Capítulo diez: Primer día de escuela.

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— ¡Mami! ¡No me dejes en ese lugar que huele feo!

¿Y ahora que pasaba?

Vino de visita aprovechando que no tenía trabajo en el autolavado y estaba Steven suplicándole a su madre entre lágrimas, aferrado a su tobillo echado en el piso, que no lo dejara.

— ¿Qué pasa ahora? —consultó Greg con una sonrisa divertida levantando a un Steven moqueando del suelo.

— Quería llevar a Steven a la escuela. —respondió la Diamante quitándose las manos de las ¿orejas? ¿Tenía orejas?, quitándose las manos de donde sea que escuche. No le gustaba el llanto, pero tampoco iba a evitar que lo hiciera.

— ¿¡Escuela!? —a Greg se le pararon los pelos de la sorpresa. — ¿Estás segura? ¿No crees que es algo… muy joven? —dudó inseguro. Niño joven, pero capaz de sumar y restar hasta tres cifras.

— Greg… tiene cuatro años. —respondió algo severa. — ¡Ni siquiera sabe cuál es su color favorito! ¿Qué color te gusta más?

— ¡Blanco! —exclamó alzando los brazos.

— ¿Lo ves? Está fuera de sí. —decidió ignorar esa elección.

— Tienes un problema con el color blanco. —Greg entrecerró los ojos.

— Y tú tienes uno con la voz de la elección. —contraatacó, aunque quizas pudo ser demasiado. — Oye… Sé que nunca pudiste elegir nada por tu cuenta y quieres ser liberal con Steven, pero eso no incluye educación. Aunque admito que el gobierno la está arruinando poco a poco. —susurró entre dientes. — Si no lo llevas, la educación no es problema, sabe más que la mayoría de niños de su edad, pero podría tener problemas para socializar en el futuro. —señaló.

— Bueno… —Greg acabo acorralado. — Tienes razón. De nuevo. —aceptó. — Pero al menos espera a que Steven quiera ir por cuenta prop…—los ojos de su pareja brillaron de rosa neón y sus pupilas se tornaron blancas. — ¿Quieres que yo trate de convencerlo? —por el cabello que le quedaba decidió dejar de llevarle la contraria, de todos modos era por el bien de Steven.

— Shí. —puso carita de perrito mojado.

— Bien. —se dirigió a su hijo que seguía en sus brazos. — Stevo, ¿te gustaría hacer amigos?

— ¡Sí! —exclamó alegre.

— En la escuela harás muchos amigos. Y en lugar de merendar a las cuatro, vas a comer a las dos. —los ojos del pequeño brillaron, hasta que recordó algo y frunció el ceño.

— ¡Pero no quiero que mamá me abandone! —chilló estirando sus brazos a mami Rose.

— Mamá no te va a abandonar. Irás a jugar con otros niños y luego ella o yo iremos a buscarte a la hora de volver a casa. —explicó gentilmente.

— Huhhh… —estaba dubitativo.

— Al final te va a gustar. Mañana vas a ver. —animó Rosa desordenándole los rulos.

— Okey… —balbuceó sin ser convencido.

Se podría olvidar algunas veces de cambiar el signo al pasar el número al lado derecho, pero jamás olvidaría la desvergonzada y cruel mentira de mamá: iban a volver por ese juguete.

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Luego de muchas pataletas, y hasta mordeduras y patadas mortales muy fuertes para un niño de su edad dignas de un cinta negra en karate o hasta mayor, por no encontrar a sus papás por ningún lado, terminó en un rincón del salón en dónde tenía una vista panorámica del lugar de todos los niños jugando.

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⏰ Última actualización: Oct 22 ⏰

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