Capítulo 20: Reclamaciones y Encuentros

47 5 0
                                    


Christopher estaba sentado en la sala de su nueva casa, observando el jardín a través de los grandes ventanales. A pesar del caos que los rodeaba, ese rincón le daba un poco de paz. Sabía que los problemas con la prensa y la amenaza latente de Alejandro no iban a desaparecer fácilmente, pero lo único que le importaba era proteger a Dulce y sus hijos.

Justo cuando estaba a punto de levantarse para revisar cómo estaba Dulce, escuchó la puerta abrirse de golpe.

— ¡Christopher! —la voz de Anahí, su hermana, resonó con fuerza, haciendo que girara rápidamente—. ¿Qué demonios está pasando? —sus ojos estaban llenos de ira mientras lo miraba fijamente.

— Anahí, no grites, por favor —intentó calmarla Christopher, pero su hermana no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente.

— ¿No grite? ¿Cómo me pides que no grite cuando veo en todas partes que mi hermano está metido en un escándalo? ¡Están destrozando a nuestra familia! —Anahí cruzó los brazos, visiblemente indignada—. ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Vas a esconderte detrás de Dulce para siempre?

Christopher suspiró, sabiendo que la conversación no iba a ser fácil.

— No estoy escondiéndome, Anahí. Sabía que habría consecuencias, pero esto... no me importa lo que diga la prensa. Lo único que me importa es Dulce y nuestros hijos.

— ¡Eso es precisamente lo que no entiendes! —exclamó Anahí, llevándose las manos a la cabeza—. No se trata solo de ti y de ella. Toda la familia está bajo el escrutinio público. ¡Nos están arrastrando a todos!

Christopher frunció el ceño, molesto por la reacción de su hermana, pero entendía su punto.

— No elegí esto, Anahí. Me enamoré de Dulce, y ahora ella está embarazada. Es mi familia, y voy a estar a su lado, sin importar qué pase.

Anahí lo miró con incredulidad.

— ¿Y Alejandro? ¿Crees que va a dejar las cosas así? —su voz bajó un poco, pero seguía cargada de preocupación—. Ese hombre es peligroso, y tú te metiste en su matrimonio.

Antes de que Christopher pudiera responder, la puerta de la sala se abrió nuevamente, revelando a Alexandra, su madre. Ella tenía una expresión tranquila, pero había un leve destello de preocupación en sus ojos.

— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó Alexandra, entrando lentamente a la sala—. Escuché gritos desde el pasillo.

— Nada, mamá, solo estoy tratando de hacer que Christopher entre en razón —respondió Anahí, cruzándose de brazos.

— Anahí, por favor, no lo presiones más. Lo que necesita ahora es apoyo, no más problemas —dijo Alexandra con firmeza, colocando una mano sobre el hombro de su hija—. Ya todos sabemos lo que está pasando, no es necesario que lo pongas en peor situación.

Anahí resopló, visiblemente frustrada, pero decidió no seguir discutiendo.

— Está bien, pero no puedo quedarme callada viendo cómo esto nos afecta a todos —dijo antes de darse la vuelta y salir de la sala, dejando a Christopher y Alexandra a solas.

Alexandra esperó a que la puerta se cerrara antes de sentarse frente a su hijo. Durante un momento, el silencio se apoderó del lugar.

— Sé que esto no es fácil para ti, hijo —dijo finalmente, con voz suave—. Pero necesito que me cuentes cómo empezó todo. Quiero entender qué es lo que te llevó a esta situación con Dulce.

Christopher suspiró profundamente. Sabía que su madre no estaba allí para juzgarlo, pero recordar cómo comenzó todo era doloroso y, a la vez, lo llenaba de sentimientos intensos.

— Mamá... todo comenzó hace un tiempo —empezó, con los ojos fijos en el suelo—. Cuando la conocí, ella estaba atrapada en una relación que no la hacía feliz. Alejandro nunca la valoró, nunca la vio como realmente es. Dulce siempre estuvo bajo su sombra, y cuando comenzamos a conocernos, fue imposible no enamorarme de ella.

Alexandra asintió lentamente, procesando cada palabra.

— ¿Y cómo te sentiste cuando te diste cuenta de lo que significaba meterte en su vida, sabiendo que estaba casada? —preguntó, sin reproche, solo con interés.

— Sabía que no iba a ser fácil, pero Dulce lo vale. No podía dejarla en esa situación, mamá. Ella merecía ser feliz, y si para eso tenía que enfrentar las consecuencias... lo haría mil veces —Christopher levantó la mirada, sus ojos llenos de determinación.

Alexandra lo observó por un momento antes de sonreír levemente.

— Lo entiendo, hijo. El amor no siempre es fácil, y a veces nos lleva por caminos complicados. Pero estoy aquí para apoyarte, y también quiero conocer más a Dulce —dijo, con un tono decidido—. Quiero ver cómo está con el embarazo. Sé que todo este estrés no es bueno para ella ni para los bebés.

Christopher asintió, sintiéndose aliviado por el apoyo de su madre.

— Te lo agradecería, mamá. Sé que esto es difícil, pero Dulce necesita apoyo ahora más que nunca.

Poco después, Alexandra se dirigió a la habitación donde estaba Dulce. Tocó la puerta suavemente antes de entrar.

— Dulce, ¿puedo pasar? —preguntó con una sonrisa amable.

Dulce, quien estaba recostada, se incorporó al escuchar la voz de Alexandra.

— Claro, Alexandra, pasa —dijo, un poco nerviosa, mientras se acomodaba en la cama.

Alexandra se acercó a la cama y se sentó en una silla junto a Dulce.

— Quería saber cómo te sientes —empezó Alexandra—. Sé que estás pasando por muchas cosas ahora, y quería ofrecerte mi apoyo.

Dulce, visiblemente emocionada por el gesto, sonrió tímidamente.

— Ha sido complicado, pero tener a Christopher a mi lado lo ha hecho más llevadero. Estoy nerviosa, sobre todo por los bebés... —Dulce se llevó la mano al vientre, donde sus hijos crecían día a día.

— Lo sé, y entiendo que esto puede ser abrumador, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti —dijo Alexandra, colocando una mano en la de Dulce—. La familia es lo más importante, y aunque las cosas hayan comenzado de una manera complicada, lo que importa es lo que hagas a partir de ahora.

Dulce asintió, sintiendo un poco de alivio en sus palabras.

— Gracias, Alexandra. No sabes lo mucho que significa para mí tener tu apoyo —respondió, con los ojos ligeramente brillosos.

Alexandra sonrió y miró el vientre de Dulce.

— Y dime, ¿cómo va todo con los bebés?

Dulce sonrió ampliamente, dejando de lado por un momento todos los problemas que la rodeaban.

— Muy bien, los doctores dicen que todo va perfecto. Estamos esperando a un niño y una niña.

— ¡Eso es maravilloso! —exclamó Alexandra, genuinamente emocionada—. Estoy segura de que serán hermosos y llenarán de felicidad sus vidas.

Ambas mujeres continuaron conversando durante un buen rato, compartiendo risas y sentimientos mientras conectaban en medio del caos que las rodeaba.

" La Máscara del Deseo " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora