Capítulo 33: Verdades y Despedidas

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El día había llegado. Después de semanas de audiencias, el juez estaba listo para emitir la sentencia final de Alejandro Hernández. La sala del tribunal estaba llena, pero el aire era denso de tensión. Dulce y Christopher estaban sentados juntos, esperando el veredicto, mientras Valentina permanecía en casa con su abuela, ajena a lo que estaba sucediendo.

Alejandro, esposado, miraba al juez con una expresión estoica. Sabía que no había escapatoria. Había cometido crímenes graves, y ahora estaba a punto de enfrentar las consecuencias.

— Después de revisar todas las pruebas presentadas, este tribunal ha decidido condenar a Alejandro Hernández a quince años de prisión sin posibilidad de libertad condicional por el secuestro de Valentina Espinoza Uckermann —declaró el juez con firmeza—. Además, se le impone una orden de restricción para evitar cualquier contacto con la familia Uckermann, excepto por una última petición que ha solicitado antes de cumplir su condena.

Dulce apretó la mano de Christopher, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Alejandro había destruido gran parte de sus vidas, pero seguía siendo el hombre que Valentina consideraba su padre. Y esa última petición los había desconcertado.

Alejandro levantó la mirada hacia el juez.

— Quiero despedirme de Valentina. Sé que lo que hice estuvo mal, pero la quiero como a mi hija, y necesito decirle la verdad antes de irme.

El juez asintió lentamente, dando su consentimiento.

— Se le permitirá una visita supervisada con Valentina para despedirse. La decisión final queda en manos de la familia Uckermann.

Dulce sintió un nudo en el estómago, miró a Christopher y vio la misma incertidumbre en sus ojos. Habían luchado tanto por recuperar a Valentina, y ahora, el hombre que les había robado esos años quería despedirse. Pero ambos sabían que Valentina necesitaba escuchar la verdad.

— Lo haremos —dijo Christopher con voz baja—, pero con supervisión.

La visita fue organizada para la tarde del día siguiente. Valentina no tenía idea de lo que estaba por suceder. Cuando llegaron al centro de detención, la niña parecía confundida, pero sonrió cuando vio a Alejandro, corriendo hacia él.

— ¡Papá! —gritó Valentina, abrazándolo con fuerza.

Dulce, al ver la escena, sintió una mezcla de emociones desgarradora. Alejandro correspondió el abrazo de Valentina, pero su mirada estaba llena de tristeza.

— Hola, princesa —susurró Alejandro, acariciando el cabello de la niña—. Te he extrañado tanto.

Valentina se sentó a su lado, mirándolo con admiración, como siempre lo había hecho. Alejandro tomó aire, sabiendo que lo que estaba a punto de decir sería lo más difícil de su vida.

— Valentina... hay algo muy importante que necesito decirte —comenzó, con la voz entrecortada—. Lo que te voy a contar es la verdad, y sé que será difícil de entender.

Valentina lo miró, confundida.

— ¿Qué pasa, papá? ¿Por qué estás aquí?

Alejandro suspiró profundamente.

— No soy tu papá, Valentina. Yo... te crié y te cuidé como si lo fuera, pero tus verdaderos padres son Dulce y Christopher. Ellos te han estado buscando desde que naciste.

Valentina abrió los ojos en shock, incapaz de procesar lo que estaba escuchando.

— ¿Qué...? Pero tú siempre me dijiste que mi mamá había muerto cuando era bebé... —su voz temblaba.

Alejandro bajó la mirada, avergonzado.

— Te mentí, Valentina. Lo hice porque no quería perderte, pero lo que hice estuvo mal. Tu mamá, Dulce, nunca te abandonó. Fui yo quien te alejó de ella... te robé cuando eras un bebé recién nacido.

Las lágrimas comenzaron a llenar los ojos de Valentina mientras miraba a Alejandro, sintiéndose traicionada y confundida.

— ¿Por qué...? ¿Por qué hiciste eso?

Alejandro tomó las manos de Valentina, pero la niña las apartó, llorando.

— Porque estaba enfadado y quería vengarme de Dulce... Pero ahora me doy cuenta de que te hice mucho daño. Tú mereces estar con tus verdaderos padres, con Dulce y Christopher, y con tu hermano Mateo. Ellos son tu verdadera familia, Valentina.

Dulce, que había estado observando la escena, no pudo contener las lágrimas. Ver a Valentina enfrentarse a esa verdad la destrozaba, pero también sabía que era necesario para que su hija pudiera sanar.

— Valentina —dijo Alejandro, con la voz quebrada—, lo siento tanto. No merezco tu perdón, pero espero que algún día puedas entender que hice todo esto porque te quería, aunque fue la peor manera posible.

Valentina lo miró, con lágrimas corriendo por sus mejillas.

— Entonces... ¿me dejaste sola? —susurró, su voz temblando.

Alejandro negó con la cabeza.

— No, Valentina. Ya no estás sola. Ahora estás con tu verdadera familia. Dulce y Christopher te quieren más de lo que puedes imaginar, y nunca más te apartarán de ellos.

Valentina lloró desconsoladamente mientras Alejandro intentaba contener su propio llanto. Finalmente, Dulce se acercó, arrodillándose junto a su hija.

— Es momento de que construyamos una nueva familia juntos, Valentina —dijo Dulce suavemente, tomando las manos de la niña—. No estás sola. Aquí estamos tu papá y yo para estar contigo, junto a tu hermano Mateo. Vamos a ser una familia de nuevo.

Valentina miró a Dulce, sus ojos llenos de confusión y dolor, pero también de esperanza. Sabía que todo lo que había creído hasta ese momento se estaba desmoronando, pero también sentía el amor que irradiaba de Dulce y Christopher.

— ¿Puedo... puedo ir con ustedes? —preguntó en un susurro, su voz temblorosa.

Dulce la abrazó con fuerza.

— Claro que sí, princesa. Siempre estarás con nosotros.

Alejandro los miró, sabiendo que había hecho lo correcto, aunque le costara todo. Su último acto de amor hacia Valentina fue dejarla ir, permitiéndole tener la vida que siempre mereció.

— Adiós, Valentina —susurró Alejandro, con lágrimas en los ojos—. Te quiero mucho, pero ahora estás donde debes estar.

La niña lo miró una última vez, susurrando un adiós mientras se refugiaba en los brazos de Dulce y Christopher.

" La Máscara del Deseo " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora