será Joker.

Pero cambio de opinión cuando escucho a alguien bajar por las escaleras a toda velocidad y entrar en mi habitación. Es Nico, con un niño en brazos, y no hace falta fijarme más para saber que el niño es Keyne, el hermano de Lamine. La pregunta es: ¿qué hacen aquí en mi habitación y por qué Nico parece que le vaya a dar un infarto?

—Marina, no tengo tiempo, así que escucha. Tengo que irme, es una urgencia. Mi hermano está en el hospital y no encuentro ni a Nadia ni a Lamine, así que te tienes que quedar con Key —lo pone a mi lado en la cama.

—Eh... vale, dale recuerdos a Iñaki.

—¡Claro, ADIÓS, TE DEBO UNA! —grita subiendo las escaleras tan rápido como antes o más.

Bueno... miro a Keyne, quien está jugando con un coche que ha traído. Hoy toca ser niñera.

Esperemos que salga mejor que de psicóloga.

—Em... Hola, Keyne, yo soy Marina, la nov... una amiga de tu hermano —me observa, pero no dice nada—. ¿Quieres que juguemos a algo? —Niega y vuelve a su coche—. ¿Una película? —NIEGA.

Está claro que son hermanos: les encanta negar, pero yo soy mejor y tengo una idea.

—Keyne, ¿te gusta el chocolate? —y, por lo que parece, ahora me presta atención. Al principio pienso que me va a tirar el coche a la cabeza, pero no; sonríe.

—S... sí, chololate.

Bien, vamos mejorando.

—¿Y si hacemos un pastel de chocolate?

—¡Sí!

Listo, ¿qué podría salir mal?

Nada, nada, obviamente nada...

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Una luz me hace abrir los ojos, y no es cualquier luz; es la de un móvil, el móvil de Lamine. Un momento, ¿qué hora es? Miro hacia afuera y veo que está todo oscuro. Por lo menos son las 20:30. Genial, nos habíamos quedado dormidos, y digo "nos habíamos" porque Key está encima mío, dormido, con la boca llena de chocolate.

Intento recordar qué ha podido pasar. A ver, llegó Nico gritando, me dejó a Key, decidimos hacer un pastel de chocolate, lo hicimos mientras bailábamos y comimos de él. Como aún quedaban unos 10 minutos, nos acostamos en el sofá y nos dormimos.

Genial, he dejado a Lamine plantado. ¡Olé tú, Marina, ni para niñera sirves!

Otro trabajo para tachar de la lista de trabajos para el futuro.

Un clásico no muy clásicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora