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Las calles de la ciudad bullían de emoción y expectación. Las pantallas gigantes en las plazas mostraban el evento más importante del año, mientras que los hogares en cada rincón del mundo mantenían sus televisores sintonizados en la transmisión en vivo. Era el día en que la humanidad, supuestamente, mostraría su victoria final sobre los kimer. Un estadio abarrotado servía de escenario para la gran demostración.

Los cinco líderes más ricos e influyentes de la organización, cubiertos con máscaras blancas que ocultaban sus rostros, estaban sentados en la primera fila. Observaban con satisfacción el despliegue de poder militar. En el centro del estadio, una enorme jaula de metal se encontraba preparada, dentro de la cual rugía una criatura grotesca: un kimer, furioso y retorcido, golpeando los barrotes mientras sus ojos rojos brillaban con odio y desesperación. Frente a la jaula, dos soldados equipados con las nuevas armas se preparaban para el espectáculo.

En lo alto de las gradas, camuflados entre la multitud, Asha y Nain observaban en silencio. Cubiertos por chaquetas oscuras y capuchas que ocultaban sus rostros, sus ojos rojos y turquesa se mantenían atentos. Sabían que el momento se acercaba, el punto culminante de la verdad que estaban a punto de desatar.

La voz del presentador resonó por todo el estadio, amplificada para que llegara hasta los espectadores en sus hogares:

—Hoy, queridos ciudadanos, presenciarán el inicio de una nueva era. Con el poder de estas armas, nuestros valientes soldados podrán eliminar a los kimer de una vez por todas. ¡La humanidad finalmente se liberará de esta pesadilla!

El público en el estadio estalló en aplausos y vítores. Las personas en las plazas y en sus casas se unieron al clamor. Había una sensación de alivio en el aire, como si estuvieran a punto de liberarse de una amenaza que había perdurado por demasiado tiempo.

Nain apretó los dientes y echó un vistazo rápido a Asha. Ella mantenía la mirada fija en el centro del estadio, sus manos temblando ligeramente mientras apretaba los puños. Este era el momento por el que habían luchado, pero también el que podría cambiar todo.

—Es hora —murmuró Nain, apenas lo suficiente para que Asha lo escuchara.

En el escenario, los dos soldados estaban listos. Uno de ellos activó el mecanismo para abrir la jaula. El rugido del kimer resonó por todo el estadio, llenando el ambiente con un eco aterrador. La bestia se lanzó hacia la salida, libre y furiosa, preparada para atacar. Pero justo antes de que diera un solo paso, los soldados levantaron sus armas, apuntándolas con precisión.

El público contuvo el aliento.

El primer soldado disparó, y una ráfaga de luz brillante cruzó el aire. La criatura se retorció de dolor y lanzó un grito desgarrador, pero seguía en pie. El segundo soldado disparó otra ráfaga. Las personas en el estadio comenzaron a levantarse de sus asientos, expectantes, mientras el kimer parecía debilitarse, cayendo lentamente al suelo.

—¡Mírenlo caer! —exclamó el presentador—. ¡Estas son las armas que nos salvarán!

El público estalló en aplausos nuevamente, pero la celebración duró poco. Asha y Nain, escondidos en las gradas, intercambiaron una mirada. Sabían que este era su momento. Nain deslizó un pequeño comunicador de su bolsillo y envió una señal a Will, quien estaba al tanto de su plan. El rostro de Asha se endureció, lista para lo que venía.

En un instante, las pantallas en el estadio y las transmisiones en todo el mundo cambiaron abruptamente. El video del kimer siendo abatido fue reemplazado por imágenes que nadie esperaba ver: la grabación de Jair y Alice.

—¿Qué está pasando? —se escucharon murmullos de confusión en el estadio.

En la pantalla, Alice hablaba directamente a la cámara, con la misma intensidad y sinceridad que había marcado su vida:

—Si estás viendo esto, significa que la verdad ha sido revelada. Lo que ves frente a ti no es un monstruo. Es un ser humano, uno de los nuestros, transformado en algo que nunca debería haber existido.

El público en el estadio quedó en silencio, incapaz de comprender lo que estaba ocurriendo. En las calles, la gente que observaba desde las pantallas al aire libre comenzó a murmurar, sintiendo que algo andaba muy mal.

Jair tomó la palabra en el video, con una voz grave y cargada de remordimiento:

—Hace años, nos dijeron que estábamos trabajando por el bien de la humanidad. Creíamos que estábamos ayudando a nuestros camaradas, pero fuimos manipulados. Nos utilizaron, y en nuestra ceguera, nos convertimos en herramientas de destrucción. No sabíamos que estaban transformando a soldados en estas criaturas.

Los murmullos de confusión en el estadio se convirtieron en gritos de asombro y horror. Las imágenes en la pantalla mostraban documentos y pruebas irrefutables: los experimentos secretos, las pruebas con ADN humano, y finalmente, la conexión entre los cinco líderes y la creación de los portales que habían desatado a los kimer en el mundo.

—¡Nos han engañado! —gritó alguien en las gradas.

El caos comenzó a extenderse en el estadio y en las plazas de las ciudades. El público, que antes aplaudía la supuesta victoria sobre los kimer, ahora se daba cuenta de que había sido partícipe de una mentira monstruosa. Las cámaras enfocaban a las personas en las calles, algunas llorando, otras llenas de furia, exigiendo justicia.

En medio de la confusión, Asha y Nain permanecieron en silencio, observando cómo la verdad desmoronaba el mundo que la organización había construido. Este era el impacto que necesitaban. Las cámaras ahora mostraban a los líderes en primera fila, aún con sus máscaras blancas inmutables, intentando escapar del estadio mientras las personas gritaban exigiendo respuestas.

Will, quien había coordinado la transmisión desde el inicio, hizo un último cambio en las pantallas: imágenes en vivo del laboratorio, donde la fórmula que habían desarrollado con Liam comenzaba a revertir a los kimer en humanos. Los capullos se abrían, revelando personas desnudas, confusas y con cicatrices, que lentamente recuperaban su humanidad.

Las cámaras captaron a uno de los hombres liberados cayendo de rodillas, llorando de alivio. El público no podía creer lo que veía.

—Esto es lo que intentaban ocultar —dijo Nain, con la voz baja, mirando a Asha—. Esta es la verdad.

Y luego, el mensaje final comenzó a resonar en las pantallas, la última pieza de esta revelación devastadora. Alice, con los ojos llenos de dolor y remordimiento, dijo con voz firme:

—Buscamos ser mejores, más fuertes, más rápidos... pero en ese intento, nos dejamos engañar. Olvidamos lo que nos hace humanos: nuestras imperfecciones. No hay perfección en la vida, solo en nuestra capacidad para aceptar quiénes somos.

La cámara enfocó a Jair, quien añadió con gravedad:

—Este fue el precio de nuestra ignorancia y nuestra ceguera. Matamos a nuestros propios compañeros, soldados que una vez lucharon a nuestro lado. No busquen perfección en lo que no la tiene. Somos humanos, y eso es suficiente.

El rugido de la multitud resonó por todo el estadio, mientras el sistema entero empezaba a colapsar. Las personas en todo el mundo, antes manipuladas, ahora clamaban por justicia. La organización había caído, y con ella, sus oscuros secretos.

—Lo logramos —murmuró Asha, mientras una sonrisa fugaz asomaba en sus labios.

Y entonces, con el futuro incierto, se retiraron silenciosamente entre la multitud, sabiendo que el mundo ya no volvería a ser el mismo.

Alma Fragmentada (AA'IN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora