Epílogo: El Último Suspiro de un Héroe

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El cielo se teñía de un rojo carmesí, el aire denso vibraba con la intensidad del caos, y la tierra temblaba bajo los estruendos de la batalla final. Shido Itsuka, empapado en sudor y cubierto de heridas, sostenía su espada, con las manos temblorosas, mientras miraba al frente, enfrentando a un enemigo que había jurado derrotar para proteger a aquellos a quienes amaba.

Delante de él, un inmenso ser, una fuerza oscura que no pertenecía a este mundo, emanaba un aura destructiva, desafiando los límites de la realidad. Era el Espíritu más poderoso al que jamás había enfrentado, y aunque los Espíritus que alguna vez estuvieron a su lado lo habían apoyado en la batalla, ahora yacían debilitados y dispersos a su alrededor.

Tohka, Kotori, Origami... todos ellos habían dado todo lo que tenían, pero sus fuerzas no fueron suficientes. Solo Shido seguía en pie, agotado y consciente de lo que estaba por venir. Sabía que había solo una forma de acabar con este monstruo, y esa forma le costaría todo lo que le quedaba.

Con el corazón pesado y el cuerpo al borde del colapso, Shido evocó las memorias de aquellos días felices con las chicas. Sonrió, débil pero sinceramente, al recordar sus risas, sus momentos juntos, y el vínculo inquebrantable que había formado con cada una de ellas. Sin embargo, también supo que este sería el último momento que pasaría con esos recuerdos.

Con un último grito, vertiendo todo su poder, Shido lanzó el golpe final. La luz envolvió al enemigo, desintegrándolo en la nada. Pero el precio fue demasiado alto.

Sintió su cuerpo debilitándose, sus piernas fallaron, y cayó de rodillas al suelo. El dolor era intenso, pero más fuerte que el dolor físico era la tristeza de despedirse de aquellos que había protegido durante tanto tiempo. Sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente, mientras el mundo a su alrededor se desvanecía.

"Lo siento...", susurró, sin fuerzas para decir más. Sabía que las chicas estarían bien, aunque su corazón deseaba haberles dicho adiós apropiadamente.

Y así, Shido Itsuka, el héroe que salvó el mundo innumerables veces, cerró sus ojos por última vez.

Oscuridad. Silencio. Paz.

Pero en ese abismo de tranquilidad, algo despertó. Un tirón en el alma de Shido. Algo lo llamaba de vuelta.

Con un sobresalto, abrió los ojos, pero ya no estaba en el campo de batalla. Frente a él no había caos ni destrucción. Lo que sus ojos contemplaban era un techo de madera cálido y una luz tenue que entraba por una ventana cercana.

Shido—o mejor dicho, alguien que alguna vez fue Shido—se encontraba en un lugar totalmente distinto. Se sentía extraño, pero vivo.

"¿Qué... dónde estoy?", murmuró con voz confusa.

De repente, la puerta de la habitación se abrió, y una joven vestida con un delantal de camarera entró con una sonrisa. "¡Ah, señor Kasukabe! ¡Por fin se ha despertado! El café está a punto de abrir, así que apúrese."

"¿Kasukabe...?", repitió, sin entender del todo.

Shido—ahora Hayato Kasukabe—se levantó lentamente de la cama, sintiendo una calma y una confusión que jamás había experimentado. No sabía cómo ni por qué, pero había regresado... de una manera diferente, en un lugar nuevo, con un nombre distinto.

¿Qué destino le deparaba esta nueva vida?

Renacimiento de un Héroe: Entre Espíritus y CaféWhere stories live. Discover now