Capítulo 35 : El Comienzo de Nuestra Felicidad (Epílogo)

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La vida en casa de Dulce y Christopher había tomado un ritmo de paz y felicidad. Después de todo lo que habían vivido, los momentos de calma ahora se sentían como un tesoro preciado. Los años de incertidumbre, las batallas legales, y la búsqueda interminable por recuperar a su hija finalmente habían quedado atrás. Ahora, estaban enfocados en lo que realmente importaba: su familia.

Era una tarde soleada cuando todo el barrio decidió hacer una gran celebración para honrar la valentía de la familia Uckermann. Las personas que habían estado a su lado durante los momentos difíciles querían festejar la vida, la unión y el amor que habían logrado. En el gran jardín de su casa, la música sonaba suave, y la mesa estaba llena de comida, flores y risas.

Dulce se encontraba en la cocina, ultimando algunos detalles para la comida. Mientras cortaba unas frutas, Valentina se acercó a ella con una sonrisa.

— Mamá, ¿te ayudo?

Dulce sonrió. Desde el día en que Valentina la había llamado "mamá" por primera vez, algo había cambiado profundamente en su relación. Era como si todas las piezas finalmente hubieran encajado. Se sentía completa, como madre y como mujer.

— Claro, mi amor —respondió Dulce, dejando que Valentina se subiera a un pequeño taburete para alcanzar la mesa.

Juntas, cortaron las frutas mientras hablaban sobre el día. Dulce no podía evitar sentirse agradecida por cada pequeña cosa: por tener a su hija a su lado, por verla crecer y sonreír, por sentir que el dolor de la separación había quedado atrás. Sabía que el camino no había sido fácil, pero también sabía que todo había valido la pena.

— Mamá —dijo Valentina de repente, rompiendo el silencio—. ¿Tú crees que algún día pueda recordar más cosas de cuando estaba con Alejandro?

Dulce dejó el cuchillo sobre la tabla y miró a su hija. Esa pregunta la había esperado en algún momento, pero no por eso era más fácil de responder.

— Es posible, mi vida. Pero lo importante es que ahora sabes la verdad, y siempre tendrás la libertad de decidir cómo sentirte. Alejandro te amaba a su manera, y yo también le agradezco que te haya cuidado, pero ahora estás aquí, con nosotros, y eso es lo más importante.

Valentina asintió lentamente, comprendiendo las palabras de su madre. Aunque Alejandro había sido una figura importante en su vida, su verdadera familia estaba aquí, en esta casa, con su mamá, su papá, y su hermano.

— Lo sé, mamá. Estoy feliz aquí. Y sé que Alejandro también me quería... pero ustedes son mi familia.

Dulce sonrió y acarició la mejilla de su hija.

— Y siempre lo seremos.

Más tarde, en el jardín, la fiesta ya estaba en marcha. Christopher, siempre carismático, se encontraba hablando con algunos amigos del barrio mientras Mateo corría de un lado a otro con otros niños, riendo y jugando.

Valentina se quedó un momento observando a su papá desde lejos. Sentía una calidez en el pecho cada vez que lo veía. Desde que lo había llamado "papá" por primera vez, habían desarrollado una conexión increíble. Christopher siempre había estado ahí para ella, incluso antes de que lo supiera. Y ahora, todo ese amor que había sentido en silencio podía expresarlo libremente.

— Papá —dijo Valentina, corriendo hacia él y abrazándolo por la espalda.

Christopher, sorprendido pero feliz, se agachó para recibir el abrazo de su hija.

— ¿Qué pasa, princesa? —preguntó con una sonrisa, acariciando su cabello.

— Solo quería decirte que te quiero.

Christopher sintió que su corazón se derretía en ese momento. Después de todo lo que habían pasado, escuchar esas palabras de su hija era lo más valioso que podía recibir.

— Yo también te quiero, Valentina. Más de lo que te imaginas.

La tarde pasó entre risas y conversaciones. Dulce se unió a Christopher y Valentina, mientras Mateo seguía corriendo por el jardín. Estaban todos juntos, compartiendo momentos simples pero llenos de amor.

Cuando la noche cayó, las luces del jardín iluminaron suavemente la celebración. Los amigos y vecinos comenzaron a despedirse, agradecidos por la compañía y la calidez de la familia Uckermann.

Una vez que todos se habían ido, la familia se quedó sola en el jardín, disfrutando del silencio y de la brisa nocturna. Dulce y Christopher se sentaron en un banco, observando cómo Valentina y Mateo jugaban bajo las luces de las estrellas.

— No puedo creer lo lejos que hemos llegado —dijo Christopher, rompiendo el silencio mientras tomaba la mano de Dulce.

— Ha sido un camino largo —respondió ella, apoyando la cabeza en su hombro—. Pero ahora estamos aquí, juntos, y eso es todo lo que importa.

Christopher la abrazó, sintiendo el peso de los años y las dificultades desvanecerse en ese momento. Todo lo que habían vivido los había hecho más fuertes, y ahora podían disfrutar del fruto de su perseverancia y amor.

Valentina y Mateo, agotados por la emoción del día, finalmente se acercaron a sus padres. Valentina, con su habitual dulzura, se acurrucó junto a Dulce mientras Mateo se sentaba en el regazo de Christopher.

— Mamá, ¿crees que siempre seremos así de felices? —preguntó Valentina, con los ojos ya medio cerrados por el sueño.

Dulce sonrió, acariciando el cabello de su hija.

— Siempre seremos felices, mi amor. Porque estamos juntos, y eso es lo único que necesitamos.

Christopher miró a Dulce, y en ese intercambio de miradas supieron que, sin importar lo que el futuro les trajera, siempre encontrarían la manera de salir adelante. El amor que compartían como familia era más fuerte que cualquier desafío.

— Vamos a casa, niños —dijo Christopher, levantándose con Mateo en brazos—. Es hora de dormir.

Dulce se levantó con Valentina a su lado, y juntos caminaron hacia la casa. Mientras subían las escaleras, Dulce no podía evitar sentir una inmensa gratitud por todo lo que tenía. Su familia estaba completa, sus hijos eran felices, y el amor que compartían era más fuerte que nunca.

Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, Dulce y Christopher se acostaron junto a sus hijos, rodeados de paz y amor. Valentina, aún medio despierta, susurró:

— Buenas noches, mamá... buenas noches, papá.

Dulce y Christopher se miraron una vez más, con los corazones llenos de orgullo y felicidad. Sabían que el futuro les deparaba muchas más aventuras, pero mientras estuvieran juntos, nada los podría separar.

— Buenas noches, mi amor —respondió Dulce, abrazando a su hija—. Siempre estaremos aquí para ti.

Y así, bajo el manto de la noche, la familia Uckermann se durmió en paz, sabiendo que, después de todo, habían encontrado su final feliz.

" La Máscara del Deseo " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora