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El sol, un viejo conocido que por mucho tiempo les fue ajeno, acariciaba con suavidad sus rostros al salir de las tenebrosas catacumbas. Asha y Nain caminaron juntos hacia la salida, dejando atrás las sombras que habían sido su prisión. Cada paso fuera de la oscuridad era un recordatorio tangible de su resistencia y valentía. Ambos, agotados pero aliviados, compartían un silencio que hablaba más que las palabras.

Asha, en especial, sentía una mezcla de alivio y renovación al enfrentar su pasado, pero también el peso de todo lo que habían vivido. Su cuerpo temblaba levemente, agotado por la tensión y la lucha. Nain lo notó al instante y, sin decir una palabra, se acercó más a ella, rodeando su cintura con sus brazos en un gesto protector.

—Lo logramos —murmuró Nain con suavidad, su voz ronca por el cansancio, mientras sus manos se movían con ternura por la espalda de Asha.

Ella asintió, incapaz de hablar por un momento, permitiendo que la calidez de sus brazos la envolviera. Sentía la seguridad que él le brindaba, el latido firme de su corazón contra su pecho, como un ancla en medio de las tormentas que enfrentaba en su mente. Los dedos de Nain, cálidos y cuidadosos, acariciaron su cabello, descendiendo por sus hombros con una suavidad que contradecía la dureza de las batallas que habían librado.

—No tienes que cargar con todo sola, Asha —susurró él, sin dejar de abrazarla—. Yo estoy aquí.

Asha cerró los ojos por un instante, dejando que esa promesa se filtrara en su corazón. Aunque siempre había luchado por mantener su distancia, había algo en la cercanía de Nain que la desarmaba. No era solo su presencia, era la constancia, la paciencia con la que él estaba allí para ella, incluso cuando ella misma no se sentía merecedora de su apoyo.

Nain bajó la mirada hacia ella, observando cómo sus facciones, endurecidas por el dolor y las cicatrices emocionales, se suavizaban ligeramente bajo su toque. En ese instante, el mundo exterior dejó de existir. Solo estaban ellos dos, compartiendo un momento de quietud en medio del caos.

—Te tengo —repitió Nain en un susurro, inclinándose para besar con ternura la parte superior de su cabeza, un gesto lleno de cariño, pero también de respeto.

Asha dejó escapar un suspiro, apoyando su cabeza contra el pecho de Nain. No se atrevía a romper el abrazo. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió sentir, aunque fuera por unos segundos, que tal vez no estaba tan rota como creía. La presencia de Nain, su inquebrantable apoyo, era como un bálsamo para las heridas que llevaba dentro.

Después de unos momentos, Asha se separó ligeramente, mirando a Nain a los ojos. No había necesidad de hablar más. En la mirada de él, podía ver todo lo que nunca decía en voz alta: su preocupación, su amor, y su promesa de estar a su lado, sin importar lo que sucediera.

Alma Fragmentada (AA'IN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora