Capítulo 2: Encuentros Prohibidos

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El día amaneció como cualquier otro en la vida de Dulce. Despertó en la cama matrimonial, con Alejandro ya fuera de casa, como era habitual. Había dejado una nota en la mesa de la cocina, como siempre "Cena de negocios esta noche, no me esperes despierta". Dulce suspiró, dejando caer la nota sobre la mesa. Esa frase se había convertido en un mantra que reflejaba lo distantes que estaban. Para el mundo, eran la pareja perfecta, pero en el fondo, ambos sabían que solo compartían una fachada vacía.

Pasaron las horas, y mientras se alistaba frente al espejo, su teléfono volvió a vibrar. Era Christopher.

— Ya quiero verte preciosa . No puedo dejar de pensar en la última vez. Estoy contando los minutos.

Dulce sonrió frente al espejo. Esa chispa que Christopher traía a su vida era lo único que le daba emoción en esos días grises.

— Yo también lo espero, será perfecto como siempre — respondió, intentando controlar la agitación en su pecho.

Dulce se miró un momento más. Su vestido era simple, pero elegante. No podía permitirse ser demasiado obvia; después de todo, su vida estaba llena de ojos observando cada uno de sus movimientos. En cuanto estuvo lista, se aseguró de dejar la casa en perfecto estado antes de salir.

El lugar de encuentro era siempre el mismo: un hotel discreto en las afueras de la ciudad, lejos de las miradas curiosas. A pesar de la emoción, cada vez que llegaba, una pequeña parte de ella se preguntaba si alguien la seguiría. Pero esa ansiedad desaparecía en cuanto veía a Christopher esperándola en la puerta de la habitación, con esa sonrisa irresistible.

Al llegar, Christopher ya estaba ahí, apoyado contra la puerta de la habitación con las manos en los bolsillos, mirándola con esos ojos llenos de intensidad. Al verla, dio un paso hacia adelante, sus brazos listos para recibirla.

— Estás hermosa — murmuró — Tú, con tu vida perfecta... y yo aquí, deseándote cada segundo. A veces me pregunto qué hacemos, pero cuando te tengo cerca, todo lo demás deja de importar — continuó Christopher, susurrando con un tono profundo que vibraba en el pecho de Dulce.

Ella suspiró, recostando su cabeza sobre su brazo mientras lo miraba con una mezcla de tristeza y deseo.

— Mi vida no es tan perfecta como piensas — admitió Dulce, con los ojos fijos en el techo — Es como estar atrapada en una jaula. Alejandro y yo somos dos extraños que viven juntos. Él se preocupa más por su trabajo, por mantener una imagen. A veces siento que ni siquiera me ve.

Christopher se incorporó un poco, apoyándose sobre un codo, y la observó atentamente.

— Lo sé, lo puedo sentir cuando hablas de él. Pero, ¿por qué sigues ahí? — preguntó, acariciando su rostro con delicadeza, como si la respuesta fuera algo que lo atormentara tanto como a ella.

— Porque es lo que se espera de mí — respondió Dulce en voz baja — Mi familia, su familia, toda la vida que construimos. Todo está basado en la imagen que mostramos al mundo. Romper eso... no es tan fácil.

— Pero no puedes seguir viviendo así, preciosa — insistió Christopher — No es justo para ti. Míranos ahora, escondiéndonos, como si lo que sentimos fuera algo malo. No lo es.

Dulce lo miró a los ojos, deseando poder creerle por completo, pero sabía que las cosas eran mucho más complicadas de lo que parecían. Aun así, cada vez que estaba con él, esa vida que tanto la sofocaba parecía desvanecerse, al menos por un rato.

— Tienes razón, no es justo. Pero... ¿qué más puedo hacer? Si dejo a Alejandro, perdería todo lo que conozco. Mi estabilidad, mi familia... sería un escándalo.

Christopher frunció el ceño, pero no se apartó. Sabía que presionarla no serviría de nada, que las decisiones que tenía que tomar eran más grandes de lo que cualquiera de los dos podía imaginar.

— No quiero que pierdas nada — dijo él finalmente, su voz llena de una ternura que la conmovió — Pero lo único que sé es que quiero estar contigo. Si eso significa que tenemos que seguir viéndonos en secreto, entonces lo haré. No puedo renunciar a ti.

Dulce sintió un nudo en la garganta. Sabía que Christopher era sincero, pero también sabía que no era justo para él estar en esta situación. Merecía más que ser su escape, más que ser su amante escondido.

— Esto no es justo para ti tampoco — murmuró, casi para sí misma — No puedo pedirte que sigas así.

— No estoy aquí porque me lo pidas, Dulce. Estoy aquí porque quiero estarlo. Porque te quiero a ti, sin importar cómo — respondió él, inclinándose para besarla con una ternura que la desarmó.

El beso se profundizó, y por un instante, el mundo exterior dejó de existir. Solo eran ellos, el calor de sus cuerpos y el deseo que los unía de manera intensa y desesperada.

Cuando finalmente se separaron, Dulce se quedó en silencio, acurrucada junto a Christopher, sintiendo la calma de estar con él, aunque supiera que ese momento siempre tendría un final abrupto.

— ¿Qué haremos, Chris? — preguntó en un susurro.

Él la abrazó con fuerza, como si quisiera protegerla de todo lo que los rodeaba.

— Vivir el ahora. Lo demás lo resolveremos cuando llegue el momento — respondió él, con una seguridad que ella envidiaba.

Pasaron horas juntos, hablando de cualquier cosa menos de las dificultades que los esperaban fuera de esas paredes. Christopher la hacía reír, la hacía sentir viva, y en esos momentos, Dulce deseaba que el tiempo se congelara para no tener que regresar a su realidad.

Pero eventualmente, la oscuridad del atardecer comenzó a invadir la habitación, y con ella, la inevitable despedida. Dulce se levantó de la cama lentamente, vistiendo de nuevo su máscara de mujer perfecta mientras se ponía su vestido frente al espejo.

— Te llamaré en cuanto pueda — dijo ella, tratando de sonreír, aunque sabía que cada despedida era más difícil que la anterior.

Christopher se levantó y la abrazó por detrás, besando suavemente su cuello.

— Estaré esperando. Y recuerda, no importa cuánto tiempo pase, siempre estaré aquí para ti.

Dulce cerró los ojos, asintiendo sin decir nada más. Sabía que las palabras ya no eran suficientes. En algún momento, tendría que enfrentar lo que estaba haciendo, pero por ahora, solo podía huir.

Salió del hotel, su corazón dividido entre dos vidas que no podían coexistir. Mientras conducía de regreso a casa, las luces de la ciudad parecían burlarse de ella, recordándole la jaula dorada a la que estaba a punto de volver.

Cuando llegó, la casa estaba oscura y silenciosa. Alejandro aún no había vuelto, como era de esperarse. Dulce se quitó los zapatos y caminó lentamente hasta su habitación, sintiendo el peso de su doble vida cada vez más presente. Se tumbó en la cama, mirando el techo, preguntándose cuánto tiempo más podría seguir así.

El teléfono vibró una vez más. Era Christopher.

— Te extraño ya, preciosa.

Una lágrima solitaria rodó por su mejilla mientras respondía:

— Yo también te extraño.

Luego apagó el teléfono, cerró los ojos y dejó que el silencio la envolviera.

" La Máscara del Deseo " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora