Capítulo 7

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Aléjense...

Y váyanse lo más lejos que puedan...

Antes de que el demonio vuelva a despertar


La boquilla rota de la botella resbalaba de mis manos, pero ni siquiera sentí los cortes que se ocasionaron en mi piel debido al impacto. Ahora, algo que sí sentí, fue un pánico ensordecedor apretándome el pecho y envolviéndolo como un manto pesado a la vez que me preguntaba: ¿Qué fue lo que hice?

Mi respiración se aceleraba, el pulso se me disparaba y mi mente repetía la escena una y otra vez. 

Lo golpeé.

Lo derribé. 

¿Alcancé a matarlo?



Las voces en mi cabeza se hacían más fuertes, susurrando todas las posibilidades, todas las cosas horribles que podían suceder a partir de ahí. Mis piernas temblaban y por un momento sentí que me desmoronaría junto al cuerpo inmóvil de Liam.

Pero no podía dejarme caer. 

No ahora. 

No con este desastre en pleno acto. 

Me obligué a tomar una respiración profunda, sintiendo cómo el aire llenaba mis pulmones lentamente. Inhalé... exhalé. Lo hice de nuevo, esta vez más despacio, y poco a poco mis pensamientos comenzaron a alinearse. 

Me hinqué ligeramente y llevé mi mano derecha al pecho de Liam. 

Estaba respirando. 

Dios mío...

No lo había matado. 

Solo había perdido el control. Él había estado fuera de sí, a punto de hacer algo irreparable, y yo... yo había hecho lo que tenía que hacer para detenerlo.

Ahora no había tiempo para lamentaciones. Era cuestión de minutos, tal vez segundos, antes de que despertara. Si lo hacía y nos encontraba aquí, las cosas podrían empeorar. 

Todos debíamos salir de la cabaña cuanto antes.

Él no debería despertar aquí dentro para evitar que volviera a lo mismo. 

La chica menuda seguía en suelo, pero no cerca de Liam. Se arrastró con manos temblorosas hasta llegar a Joey intentando verificar si estaba bien. La chica a quien Liam le pegó la silla también se acercó a él. Iba en pie, pero tambaleante.

Josh le siguió, sobándose el cuello mientras veía fijamente al pelirrojo derribado frente a mí. 

Joey jadeaba en el suelo, aún sacudido por el golpe que recibió. No veía directamente a Liam, sino que su vista se enfocaba en el tinte rojizo que cubría sus manos tanto en la palma como el dorso. Estaba sangrando mucho. Pero no teníamos tiempo para verificar ni evaluar el impacto que tuvo.

Liam pronto despertaría, y cuando lo hiciera, no sabíamos cómo reaccionaría.

—Tenemos que irnos  —mi voz salió más fuerte de lo que esperaba, cortó el silencio como un cuchillo. 

Ellos tres voltearon a verme, pero el pánico que los invadía parecía cortarle la razón y el juicio. 

Tuve que gritar para sacarlos de ese pasmo y traerlos a la realidad:

¿QUIÉN NOS ACECHA?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora