Capítulo IV

281 23 0
                                    


Año 121 d.C: El año de la llegada de Daenerys.

La llegada de Daenerys Targaryen desde un futuro lejano, un futuro que ya no podía garantizarse, fue uno de los eventos más extraños y ocultos de ese año. El año 121 d.C. marcó un punto de inflexión en la historia de los Targaryen y de Westeros, aunque nadie fuera de Roca Dragón sospechaba el impacto que esa mujer de mirada decidida traería consigo.

En el Norte, como Daenerys ya sabía, Cregan Stark se había convertido en el nuevo Señor de Invernalia. Su juventud y su férrea determinación eran temas recurrentes en las noticias que llegaban del Norte. Aunque los detalles de su ascenso al poder eran información conocida por ella, escuchar los rumores confirmados le dio una extraña sensación de familiaridad en un tiempo que le era ajeno. Sabía que, en el futuro, Cregan Stark jugaría un papel crucial en la Danza de los Dragones, pero aún no era el momento de interferir.

Daenerys, recién llegada de su caótica línea temporal, se encontró en un mundo que era a la vez familiar y extraño. En el pasado, conoció a hombres y mujeres de casas nobles que en su tiempo ya no existían o habían caído en desgracia. La diferencia más impactante fue ver dragones que nunca antes había visto. Caraxes, el feroz y alargado dragón de Daemon, y Syrax, el majestuoso y dorado dragón de Rhaenyra, eran criaturas que ella había oído mencionar pero nunca había tenido la oportunidad de conocer. Acostumbrada a sus propios dragones -Drogon, Viserion y Rhaegal-, estos nuevos dragones despertaban en ella un sentido de asombro y melancolía. Verlos vivos y saludables contrastaba dolorosamente con el recuerdo de la muerte de sus propios compañeros dracónicos.

Para evitar levantar sospechas o crear rumores sobre su enigmática aparición, Daenerys permaneció casi en reclusión en Roca Dragón, una fortaleza que había sido su hogar en otro tiempo, pero que ahora parecía un lugar diferente. Aunque compartía la fortaleza con Daemon, ambos mantuvieron la distancia en cuanto a sus aposentos. Daemon, siempre enigmático y libre, mantenía sus propios ritmos, y aunque la presencia de Daenerys le intrigaba, nunca le imponía su compañía de manera constante.

Daemon Targaryen era un hombre al que le costaba permanecer en un solo lugar durante mucho tiempo. Tenía el alma de un aventurero y un guerrero, por lo que sus viajes frecuentes lo mantenían lejos de Roca Dragón durante días, a veces semanas. Estos viajes, a menudo sin explicación, dejaban a Daenerys sola en la fortaleza. Al principio, no le importaba. La vastedad de Roca Dragón la entretenía. Cada rincón que exploraba despertaba en ella recuerdos distantes, pero también le revelaba detalles nuevos, cosas que nunca había visto o que habían cambiado con el paso de los siglos.

Los salones vacíos, las torres que se elevaban sobre el mar embravecido, y los antiguos aposentos de los Targaryen -todos estos lugares guardaban una magia diferente en esta época. Aunque las paredes de piedra eran las mismas, había una frescura en el ambiente que no existía en el Roca Dragón que ella conocía en el futuro. Aquí, todo estaba lleno de vida, de historia aún por escribirse.

La relación de Daenerys con Rhaenyra también comenzó a crecer durante este tiempo. Al principio, la princesa se mostraba cautelosa con la recién llegada, pero pronto se forjó un vínculo de confianza entre ambas mujeres. Rhaenyra, ansiosa por asegurar su lugar como heredera, a menudo buscaba el consejo de Daenerys, aunque nunca llegaba a preguntarle sobre su futuro directamente. Sabía que la información que Daenerys guardaba era peligrosa, pero su presencia era tranquilizadora. Eran visitas esporádicas, cada dos meses, pero suficientes para que ambas comenzaran a trazar estrategias y a fortalecer su alianza.

Para Daenerys, esta relación con Rhaenyra era esencial. Sabía que, en su tiempo, el legado de Rhaenyra se perdería entre las traiciones y la ambición. Quería evitar, en la medida de lo posible, el mismo destino. Sin embargo, mantener esa calma exterior no siempre era fácil. En el fondo, la urgencia de cambiar las cosas la carcomía. ¿Cuánto podía alterar el futuro sin destruirlo por completo?

La Danza de Los SiglosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora