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Asha sentía que el aire le faltaba, su pecho se comprimía mientras las palabras de Liam seguían resonando en su mente. "Descendiente de ellos". No podía creerlo. Su vida entera había girado en torno a la búsqueda de respuestas sobre los kimer, pero nunca se había preparado para ser parte de esa respuesta. Dio un paso hacia atrás, con la mirada nublada por el miedo y la confusión. No había venido para esto, no para descubrir que llevaba en su sangre una solución capaz de cambiar el destino de los kimer, y quizás del mundo.

Liam, al notar su reacción, levantó las manos en un gesto pacífico.

—Sé que es demasiado para procesar ahora. No te estoy pidiendo que decidas nada hoy —dijo con voz calmada pero cargada de urgencia—. Descansen por ahora. Han recibido mucha información. Mañana podremos hablar con más claridad.

Asha apenas asintió, aún aturdida. Nain, siempre alerta, la sostuvo suavemente por el brazo y asintió a Liam antes de seguirlo de vuelta al primer piso del enorme edificio. Subieron las escaleras en silencio, y lo único que rompía la tensión era el sonido de sus pasos resonando contra las paredes de metal.

Liam los guió hasta una habitación amplia y sencilla, con dos camas frente a una ventana que daba a la ciudad dormida.

—Pueden quedarse aquí esta noche. Mañana veremos qué pasos tomar —dijo antes de cerrar la puerta y dejarlos solos.

Tan pronto como la puerta se cerró, Asha se desplomó sobre la cama, con la respiración pesada. El peso de la verdad que acababa de descubrir parecía hundirla más y más en el colchón. Nain se sentó a su lado, con los hombros tensos pero su presencia reconfortante.

Durante unos minutos, ninguno de los dos dijo nada. El silencio era una forma de procesar lo que acababan de aprender. Finalmente, Asha no pudo contener más sus pensamientos.

—No puedo creerlo... Los kimer... son humanos —susurró, su voz quebrándose—. Siempre los vimos como monstruos, pero... éramos nosotros, los humanos, quienes los creamos. ¿Y ahora quieren hacer lo mismo de nuevo?

Nain apretó los puños.

—Siempre sospechamos que había algo mal con las inyecciones, la Beta 3-5 —dijo con voz firme pero baja—. Sabíamos que afectaba a la gente, pero no pensamos que llegaría a esto.

Se quedó pensativo por un momento, recordando las terribles reacciones de algunos de sus compañeros.

—Algunos no resistieron... ¿Te acuerdas del chico que empezó a sangrar por todos lados? Nunca había visto algo tan horrible.

Asha asintió, su mente regresando a ese día.

—Sí... Lo recuerdo. No pensé que estuviera relacionado con los kimer. Pensé que era un efecto secundario terrible, pero esto... esto es otra cosa. —Se frotó la cara con las manos, tratando de aclarar sus pensamientos, pero la confusión persistía—. No quiero ser parte de esto, Nain. No quiero pelear. No quiero una guerra.

Nain la miró con suavidad, entendiendo su miedo. Él también estaba asustado, aunque no lo mostraba. Sabía que Asha había pasado por demasiadas cosas, que su fortaleza ya había sido puesta a prueba una y otra vez. Pero también sabía que no podían ignorar lo que habían descubierto. Se inclinó hacia ella y tomó su mano entre las suyas.

—No vamos a hacer esto solos —le dijo con tono calmado pero firme—. Tú no tienes que cargar con esto sola, Asha. Yo te voy a cuidar. Vamos a encontrar la manera de detener esto, de terminar con todo de una vez. No más kimer, no más experimentos. Esto tiene que llegar a su fin.

Asha sintió un nudo en la garganta al escucharlo. Había tantas veces en las que había sentido que el peso del mundo estaba solo sobre sus hombros, pero Nain siempre estaba allí, siempre la sostenía.

Pero en lugar de encontrar consuelo, sus pensamientos se oscurecieron. Se sentó en la cama, mirando hacia la ventana.

—¿Pero y si no quiero salvarlos, Nain? —dijo de repente, con voz baja, pero cargada de angustia.

Nain la miró, sorprendido.

—¿Qué quieres decir?

Asha tragó saliva, sintiendo cómo sus palabras le quemaban la garganta.

—Los kimer... mataron a mis padres. Toda mi vida he vivido con el odio hacia ellos. Eran monstruos, o al menos, eso creí siempre. Los odiaba. Y ahora... ¿debo querer salvarlos? ¿Cómo se supone que deba sentirme? —Su voz se quebró—. No quiero salvar a los monstruos que destruyeron mi vida. Quiero... destruirlos.

Nain se quedó en silencio por un momento, mirando el suelo. Luego, con una voz baja y controlada, respondió:

—Yo también lo siento, Asha. Los kimer... ellos mataron a mi madre. —Sus palabras fueron duras, llenas de resentimiento—. Siempre he querido vengarme. Desde que murió, lo único que he querido es verlos caer. Pensé que si los eliminábamos a todos, el dolor se iría.

Asha lo miró, viendo la sombra de la rabia en su rostro.

—Entonces... ¿por qué? ¿Por qué deberíamos salvarlos? —preguntó con desesperación en la voz—. Si los dejamos vivir, ¿no estamos traicionando a nuestras familias? ¿A los que murieron por culpa de estos... monstruos?

Nain cerró los ojos un momento, tomando aire.

—No lo sé. Parte de mí... sigue queriendo destruirlos. Pero ahora sabemos que no son solo monstruos. Son víctimas también. —Su mirada se suavizó mientras hablaba—. Si destruimos a los kimer, no estamos vengando a nadie, solo estamos repitiendo el ciclo. Pero salvarlos... es salvar a las personas que alguna vez fueron.

Asha apretó los puños, sintiendo la confusión y el dolor luchando dentro de ella.

—No sé si puedo hacerlo, Nain. No sé si soy capaz de salvarlos. No después de lo que hicieron.

Nain le tomó la mano de nuevo, más fuerte esta vez.

—No tienes que hacerlo sola. Y no tienes que decidir ahora. Lo que decidas... yo estaré contigo. Pero sea lo que sea, no lo hagas por odio. Hazlo por ti. Hazlo porque es lo que necesitas para seguir adelante.

Asha lo miró, las lágrimas amenazando con caer de sus ojos. Estaba rota, dividida entre el odio que había sentido toda su vida y la nueva realidad que acababan de descubrir. Pero en el fondo, sabía que Nain tenía razón. La venganza no la había llevado a ningún lugar antes, y tampoco lo haría ahora.

Finalmente, asintió, con voz débil.

—Está bien. Lo intentaré. Pero no sé si podré.

Nain la acercó a él, envolviéndola en sus brazos.

—Lo haremos juntos, Asha. Y terminaremos con esto, de una vez por todas.

Asha cerró los ojos, dejándose llevar por el abrazo cálido de Nain. Aún quedaba mucho por decidir, mucho por enfrentar. Pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba sola.

Alma Fragmentada (AA'IN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora