Onceavo caballero: El Peso del Sacrificio

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Eloísa no recordaba con exactitud lo que había pasado durante el transcurso de aquella larga noche. Se había pasado de copas en el bar de la organización, al punto de no ser capaz de llegar ilesa a su cuarto. Se sentía con el corazón roto. En ese momento, no quería nada de nadie y mucho menos hacer algún trabajo extra. En sus pensamientos, sabía claramente que era un comportamiento infantil, pero sentía que, si no lo dejaba salir, jamás podría superarlo. Las emociones reprimidas en su distrito eran el pan de cada día para las mujeres. En su borrachera, recordó pequeños malos momentos de su inexistente infancia: a los cuatro años, sus padres la golpeaban para que no hiciera ruido; a los siete, una vez aprendido a leer y escribir, su educación se daba por terminada y debía aprender a ocultarse de los depredadores y a ser una experta en las labores domésticas; a los trece, la obligaron a casarse con un hombre veinticinco años mayor que ella, a cambio de abastecimiento para sus hermanos menores; a los catorce, aprendió a maquillarse para tapar los moretones; a los quince, nació su hija; y a los veinte, llegó él.

Eloísa: Ugh...

La cabeza le daba vueltas, su estómago era un revoltijo de licores, sin mencionar las demás molestias.

Noir: Ten cuidado, tienes una vía venosa puesta.

Eloísa no pudo ocultar su sorpresa al ver que Noir estaba a su lado. Sentía su corazón palpitar a mil por hora, tanto por estar junto a él como por la vergüenza que le provocaba su deplorable estado.

Eloísa: ¿Dónde estamos?

Noir: En la enfermería. Aproveché para recostarte y ponerte suero. Eso hará que tu resaca mañana sea inexistente. Deberías descansar, la noche es larga.

Eloísa: ... ¿Por qué me rechazaste?

Noir: No me hagas repetirlo, no siento nada por ti.

Eloísa: Eso...

Antes de terminar su frase, Eloísa vomitó. Noir rápidamente acercó un recipiente para evitar que la enfermería se convirtiera en un desastre. Ella se aferró con ambas manos al objeto, mientras Noir sujetaba su cabello.

Noir: Llevamos más de diez años juntos y, en todo este tiempo, deberías saber tanto como yo que no eres buena bebiendo. Si querías hacer un berrinche, pues lo lograste.

Eloísa, tras expulsar todo lo que tenía en su estómago, se sentó en la cama, aún aferrada al recipiente, sin querer mirar a Noir por la vergüenza.

Noir: Bien, al menos ya me aseguré de que no te ahogarías con tu propio vómito. Tengo cosas que hacer, hasta mañana, Eloísa.

Eloísa: ¡¿Por qué mientes?!

Le exclamó mientras Noir se alejaba. Su acusación fue tan contundente que lo hizo detenerse. Irritado por la "difamación", Noir volvió a mirarla y, con tono firme, respondió:

Noir: ¿Mentir en qué exactamente? Me pareció que fui muy sincero en mis respuestas. No te amo, nunca te he amado y jamás amaré a alguien. Soy un hombre sin corazón; si lo tuviera, nunca habría llegado hasta aquí, y lo sabes. Las cosas que he tenido que hacer por este asqueroso lugar...

Eloísa: He estado contigo desde que comenzaste con todo esto. Fui la primera en seguirte, estuve cuatro años a tu lado antes de que apareciera ese gorila mugroso. Y ¿sabes? Puedo decir que eres un maldito mentiroso y un bastardo contradictorio.

Noir: Oh, me alegra saber que aún tienes el valor de decirme esas cosas.

Noir lanzó una risa sarcástica y se cruzó de brazos, observando a Eloísa con la mayor frialdad. Se mantuvo a una distancia prudente, y con la intención de destruirla verbalmente, preguntó:

Entre Sombras y CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora