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Asha se miró en el espejo del vestidor del pequeño bar en el que ahora trabajaba de encubierto. La misión era peligrosa, pero esencial. Necesitaban información sobre los líderes de los soldados que habían estado combatiendo a los kimer, y este bar era uno de los pocos lugares donde esos líderes solían reunirse. Su tarea: infiltrarse como camarera y escuchar cualquier conversación importante. Pero lo que no había anticipado era cómo se sentiría al verse en ese vestido.

La tela era reveladora, un vestido corto y ajustado que destacaba sus curvas con una falda que apenas llegaba a medio muslo. Las medias veladas color café abrazaban sus piernas, realzando su sensualidad, mientras que los tacones negros en punta destacaban la firmeza y elegancia de sus movimientos. Cada vez que se miraba, sentía un nudo en la garganta, como si estuviera traicionando algo dentro de sí misma.

Apretó los labios y respiró profundamente, buscando serenidad. Su reflejo en el espejo la transportó de inmediato a otro momento, a un recuerdo que pensaba haber dejado atrás.

...

Se vio a sí misma frente al espejo en la casa de María, con un vestido similar, aunque mucho menos provocador. Había querido agradar, mostrarse de una forma diferente. El vestido se ajustaba a su figura, y las palabras de María resonaban en sus oídos: "Te ves tan hermosa, Asha." Pero cuando notó la mirada de Nain, el brillo en sus ojos, se sintió expuesta, como si las cicatrices de su pasado se hubieran vuelto visibles. La incomodidad se apoderó de ella y corrió al cuarto, incapaz de soportar el peso de ser admirada solo por su apariencia. No quería ser vista así. No quería ser un objeto.

Los golpes en la puerta, el desesperado grito de María pidiendo a Nain que la derribara... y luego Nain, sosteniéndola para evitar que siguiera haciéndose daño, diciéndole con una dulzura inesperada que, para él, siempre sería hermosa, sin importar cómo estuviera. Esas palabras la habían salvado, pero el miedo seguía ahí, latente.

...

Asha parpadeó, volviendo al presente, pero el nudo en su pecho seguía allí. Respiró profundamente, tratando de mantener el control de sus emociones. Este no era el momento de dejarse llevar por viejas heridas. Había una misión que cumplir, y aunque detestaba el vestido y lo que implicaba, debía usarlo como una herramienta. Sabía que era necesario para entrar en el mundo que necesitaban investigar.

—¿Estás lista? —La voz de Nain la sacó de sus pensamientos. Estaba apoyado en el marco de la puerta del vestidor, observándola con una mezcla de preocupación y admiración.

Asha asintió, pero su voz se quebró cuando intentó hablar. Respiró hondo y se obligó a mirarse nuevamente en el espejo, a ver a la mujer fuerte y decidida que realmente era. Pero, incluso así, el vestido seguía recordándole sus inseguridades, la lucha interna con la imagen que tenía de sí misma.

—Es solo un disfraz —murmuró, como si intentara convencer a ambas versiones de sí misma.

Nain la observó en silencio por un momento antes de acercarse. Sabía lo que significaba para ella usar algo así, y podía sentir el conflicto en sus ojos. Él había estado allí cuando Asha había tocado fondo, cuando las inseguridades sobre su cuerpo la habían consumido. Pero esta vez, ella se levantaba para enfrentar su misión a pesar del miedo.

—Si en algún momento te sientes incómoda... —comenzó Nain, pero Asha lo interrumpió.

—No, Nain. Estoy bien —dijo, aunque sus manos temblaban ligeramente al ajustar una de las tiras del vestido.

Nain suspiró, claramente preocupado, pero no la presionó. En cambio, suavizó su tono, sabiendo que lo que ella necesitaba ahora era confianza, no protección excesiva.

—Lo harás bien —afirmó, con una pequeña sonrisa que intentaba reconfortarla—. Y si algo sale mal, estaré cerca.

Asha lo miró por un instante, encontrando un breve alivio en su presencia. Era consciente de la importancia de la misión, pero también de cómo el simple hecho de llevar ese vestido activaba todos esos viejos miedos, las inseguridades que creía haber dejado atrás. Se preguntaba si Nain también estaba pensando en aquel día, cuando la encontró en ese estado vulnerable.

—Gracias —respondió ella, aunque su voz apenas fue un susurro.

La misión la obligaba a enfrentar algo más que los enemigos externos. Esta era otra batalla, una interna, con su pasado y con cómo se veía a sí misma.

—Vamos —dijo finalmente, más para sí misma que para Nain, antes de dar un paso hacia la puerta. Al salir del vestidor, sintió el peso de las miradas en el bar. Los clientes ya estaban comenzando a llegar, y Asha podía notar cómo los ojos se posaban en su figura, algunos llenos de admiración, otros de simple interés superficial.

Cada paso en esos tacones era una prueba, pero con cada respiración profunda, Asha repetía sus propias palabras: Es solo un disfraz. No soy esto.

Y aunque el recuerdo del vestido con María y Nain la persiguiera, ahora era más fuerte. Estaba lista para lo que viniera.

Alma Fragmentada (AA'IN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora