Capítulo 6

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¿Y ahora? 

¿Quién es el verdadero enemigo?


—¿Qué demonios...? —Liam fue el primero en romper el silencio, incrédulo, mientras sus ojos se estrechaban. Miró a Joey, sonriente—. No me digas que estos son tus preciados seguidores —luego se enfocó en los chicos, soltando el cuello del chico para ampliar ambas manos a los lados—. ¡Pero qué estupenda sorpresa! —Ironizó—. No saben cuánto me alegra que se hayan sumado a esta pequeña reunión justo ahora que estábamos hablando de ustedes.

Los tres chicos se miraron entre ellos. La incomodidad se hizo aparente en cada una de sus expresiones. 

Joey dio un paso atrás, casi tropezando. Se acarició el cuello con el nerviosismo aparente al ver a sus compañeros ahí. 

Nadie decía nada, como si todos estuvieran atrapados en un momento surrealista donde la verdad, el miedo y la traición se mezclaban en un solo segundo que parecía interminable.

—Pero hablen, no se queden callados —el pelirrojo insistió—. ¿Por qué han venido tan... inesperadamente? ¿Recibieron la llamada de auxilio telepáticamente de su querido camarada?

Uno de ellos, el chico de cabello oscuro y desordenado que nos miró fijamente en la cafetería, fue el primero en hablar, aunque su voz apenas era audible.

—Nosotros... —dudó, con sus ojos yendo de Liam a Joey, y luego a mí—. No esperábamos encontrarlos aquí. Solo queríamos... asegurarnos de que Joey no estuviera haciendo nada... peligroso apretó el mentón al decir eso último, enfocado únicamente en Joey, quien lo miró devuelta con una expresión que no denotó ninguna apacibilidad. 

Si no estaba mal, pude distinguir la culpa en cara.

Liam entrecerró los ojos, estudiando cada gesto y titubeo de esos cuatro. 

—¿Peligroso? —repitió, con una risa irónica que no alcanzó sus ojos—. Eso es gracioso viniendo de ustedes. Porque me parece que todos tienen demasiado interés en algo que, según dice su querido amigo, no tiene nada que ver con los cuatro. 

Con las manos en los bolsillos de su chaqueta se encaminó dos pasos más cerca a los tres, mirándolos atentamente. 

Una de las chicas se apegó a la otra. Sostuvo su brazo y desde aquí pude sentir como el nerviosismo le atajaba la paz. 

Rápidamente me acerqué a Liam. 

—Liam, basta —intervine en un susurro. También estaba nerviosa—. Sé como tú que hay algo raro aquí, pero enfrentarlos de esta forma no creo que nos ayude a resolverlo y entender. 

Liam apretó los puños, pero asintió lentamente, aunque su postura seguía tensa como un resorte a punto de estallar.

—Sí, algo raro... —repitió con sus palabras impregnadas de suspicacia. No me miró—. Yo pienso averiguar qué es a como dé lugar. Así que mejor empiecen a hablar, porque esta historia no termina aquí.

Me acerqué un poco más a él, enfocándome nítidamente en su rostro mientras susurraba en su oído: 

—¿Por qué...? ¿Por qué mejor no nos sentamos y platicamos el asunto de una forma más calmada?

—Eso no va a pasar —me interrumpió de inmediato, virando el mentón hacia mi rostro para acabar sonriéndome con una inquietud aparente que denegó por completo mi cuestionamiento antes de ser ofrecido a los otros.

Me lo esperé, pero aun así mi congoja no se rebajó. 

Todo empeoró. 

—Entren, mis hijos. Nadie se los va a comer —ofreció, con una sonrisa para nada genuina. 

¿QUIÉN NOS ACECHA?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora