CAPÍTULO 8

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Casi no recuerdo lo bonito que era tenerte, las ganas con las que te amaba, como hacías que mi corazón latiera tan rápidamente cuando tu cuerpo se sellaba junto al mío.
Creí haberte olvidado cuando intente recordar tu último beso y el dolor que se adueñaba de mi mente no me permitía recordarlo.
Pensaba que aunque te hubiera perdido a ti, aún me quedaban tus recuerdos, Y el simple hecho de pensar que el tiempo me estaba arrebatando lo único que me quedaba de ti, me mataba poco a poco, lentamente.
Necesitaba de ti, me sentía bloqueada, necesitaba algo que sólo tú sabías hacer, y era quererme.
Eres el culpable de llamarme, de hacer que me enamorara de ti eternamente, eres el culpable de que empezar a escribir por el dolor que me causados. Pero sobre todo te declararé infinitamente culpable de hacer que no pueda volver amar a nadie como te amé a ti.
Lo peor de todo es que mis únicas esperanzas de olvidarse se consumieron como aquel cigarro en tu mano el día que volví a verte.
No me acordaba lo que se sentía al rozarte, no recordaba el tacto de la yema de tus dedos, se me había olvidado lo que era tenerte junto a mí.
Curiosamente lo que no se me había olvidado que era tu mirada, seguía siendo la misma, seguía diciéndome lo mucho que me querías.
Sólo me hizo falta mirarte a los ojos después de todo este tiempo y juraría que los míos volvieron a brillar junto a los tuyos.
Inmediatamente, me di cuenta que mi mente estaba saturada de imágenes tuyas y mi corazón completamente lleno de ti.
Es en ese momento cuando inconscientemente empecé a recordar cada uno de los momentos que vivimos juntos, desde nuestro primer, a nuestra última vez. Ese que me distes, no me imaginaba que fuera la última vez que nuestros labios se rozarían, que realmente fuera una despedida.
No me podía imaginar que nuestro amor se resumiera y se apagara por siempre en ese último beso que me distes...
Como olvidarlo... Recuerdo cada detalle de aquel día, de ese momento exacto, dudo que puedo olvidarlo. Era verano, un 28 de agosto, hacía demasiada calor, nuestros cuerpos sudaban sin poder evitarlo, y no precisamente por estar en pleno sol...
Era hora de irme y aún teniendo la suficiente confianza que una relación requería, nos miramos el uno al otro, sin saber qué hacer, sin saber cómo reaccionar. Y es ahí cuando tímidamente me besastes, fue un simple instante que para mi será eterno. Lo hiciste inconscientemente, lo sé, sé que no lo pensaste, pero aún así lo hiciste es tan dulce y delicada mente que juraría poder sentirlo de nuevo cuando sueño.

DE ORO BLANCO Y DIAMANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora