Daddy. (HeeJake)

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JAKE

A media noche de mi admisión involuntaria a mi propio infierno personal, de alguna manera me las había arreglado para vomitar lo que estaba bastante seguro que era todo dentro de mí.

Al final, había renunciado a salir del baño y acepté mi destino viviendo en el piso junto al inodoro, para siempre.

A pesar de mis mejores intentos por deshacerme de Heeseung, seguía viniendo para hacerme beber agua y me preguntó si necesitaba algo.

Las primeras veces, le dije que sí, que necesitaba que se fuera a la mierda. Ahora estaba bastante seguro de haber expulsado cada gramo de mi sarcasmo junto con todos mis fluidos corporales.

Las náuseas ni siquiera eran lo peor.

El cuerpo doliendo y la sensación de que la sangre en mis venas está diez grados más caliente de lo que debería haber sido fue peor que cualquier mal viaje en el que haya estado.

Cada diez minutos más o menos, me abrumaba la absoluta certeza de que me estaba muriendo, y saber que eventualmente pasaría no hizo mucho.

—Aquí —dijo Heeseung, entrando al baño justo cuando otra oleada de náuseas me asaltó. Al menos ya no estaba saliendo nada más que bilis. Cuando finalmente miré hacia arriba, me estaba haciendo una mueca de simpatía y sosteniendo una taza de lo que asumí que era té—. La menta te aliviará el estómago. 

—No creo que quiera que lo calmen, creo que quiere dejar mi cuerpo —murmuré, tomando la taza de mala gana.

—Prueba un poco.

Tomé un sorbo, aliviado cuando logré mantenerlo dentro durante más de cinco segundos, y me hundí contra la pared.

—Gracias, supongo.

Se sentó en el borde de la bañera y yo estaba demasiado agotado para discutir sobre no querer compañía mientras vomitaba.

—¿Cómo te sientes?

Le di la mirada más sucia que pude reunir.

—Como si me hubieran exorcizado. 

Soltó una carcajada.

—Te diría que esto es lo peor, pero estaría mintiendo. La verdadera diversión vendrá unas cuarenta y ocho horas después de tu última bebida, así que diría que todavía nos queda un buen rato.

Gemí, dejando caer mi cabeza hacia atrás contra la pared de azulejos. Fue una decisión de la que me arrepentí de inmediato.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? 

Echó un vistazo a su reloj. ¿Quién aún usaba uno de esos? Taehyung lo hizo, pero era solo otra excusa para mostrar cuánto podía pagar de más por esa mierda.

—Aproximadamente doce horas.

—¿Solo eso? —Pregunté con incredulidad.

—Sí, el tiempo tiene una forma de arrastrarse estos primeros días.

—Suenas como si estuvieras hablando por experiencia.

—He estado en bandas de forma intermitente desde la secundaria —dijo rotundamente—. Créeme, no eres el único al que he visto pasar por la abstinencia.

—Por suerte, tengo un experto —dije, acercando las rodillas a mi pecho.

—Al contrario de lo que probablemente piensas, no estoy aquí para torturarte —dijo, suavizando la voz—. Esto no tiene por qué ser una pesadilla.