Se cumplieron tres días después de la herida, al príncipe seguido le daban ataques de ansiedad. A Ahuadi no le importaba en absoluto. Las leonas, y escoltas de la manada, lo juzgaban, sin embargo, casi nadie, excepto sus amigas, le hacían caso. En muchas ocasiones intentaba escapar al cementerio de elefantes, con sus amigas, las hienas, pero su hermano o sus amigas leonas lo detenían.
Cuándo se habían cumplido dos días, escapó al cementerio de elefantes, sus amigas no estaban, pero su hermano lo siguió a escondidas.La noche cayó y ellos seguían allí, era un lugar frío, después de rato, comenzó a llover, el cachorro no hizo nada para moverse y refugiarse de la lluvia.
Mufasa salió de su escondite y se acurrucó encima de su hermano para taparlo.
- Todo estará bien - dijo Mufasa. Taka comenzó a llorar.
Cinco días habían pasado desde el "Pequeño incidente" con las hienas. Taka tenía una herida, ahora, en el ojo con sangre el no se podía limpiar solo con la lengua ni con su pata, sabía que se le podía infectar.
El príncipe estaba acostado, llorando, la marca aún estaba roja, y sangrada. Estaba enroscado en si mismo. Unas patas enormes y cálidas rodearon su pequeño cuerpo. No se interesó en mirar quién era.—¿Tiene otro ataque de ansiedad? —. Preguntó Mufasa, algo preocupado. Sus cejas estaban arqueadas.
—No se siente muy bien —. Dijo una voz familiar -, será mejor que no lo molesten el día de hoy.
—Está bien —. Sarafina y Sarabi dijeron al unísolo.
Scar, solo escuchó las pisadas irse. —Ya no están aquí —. Dijo la voz familiar. Finalmente el príncipe se desconozcó, era Azzai, la mamá de Sarafina. Era una leona muy noble, con mirada cálida y tranquilizante. Estaba triste.
—No deberías estar aquí. Ya sabe. Mi padre le va a hacer daño.
—No me importa lo que diga el rey. Se que quién es. Pero no voy a dejar que uno de sus hijos muera de depresión por culpa suya —. Sus ojos verdosos reflejan cierta empatía —. Mira, Uru está afuera, sabemos que estuvo muy mal haberte juntado con hienas. Pero no es tu culpa que los leones y las hienas estén en guerra.
»Tu padre estuvo también mal en haberte herido de esa gravedad —. De un rostro algo severo, pero con una pizca de ternura, pasó a ser sereno —. Deberías salir a jugar. No necesariamente con tu hermano, con Sarabi o mi hija. Estar tu solo, caminar por las praderas —. Su vista se dirigió a otro lugar —. Pero tú herida sigue fresca —, murmuró para sí misma—, y corres muchos riesgos —se volvió a él —. En unos días lo podrías hacer. En lo que se cierra un poco la herida.
Scar le dibujó una sonrisa. Ella se la devolvió. Scar la abrazó y le agradeció. Ambos sintieron el caluroso abrazo de amor.
—Ahora -, dijo Azzai —. Tengo que bañarte. Tu padre no te ha bañado, y tampoco es buena idea que lo haga el. Y mucho menos porque no sabe cómo bañar a un cachorro.
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Antes del rencor y la muerte
FantasíaEn esta lectura se relata la historia de Scar, el primogénito del gran rey Ahuadi y la gran y respetable reina Uru. El pequeño león pasó obstáculos, que, poco a poco, su corazón bueno que tenía se fue tornando obscuro, rencoroso y vengativo.