Capítulo 41

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"La verdadera crueldad, es... Darle a los monstruos una gran belleza, para atraerte tanto, que olvidas lo inhumano que suelen ser" -Shein.

El plan resultó salir como esperábamos. Luego de hablar con el mayor alemán. Dejé la gala. Sin huellas, sin pistas, fuí un fantasma. Desde entonces, he oído que buscan a una mujer de piel morena, con templo esculpido en vez de cuerpo. Ojos negros atrayentes e hipnóticos. Seguridad y frialdad magnífica.

Buscaban a la muñeca

La cuál....

Se encontraba entrenando en el patio de su casa

Lanzar dagas, cuchillos, se había convertido en algo que me ayudaba a concentrarme. La punta de filo, sujetada por las llenas de mis dedos. El mango apuntando a mis pies. Mi postura firme, a unos metros, una tabla llena de cortes me aguarda. Elevo mi mano y apunto antes de lanzar. Mido el ángulo, la fuerza, el viento soplando en dirección opuesta a mí objetivo. Inhalo y exhalo.

Soltando el arma, que no tarda en clavarse en la madera. Templado. Tomo dos bocanas más para ir a la mesa que pedí traer. Sujeto tres cuchillos y repito la acción seguida. Uno, dos, tres tiros atinados.

La camiseta negra de algodón se mueve, mis pies cubiertos por zapatos de goma. Un short de licra del mismo tono que la blusa. Mi cabello suelta latigazos a causa del viento. Hoy, no soy la muñeca. No soy empresaria. Ni agente. Ni socia. Simplemente yo. Quería sentirme algo normal. Calmar mis dudas. Despejarme un poco.

Claro que, el hecho de no estar firmando, planeando atentados, invasiones, derrumbando tráficos, no implica que no deba practicar. Además, de una extraña forma. Me acostumbré a las balas y a la pólvora.

-Señorita, su madre -anuncia uno de mis escoltas.

Miro en dirección de la puerta donde mi madre está mirándome. Se sostiene con ayuda de su bastón y empieza a venir hasta mí. Mis hombres se dispersan, dejándome con la mujer que amo con todo mi ser.

-Mamá -saludo.

-Shein -dice con tono suave pero frío.

Un silencio incómodo nos cubre. Mamá suele ser conversadora, extrovertida si así lo quiere. Sin embargo, conmigo, es cómo si jamás hubiéramos tenido una relación. O algo que nos uniera.

-¿Cómo estás? -pregunto para mirar el suelo.

-Muy bien, hija -acaricia mi cabello para acunar mi mejilla en su mano-. Has estado perdida.

-Conoces el motivo -le sonrío leve.

-Si y por eso no tocaré más el tema -me deja para alejarse un poco. Sus ojos me estudian, recorre mis brazos, mis piernas, mis facciones y tuerce un poco los labios-. Ya no eres la niña de hace unos años -le disgusta lo que soy.

-He cambiado un poco -me defiendo sin elevar la voz o mostrar decepción ante sus palabras.

-Tanto que.... -deja la oración al aire-. Nada, mejor te digo a lo que vine.

-Tanto que me convertí en una asesina -termino lo que ella no quiso-. Lo hubieras dicho, no me molesta.

-Dije que no iba a tocar el tema -ataca a la defensiva-. Vine a decirte que iremos a conocer Amsterdam. Para que no te alarmes si no nos encuentras.

-¿Iremos? -digo con algo de entusiasmo.

Cuando era niña, solíamos hablar mucho sobre conocer y explorar el mundo. Viajar en tren por toda Europa. Convivir en familia.

-Tus hermanas y yo nos vamos mañana -comenta y mi ánimo decae un poco-. Y sí, vendrán los escoltas, ya sabemos.

-Oh -un balazo hubiera dolido menos-. Siempre y cuando no llamen la atención o las relacionen con los cárteles, estoy tranquila.

2:Argent [El origen de la muñeca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora