Una bruja estafadora.

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El padre de Christopher y su madre dejaron de prestar atención a lo que fuera que estuvieran hablando. Es que esa chica no habló tan fuerte y su voz no fue grosera, pero ellos no pudieron evitar mirarla, colgada de la mano de mi otra prima, Elisa.

Ella sonreía, disfrutando lo que a continuación pasaría, porque presentía que iba a suceder un escándalo.

Christopher caminó hacia ella y le pidió salir fuera. Pero ella, a quien miraba, era a mí; ni siquiera le prestó atención a lo que dijo él. Su mirada era de odio, de ira; me miraba como si ella fuera una reina y yo una simple mortal plebeya. Pero yo tampoco dejé de mirarla y, temerosa, pero no con miedo de que me golpeara, sino con miedo de que hiciera un escándalo en la casa de mis tíos. Mis tíos ni siquiera sabían lo que estaba sucediendo en la universidad y, si esa chica empezaba a gritarme todas esas cosas, quedaría totalmente avergonzada.

—Creo que hay problemas —habló Christian, llamando mi atención, haciendo que mis nervios se incrementaran.

—No puedo creer que Rachel haya venido —fue Melissa la que habló—. Es de mala educación llegar a una casa sin avisar ni ser invitada —miró a Elisa—. Pero, pensándolo bien, ya sé quién fue la que la invitó.

—Elisa —contesté yo, en un murmullo.

—Tranquila, ella no hará un escándalo —me avisó.

Quise dejar salir todo el aire que tenía dentro. Es que el estrés que estaba manejando no sé si podía medirlo de tanto. Estaba segura de que mi nombre no sería Sarah, sino Estrés.

—Deberías tenerle miedo —murmuró Christian, con voz misteriosa—. Es malvada.

Lo miré y, aunque estaba muy nerviosa, no podía dejar de sentirme envuelta por su sonrisa socarrona y su mirada maliciosa. Estaba segura de que estaba disfrutándolo porque pude percibir que él sabía que estaba nerviosa, ya que mi comportamiento lo delataba.

—Estás equivocada —replicó Melissa—. Rachel Warren no se la comerá.

Christian rió con sorna.

—No es por ser ave de mal agüero y tampoco es que sea chismoso —comentó—, pero esa chica te va a destruir.

—¿Por...? ¿Por qué lo dices?

—¿No es evidente? Te acostaste con su novio, boba —murmuró y mi mundo se vino a bajo—. No actúes como si nadie lo supiera... Y no te voy a juzgar, me caes bien...

—Ya —dije, intentando detenerlo; sonreí con amargura. No quería negarlo porque él no me iba a creer de todos modos y no me apetecía convencerlos a todos de lo puritana que era. Estaba harta—. Escucha —volví a hablar después de mi larga pausa—. Te agradezco que me hayas ayudado aquella noche, pero no te voy a permitir que te inmiscuyas en mi vida privada.

Levanté las cejas y él puso la mano hacia el frente.

—Bueno, si no quieres que se inmiscuyan en tu vida, entonces deberías cuidar lo que haces, Sarah, porque todos hablan de eso en la universidad. No soy el único. Y creí que eras una persona de mente más abierta porque para una persona acostarse con otra sin conocerla es como si no le importase nada.

—Pero eso no te da el derecho de meterte en lo que no te incumbe, imbécil —objetó Melissa, con los dientes apretados—. No tienes moral para hablar así de mi prima, así que te sugiero que te calles la boca.

Estaba a punto de llorar. Creí que Christian era diferente, pero me equivoqué. Sin embargo, cuando hay rumores de esa magnitud y, sobre todo, de una mujer, las personas los creen sin detenerse a pensar un poco en el daño que provoca difundirlos y seguir hablando del tema. Es que ya no hay caballeros, ese término está a punto de erradicarse por completo.

Los Deseos Pecaminosos De Una Mojigata +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora