Capítulo V

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Año 126 d.C: Debate entre la vida y la muerte

Daenerys ya había cumplido veintidós años, y aunque sus facciones seguían siendo delicadas y hermosas, había algo apagado en su mirada. Su cuerpo, ahora más curvilíneo, mostraba una madurez que contrastaba con la tristeza y el cansancio que arrastraba. Las visitas de Rhaenyra se habían vuelto aún más esporádicas, y cuando ocurrían, Daemon siempre estaba presente, vigilando cada palabra, como si temiera que Daenerys revelara algo que no debía.

Ella pasaba largos momentos contemplando el océano desde los ventanales de la fortaleza, soñando con ver más allá de las aguas. Había explorado cada rincón de Rocadragón, y ya nada de ese lugar le ofrecía consuelo.

Una tarde, mientras ambos observaban el horizonte, Daemon rompió el silencio:

— En dos días se anunciará el compromiso de mis hijas con los príncipes de Rhaenyra. —dijo sin apartar la vista del mar.

Daenerys, sin sorprenderse, asintió. Las gemelas, apenas con diez años, ya estaban comprometidas. Pensó en lo joven que había sido cuando se casó con Khal Drogo y como la vida a veces era injusta.

— Lo sé. —respondió con voz tranquila.

— Ven con nosotros, a Desembarco del Rey. —sugirió Daemon, su tono sereno pero cargado de intención.

Daenerys lo miró con detenimiento, intentando leer más allá de sus palabras. Sabía que su presencia en la corte levantaría preguntas y suspicacias. No podía evitar preguntarse por qué, después de tanto tiempo, él quería que ella fuera con ellos.

— ¿Y quién se supone que seré? —preguntó, frunciendo el ceño. Sabía que su posición en este tiempo era ambigua, y la corte no perdonaría a una desconocida, aunque fuera una Targaryen.

Daemon giró su rostro hacia ella, sus ojos oscuros reflejando la luz del atardecer.

— Eres una Targaryen. Eso basta. —dijo, con esa arrogancia que siempre lo acompañaba.

— No será suficiente. La corte se preguntará de dónde he salido, quién soy en realidad. —contestó Daenerys, firme.

Daemon dio un paso hacia ella, más cerca de lo que esperaba.

— Les daremos una historia. Serás una pariente lejana, una Targaryen olvidada. —La sonrisa en su rostro mostraba cuán dispuesto estaba a moldear la verdad a su conveniencia.

Daenerys lo observó en silencio. Parte de ella se sentía tentada a dejar atrás Rocadragón, a ver de nuevo el mundo, pero también sabía que un movimiento en falso podría desencadenar algo inesperado.

— Y si descubren la verdad... —murmuró, con la mirada fija en el océano.

— No la descubrirán. Mientras estés bajo mi protección, nadie se atreverá a cuestionarte.

Daenerys mantuvo su mirada en el océano, sus pensamientos tan agitados como las olas que rompían contra las rocas. La propuesta de Daemon resonaba en su mente, pero no era tan simple. Aunque él le ofreciera su "protección", sabía que las cortes de Poniente eran un nido de serpientes, y su presencia podría desatar rumores que pondrían todo en peligro.

— Bajo tu protección... —repitió lentamente, casi en un susurro, sin mirarlo. — Pero, ¿qué me garantiza que no soy solo otra ficha en tu juego, Daemon? —le preguntó finalmente, con un tono afilado.

La Danza de Los SiglosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora