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10. la muerte lo abrazó

























ME AND THE DEVIL


























El aire frío del amanecer envolvía el cementerio en una bruma suave mientras el trío de oro caminaba en silencio entre las tumbas. Dumbledore los había guiado hasta este lugar, en los confines de un viejo bosque cercano a Hogsmeade, un lugar que había sido olvidado por el tiempo y las personas. En algún rincón de aquel cementerio yacía el mago cuya vida había sido destruida por Tom Riddle: Sean Cordelia.

Harry, Hermione y Ron apenas habían intercambiado palabras desde que habían dejado la oficina de Dumbledore. La historia de Sean aún pesaba en sus corazones, especialmente en el de Harry, quien sabía demasiado bien cómo la oscuridad de Voldemort podía penetrar en las almas de los demás. Y aunque él nunca había conocido al rubio, se sentía conectado con él de alguna manera, como si sus destinos estuvieran entrelazados a través de las acciones de Tom.

—¿Dónde está? —preguntó Ron, rompiendo el silencio.

Hermione, que sostenía un viejo pergamino con las indicaciones, señaló hacia una colina en la parte más lejana del cementerio.

—Allí, en lo alto —dijo, susurrando casi por instinto, como si no quisiera perturbar la paz del lugar—. La tumba de Sean Cordelia.

Subieron la colina lentamente, sintiendo el peso de lo que estaban a punto de ver. Cuando llegaron a la cima, lo encontraron: una solitaria tumba, rodeada de maleza y musgo. La lápida, gastada por el tiempo, apenas era legible. Pero una inscripción simple permanecía intacta:

“Aquí yace Sean Cordelia, un hombre que amó demasiado y perdió todo.”

Hermione se llevó la mano a la boca, conmovida por la sencillez y la tragedia de esas palabras. Ron se quedó en silencio, mirando la lápida con una expresión sombría. Y Harry... Harry sintió un nudo en la garganta.

—Él nunca tuvo la oportunidad de elegir realmente, ¿verdad? —preguntó Harry en voz baja, dirigiéndose a nadie en particular—. Voldemort lo atrapó y lo destrozó desde el principio.

Hermione asintió, con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas.

—Pero intentó resistir —dijo, su voz temblorosa—. Al final, cuando todo parecía perdido, intentó recuperar algo de sí mismo. Eso es lo que lo diferencia de Voldemort. Sean aún tenía algo de humanidad, incluso cuando ya no le quedaba nada más.

Ron, quien rara vez era el más profundo de los tres, dio un paso hacia la tumba y se arrodilló, quitando algunos pedazos de hierba que habían crecido sobre la piedra.

—No importa cuán mal terminara —dijo Ron, con una seriedad inusual en él—. Al menos lo intentó. Eso cuenta, ¿no?

Harry asintió, sintiendo un peso inexplicable sobre sus hombros. Se inclinó hacia la tumba, cerrando los ojos por un momento. El sacrificio de Sean, aunque trágico, le había dado algo que Voldemort nunca podría comprender: la capacidad de amar, incluso hasta el punto de la autodestrucción.

—Espero que estés en paz ahora, Sean —murmuró Harry, con el corazón pesado—. Y espero que, de alguna manera, puedas perdonarte por lo que sucedió.

El viento comenzó a soplar con fuerza, como si el cementerio mismo respondiera a sus palabras. Un susurro suave, apenas audible, parecía flotar en el aire, y durante un instante, Harry sintió que Sean había escuchado. Como si su espíritu, después de tanto tiempo, hubiera encontrado alguna forma de redención.

ME AND THE DEVIL; tom riddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora