6:00 A.M. La luz del sol atravesó los vidrios de las grandes ventanas del apartamento, recorrió el piso, eliminando las sombras, y subió hasta Vincent, llenando de vida la habitación.
Me encontraba caminando por la calle con un par de hojas en blanco y un esfero, intentando encontrar alguna inspiración. Las calles estaban tranquilas: poca gente, pocos seguidores y pocos autos también.
En esta banca encontré lo que alguna vez busqué. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer:
El sol se ocultaba, ella esperaba, la conversación se tornaba tensa. Un grito llevó a otro, y en menos de un minuto todo se rompió. Los platos volaron por el aire, la comida se derramó en el suelo. Pero fue un mensaje lo que colmó el vaso: un mensaje de otra mujer. Ella, furiosa, empacó sus cosas y se marchó.
Corrí. Sabía que tenía que alcanzarla. De repente me tropecé con un hombre que vendía flores y, de paso, compré un ramo de girasoles. Seguí corriendo hasta que un mensaje me detuvo: "Me cansé de ti. No te quiero volver a ver."
Paré. Recuperé el aliento lentamente y me senté en la primera banca que encontré.
Una hermosa mujer apareció llorando y se sentó a mi lado. No me había notado; en su mente todo parecía un caos. Mi corazón empezó a latir con fuerza y, sin explicación alguna, la saludé. Le di el ramo y le dije:
—Todo va a estar bien.
Ella no respondió y me abrazó. Tan fuerte como si fuera la primera vez que lo hacía.
Esa noche se quedó en mi casa. Al día siguiente se fue a vivir con unos tíos... y no la volví a ver.
Stephen se levantó de la banca y comenzó a caminar. Miró hacia el frente y se cruzó con un grupo de personas. Rápidamente se cubrió el rostro con la capucha de su abrigo y empezó a caminar con prisa. Durante todo el trayecto mantuvo su cara oculta, hasta llegar al edificio donde vivía.
No quiero dar autógrafos ni fotografías. No, en este momento no.
Subí por el ascensor y llegué al piso diecinueve.
—Hola, Vincent. Volví.
—Stephen, ¿qué tal tu mañana?—su voz fue un susurro en el aire.
¡Sí! Tengo algunas ideas para empezar.
Me quité el abrigo, me senté frente al escritorio, tomé la computadora y empecé a escribir.
Las letras que tecleaba formaban palabras que construían una historia. Pequeños fragmentos que componían una obra. Vincent sonrió sutilmente al ver cómo Stephen encontraba inspiración.
Las horas pasaron, y Stephen no dejó de escribir hasta que la noche cayó.
—Bueno, esto es todo por hoy. Voy a bañarme antes de acostarme. Ya vuelvo.Entré al baño y me desvestí completamente. Me miré por unos segundos en el espejo y cerré los ojos. Entré a la ducha con lentitud y abrí la llave. El agua descendió por mi cuerpo y mis pensamientos se perdieron:
Estaba en un campo de girasoles. Hermosas figuras amarillas, con sentimientos profundos que no se quedan solamente en una pieza de la naturaleza. Es una sensación. Es arte.
Isabella emergió de lo profundo del campo y lentamente tomó mis manos. Me miró y se acercó a mis labios.
—Stephen... -fue apenas un susurro en el aire.
Tomé un girasol, dispuesto a entregárselo.
—Stephen... —cada vez sonaba con más intensidad.
Ella me miró y, en el silencio, escuché su corazón latir. Lentamente. Tan lento que en un par de segundos se detuvo.
—Stephen... —Abrí los ojos. Escuché cómo Vincent me llamaba.
Me coloqué una toalla y salí del baño.
Al llegar a la sala, escuché que alguien golpeaba la puerta con insistencia. Abrí, y del otro lado se encontraba un oficial de policía.
—Señor, tiene una semana para pagar el alquiler o será desalojado del edificio —dijo el hombre, sin mostrar ninguna expresión.
Pero... si hace poco pagué lo que debía.
—Según las facturas de pago, usted no ha pagado desde hace cuatro meses.
No pensé que hubiera pasado tanto tiempo. Antes de que se vaya...
—¿Dígame? —respondió el oficial, dando un paso al frente.
¿No quiere un autógrafo? ¿O algún saludo especial? No sé... ¿quizás una fotografía?
—No. Buenas noches —respondió, y se marchó.

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VINO TINTO
RomanceMe perdí tratando de encontrarte. Me encontré cuando ya no estabas. Y en la eternidad de un último sorbo, entendí quién era.