Capitulo 12

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Tom Riddle había decidido aprovechar el buen clima inusual de febrero para dar una clase cerca del lago. Era una tarde soleada, y la nieve de los días anteriores comenzaba a derretirse, dejando la hierba mojada pero transitable. Los estudiantes nacidos de muggles, algunos ansiosos y otros desconfiados, se sentaron alrededor de Tom, atentos a sus palabras. A pesar de que oficialmente se trataba de una lección de etiqueta, la enseñanza iba mucho más allá. Tom tenía un plan más ambicioso: asegurarse de que estos estudiantes no solo se integraran en la sociedad mágica, sino que fueran excepcionales en ella.

— La etiqueta no es solo una cuestión de apariencia —les dijo Tom con su voz suave pero autoritaria—. Es cómo os ven los demás, cómo os movéis en un mundo que no os entiende. Pero también es el poder de manipular las percepciones a vuestro favor.

A su lado, Walburga Black, con su porte altivo, repasaba con algunos estudiantes la historia de las grandes familias mágicas, enfatizando la importancia de conocer el pasado para asegurar el futuro. Abraxas Malfoy, elegante y confiado, explicaba los rituales mágicos más comunes y su relevancia en la sociedad mágica tradicional. Orion Black, que solía mantener un perfil más reservado, se encargaba de las materias prácticas como encantamientos y transformaciones.

— Recordad —añadió Tom—, no basta con ser buenos en una o dos asignaturas. Debéis destacar en todas. Tenéis que ser los mejores, porque en este mundo, si no sobresalís, seréis apartados.

Walburga intercambió una mirada rápida con Tom. Ella sabía que, aunque hablaba para motivar, sus palabras tenían un trasfondo más profundo: formar un grupo leal y hábil, una generación que él podría moldear a su voluntad.

Tom se inclinó hacia un grupo que estaba practicando encantamientos bajo la supervisión de Orion.

— Más precisión —dijo al ver que uno de los estudiantes fallaba—. No es solo agitar la varita, es entender el propósito detrás de cada hechizo.

El estudiante asintió nervioso, repitiendo el hechizo con más cuidado esta vez. Al lograrlo, Tom sonrió levemente, un gesto raro en él.

Mientras la lección continuaba, Tom no pudo evitar notar que algunos de los estudiantes lo miraban con admiración. Había logrado capturar su atención y respeto, a pesar de que eran nacidos de muggles, aquellos a los que su antigua versión habría despreciado. Pero en esta vida, Tom tenía una nueva perspectiva, una nueva misión.

Al finalizar la clase, les hizo una última advertencia.

— Lo que os enseñamos aquí es solo el comienzo. Lo que hagáis con este conocimiento dependerá de vosotros, pero recordad siempre: no dejéis que nadie os subestime. Seréis parte de algo más grande, si lo deseáis.

Mientras los estudiantes se marchaban, Walburga se acercó a Tom.

— Les estás dando demasiado poder —murmuró ella en voz baja—. Algunos podrían volverse en nuestra contra.

Tom la miró, sus ojos fríos como el lago a sus espaldas.

— No se volverán en nuestra contra. No si los controlamos bien. Y si alguno lo intenta... sabremos cómo lidiar con ellos.

Abraxas, que había estado escuchando, asintió en silencio. Orion simplemente siguió caminando, pensativo. Tom tenía un plan para todo, y ellos lo sabían.

La lección junto al lago había sido solo una pequeña parte de su estrategia. Mientras el sol se ocultaba, Tom ya estaba pensando en los siguientes pasos.

Los días se volvieron largos y tensos para Tom, quien, aunque mantenía una expresión fría e impenetrable, comenzaba a sentir el peso de las agresiones que los sangre pura le lanzaban. Cada día sus libros aparecían destrozados, sus pergaminos quemados, y las burlas sobre su "traición" a la pureza de la sangre se hacían más insistentes. Aún así, no había permitido que eso lo distrajera de su misión. El conocimiento y el poder estaban por encima de las provocaciones infantiles de sus compañeros, o al menos eso intentaba convencerse a sí mismo.

Mamá no me dejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora