Sus miradas se cruzaron con una complicidad que ambos podían interpretar sin necesidad de palabras. Era como si el silencio entre ellos hablara más fuerte que cualquier intercambio verbal. Finalmente, fue Daemon quien rompió ese hilo invisible de tensión creciente.—Tendrás que quedarte a dormir aquí. Será complicado que salgas ahora, mañana veremos cómo hacerlo —dijo con una voz firme que sonaba más a una orden que a una sugerencia.
Las palabras de Daemon golpearon el orgullo de Daenerys, que no estaba acostumbrada a recibir órdenes, mucho menos de un hombre. Se había forjado en la independencia, en tomar sus propias decisiones. Sin embargo, sabía que tenía razón. Dejar la habitación ahora sería un riesgo innecesario.
—Puedo dormir aquí —indicó ella en un tono casi inaudible, señalando el sofá con una mano, sin ocultar del todo la molestia que sentía.
Daemon arqueó una ceja, divertido por la sugerencia. «¿Por qué no compartir la cama?» pensó, aunque no lo dijo en voz alta. Había algo en la fría distancia que Daenerys estaba imponiendo que lo intrigaba, pero también lo decepcionaba. No podía evitar admirar su belleza, su fortaleza, y la idea de compartir la noche con ella le resultaba más que atractiva. Sin embargo, optó por respetar esa distancia, al menos por ahora.
La noche fue larga para ambos. Daenerys, arropada con una pesada cobija que Daemon le había dado, sentía el frío colarse por cada rendija de su vestimenta y la incomodidad del sofá apenas le permitía conciliar el sueño. Su mente, siempre activa, pensaba en cómo se desarrollaría el día siguiente. Rhaenyra sería una pieza clave en todo esto, de eso no tenía dudas. Tendría que encontrar la manera de acercarse a ella, de ganarse su confianza sin levantar sospechas. Sin Rhaenyra de su lado, el plan de evitar la tragedia podría desmoronarse antes de siquiera comenzar.
Por otro lado, Daemon tampoco podía dormir. No estaba acostumbrado a compartir sus aposentos con nadie, ni siquiera durante su matrimonio con Laena. La presencia de Daenerys en la misma habitación era una distracción que no había anticipado. Su mente seguía rondando la posibilidad de tenerla más cerca, pero la distancia que ella había marcado con su elección de dormir en el sofá lo mantenía en su lugar, aunque no sin cierta frustración. La belleza de Daenerys, su porte altivo, eran cualidades que lo atraían más de lo que estaría dispuesto a admitir.
La noche avanzó lentamente, hasta que finalmente los primeros rayos del amanecer comenzaron a asomar por las ventanas, llenando la habitación de una luz tenue. Un nuevo día había comenzado, pero el peso de la noche aún se sentía en el aire.
Ambos estaban despiertos, y aunque no intercambiaban muchas palabras, la tensión en la habitación era evidente. Daenerys se levantó, con ojeras marcadas y una expresión que denotaba el cansancio acumulado. Sus manos, algo temblorosas, intentaban acomodar los mechones sueltos que habían escapado de sus trenzas durante la noche.
Daemon, aunque más relajado, también mostraba signos de haber tenido un mal descanso. Se levantó con lentitud, estirándose mientras evaluaba la situación. La mañana estaba cargada de silencio, roto solo por sus pasos sobre el suelo de piedra.
—Rhaenyra llegará a Roca Dragón hoy —murmuró Daemon, con una calma que no reflejaba del todo el nerviosismo interno que sentía—. Será el momento de hablar con ella.
Daenerys asintió lentamente, tomando aire para controlar el ligero nudo de nervios que comenzaba a formarse en su estómago. Sabía que Rhaenyra sería clave en todo esto, una pieza crucial. Tenía que ganarse su confianza, pero la idea de enfrentarla la intimidaba más de lo que quería admitir.
Pasó los minutos siguientes en los aposentos de Daemon, sentada frente a su espejo, tratando de darle algo de orden a su apariencia. Sus manos trabajaban con cuidado para ajustar su cabello, mientras su mente estaba en otro lugar, anticipando el encuentro. No era solo la importancia del momento, sino la idea de conocer a la mujer que había sido una leyenda en su tiempo, la que la hacía sentir un peso invisible sobre sus hombros.
Daemon había salido por unos momentos, y cuando finalmente regresó, no estaba solo. La puerta se abrió lentamente, y detrás de él entró la figura imponente de Rhaenyra Targaryen.
El silencio que siguió fue denso, cargado de una mezcla de curiosidad y estudio. Ambas mujeres se observaron detenidamente, de pies a cabeza, como si estuvieran evaluando algo más allá de lo evidente. Los ojos violetas de Rhaenyra se entrecerraron levemente mientras examinaba a Daenerys, quien se mantenía firme bajo su escrutinio, aunque su corazón latía más rápido de lo habitual.
Rhaenyra era más alta que Daenerys, con una presencia casi intimidante. Su cabello color plata caía en trenzas ligeras sobre sus hombros, y su piel, tan pálida como la de Daemon, brillaba bajo la luz tenue de la habitación. Llevaba un vestido de terciopelo morado, adornado con joyas y anillos que brillaban con cada movimiento. Se notaba que era una mujer de poder y autoridad.
—Te lo dije, Rhaenyra —intervino Daemon, rompiendo la conexión silenciosa que había entre ambas.
Rhaenyra desvió la mirada de Daenerys, dirigiéndose hacia su tío por un instante, antes de volver a enfocarse en la joven frente a ella.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó finalmente Rhaenyra, su voz grave y serena, con una autoridad innegable.
—Daenerys Targaryen —respondió Dany con calma, aunque por dentro sentía el peso del momento.
El nombre pareció resonar en el aire, y Rhaenyra inclinó la cabeza, como si estuviera procesando aquella revelación. Lo que siguió fue una conversación similar a la que Daenerys había tenido con Daemon. Esta vez, sin embargo, todo fue mucho más rápido. Rhaenyra, curiosamente, parecía aceptar lo que escuchaba con más facilidad de lo que Daenerys había anticipado. Tal vez, pensó, el vínculo de sangre era más fuerte de lo que imaginaba.
Daemon y Daenerys habían acordado previamente no revelar demasiados detalles sobre el futuro a Rhaenyra. La responsabilidad de actuar con la información recabada recaería principalmente en ellos dos. Por ahora, su objetivo era ganarse la confianza de la princesa y asegurarse de que se convirtiera en una aliada.
Rhaenyra, por su parte, permanecía callada, escuchando cada palabra de Daenerys sin interrumpirla, asimilando la magnitud de lo que estaba sucediendo. Pero aunque aceptaba la historia, aún había una tensión palpable en el aire, una incertidumbre flotando entre ellas. El peso del pasado y el futuro colisionando en una sola habitación parecía demasiado grande para ignorar.
Finalmente, Rhaenyra cruzó los brazos, su mirada oscurecida pero reflexiva.
—Si eres realmente quien dices ser —dijo, su tono suave pero peligroso—, entonces tendremos mucho de qué hablar. Y más aún, mucho que hacer.
Daenerys con sus palabras embono una ligera sonrisa complaciente que los tres en esa habitación compartían, ambos pensando en la victoria de su propia guerra: Daenerys la guerra del futuro y Daemon y Rhaenyra la guerra de su presente.
No saben lo ansiosa que estoy por explorar más allá de la historia que ya creo George, me gustaría resumir un poco cómo estuvo la Danza de Dragones en esta historia alterna ficticia en el siguiente capítulo y para ello me gustaría destacar dos puntos importantes:
1. En el tiempo en qué se está desarrollando la historia aún está vivo Leanor Velaryon el esposo de Rhaenyra Targaryen.
2. Por tanto con lo anterior doy por entendido que el tiempo más o menos en qué se está desarrollando la historia es después del fallecimiento de Leana Velaryon, por tanto no existe una relación entre Rhaenyra y Daemon «aún.»
Me gustaría saber si les está gustando, me inspiran demasiado sus votos y comentarios, gracias.
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La Danza de Los Siglos
Ciencia Ficción¿Qué habría sido del futuro de los Targaryen si la Danza de los Dragones hubiera ocurrido de manera diferente? Esta es una historia alternativa al final de la saga "Canción de Hielo y Fuego" y las series "Game of Thrones" y "House of the Dragon". La...