Capítulo ocho: Lactancia materna.

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La puerta sonó.

— ¡Ay, Rosa! ¡Hola! Pero que sorpresa. —Vedalia  le dio un abrazo a la gema que estaba parada en su puerta. — ¿Qué haces aquí?

— ¿Es que no puedo visitar a mi amiga y consejera mamá? —dijo con diversión entrando a la casa. — ¿Y Crema Agria?

— En casa de su tía paterna en Jersey. —respondió sentándose en el sofá. — ¿Y Steven? Quiero ver esa pachoncita carita en persona. —agudizó la voz e infló los cachetes.

— ¡Justo aquí! —y el azabache salió alegremente del cabello de su madre. — Saluda a Vedalia, Estrellita. —canturreó acercándolo a la mujer catira.

— ¡Hoga! —Steven extendió su mano a la mujer, risueño como siempre, saludando en español.

— ¡Ay, hola! Pero que cosita tan tierna eres. —y agarró al menor en su brazos dándole mimos en la pancita. — No puedo creer que casi vaya a cumplir dos años. ¿Y estaba en tu cabeza? Wow, vaya forma de transportar a tu hijo. Y que práctico. —comentó con cierta envidia, sin saber que había que aguantar la respiración allí dentro, poder llevar cosas en tu cabello sería increíble. — Está grandecito. ¿Has conseguido darle leche?

— La mejor del mercado mundial. —mostró el pulgar con una sonrisa mas la contraria frunció el entrecejo.

— ¿Solo le has dado leche de fórmula? —consultó anonadada.

— Sí. ¿Por qué? —ladeó la cabeza confundida, pero luego los abrió con entendimiento. — Oh, ah~ —balbuceó en tono de comprensión. — Bueno. Sí. Sé que la leche materna es el mejor alimento para un bebé, sobretodo siendo tan prematuro. Ayuda mucho a su desarrollo neurológico, físico y blah, blah. —hizo un ademán con la mano, aburrida del mismo tema. — Pero, por lo que presenciado, es posible que un bebé pueda desarrollarse como se debe sin la lactancia materna, o de cualquier mujer.

— ¿Hace cuánto viste eso? ¿En la era egipcia? —consultó sarcástica con una ceja alzada.

— Y llegaban a vivir a los ciento veinte años. —se respaldó severa. — También sé que los tiempos cambian y la ciencia evoluciona y todo eso. Pero Steven está sano en todo sentido y no muestra signos de desgaste o mal formación. Su pediatra me confirmó que puede seguir consumiendo su leche de vaca perfectamente. ¿No es verdad, Estrellita? —sacudió su nariz contra la de el azabache y éste se rió alegre.

— Oh, pues, si su pediatra está de acuerdo. —murmuró la rubia, no del todo segura al respecto. Seguramente el pediatra decidió no llevarle la contraria a la gran Diamante Rosa, por más que ella fuera la más simpática de todos. — ¿Y Amatista? Pensé que le hubiera gustado venir. —decidió cambiar de tema y no seguir mortificándose por la forma de crianza de su amiga.

— Oh, luego de "tanto tiempo", según ella, como finalmente pudo ir a una de las misiones porque dije que iba ir a visitar a una amiga, antes de que pudiera decirle que eras tú, atravesó el portal sin saber a dónde tenía que ir. —se rió entre dientes.

— Pues eso sin duda suena como algo que haría ella. —compartió la risa recordando las ocurrencias de la gema morada en el pasado. Amatista sí que se dejaba llevar y era muy espontánea, por más que a veces eso conlleve a problemas.

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Permanecieron platicando por un buen rato sobre varios temas, como que a Vedalia le iba bastante bien en su trabajo de vender cuadros, Rosa quejándose de como manejan la administración los gobiernos de los países y sobre todo sobre temas de crianza de menores.

— Vaya, ya está anocheciendo. —comentó la gema que vio por la ventana y se levantó estirándose. — Creo que ya va siendo hora de irnos, no quiero que a Steven le dé el frío de la noche.

Steven Universe: Locuras familiares de las Gems Donde viven las historias. Descúbrelo ahora