022. Giovanna Ferrario y el caliz de fuego.

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Giovanna sintió como cada parte de ella fue estirada como si quisieran moldearla de otra forma, y unas cuantas vueltas sobre si fueron suficientes para que lo que había comido hace horas volviese a sí como una ráfaga.

—¿Donde estamos? —escuchó Giovanna provenir de Cedric, que se había agachado para poder ayudarla a levantarse.

—Gracias —susurró la rubia, prestando atención al lugar.

Habían abandonado los terrenos de Hogwarts. Era evidente que habían viajado muchos kilómetros, porque ni siquiera se veían las montañas que rodeaban el castillo. Se hallaban en el cementerio oscuro y descuidado de una pequeña iglesia, cuya silueta se podía ver tras un tejo grande que tenían a la derecha. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera de aquella colina se distinguía apenas la silueta de una casa antigua y magnífica.

—¿Te dijo alguien que la Copa fuera un traslador? —preguntó.

—Nadie —respondió Harry, mirando el cementerio. El silencio era total y algo inquietante—. ¿Será esto parte de la prueba?

—No lo es —contestó Ferrario, sosteniendo su varita con una de sus manos mientras que con la otra tomó la mano de Harry—. Vámonos.

—¿Que? ¿Por que?

—Harry... —Giovanna escuchó pasos. Alguien se acercaba y mientras más se aproximaba su nerviosismo aumentaba—. Harry, vámonos. Debe ser idea de Crouch para matarte.

—No podemos irnos así como así... ¿como lo haríamos de todas formas?

—Tomando la copa —propuso Cedric, dando media vuelta. Giovanna estiró a Harry, sin embargo no lo movió.

—¿Colagusano? —escuchó decir a Harry, y su piel se heló por completo al mirar.

Era el mismo hombre culpable de la muerte de James y Lily Potter el que se aproximaba. Tenía algo entre sus brazos, muy parecido a un bebé o una vieja túnica arrugada.

Pese al creciente sentimiento de querer asesinarlo allí mismo, decidió actuar con serenidad y limitarse a proteger a Harry, tratando de guiarlo nuevamente hacia la copa cuando su amigo cayó de rodillas al suelo mientras retenía gritos adoloridos y se sostenía la frente con una fuerza inquietante.

—¡Harry! —chilló la rubia, dejándose caer al lado del de lentes tratando de recomponerlo y incorporarlo.

—Mátala —escuchó una fría voz venir de aquel bulto que Colagusano tenía entre sus manos.

Ella lo vio. El que alguna vez fue amigo de su padre ahora estaba apuntando a su pecho sin rastro de vergüenza o culpa, preparado para matarla.

¡Avada Kedavra!

Y ese pudo haber sido su último pensamiento. Pudo haber sido lo lamentable que fue aquella situación. Lo horrible que le parecía que las ansias de poder de Peter lo hayan llevado a cometer actos atroces en contra de las personas que más lo quisieron y valoraron.

Sin embargo, no lo fue.

Giovanna sintió como si el tiempo se detuviera cuando el hechizo verde iluminó la noche, y Cedric Diggory apareció de la nada, interponiéndose entre ella y la muerte. El impacto del cuerpo del chico cayó sobre ella, su peso inerte aplastándola contra el suelo.

El silencio que siguió fue ensordecedor.

El rostro de Cedric estaba a centímetros del suyo, sus ojos abiertos y vacíos, ya sin brillo. La sangre le dejó de fluir al corazón cuando comprendió lo que acababa de ocurrir: un desconocido, un compañero de Hogwarts con el que apenas había intercambiado palabras, se había lanzado frente a ella, tomando el hechizo en su lugar.

END GAME  (H. Granger)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora