Con deseo: S 💋

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Dejé de percibir lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Había comenzado a caer desfallecida; me fui a otro lugar lejano del mundo. Estaba totalmente ausente; era como entrar en una especie de sueño porque no era real. Esto no era real.

¿Acaso me estaba muriendo? ¿Esto era el paraíso del que mamá tanto hablaba, que se me otorgaría por mis buenas acciones?

Por más que intentaba, no pude salir de este sueño. Dejé de escuchar esas voces que conocía llamándome y sentí cómo esos brazos fornidos me tomaban y me sostenían. Quise expresar un quejido cuando miré sus rostros, pero en su lugar no pude verlos porque la luz estaba concentrada en ese lugar de su cara; solo pude ver sus ojos, destellantes de un amarillo intenso. Me estremecí y quise gritar, pero el grito se quedó ahogado en mi garganta cuando, de repente, el día se convirtió en noche en un santiamén. Cerré los ojos y, en un microsegundo, los abrí. Sentí que ya no eran esos brazos cálidos los que me sostenían, no; sentí frío y la superficie era dura.

Toqué levemente la superficie rocosa que me sostenía y pensé en ponerme de pie; sin embargo, no me lo permitió. Sus manos se aferraron a mi cadera y de sus dedos emergieron esas garras negras. Me arrastró a su calor; hervía, pero no tanto como para quemarme.

Estaba totalmente nerviosa y mi cuerpo se encontraba tembloroso, entenebrecido por la incertidumbre de no saber qué estaba sucediendo, y las garras empezaron a trazar líneas inexistentes en mis caderas. Temblé cuando aquel ser escondió su cabeza en mi cuello, aspirando el aroma de mi piel. La sensibilidad que desprendía, conforme iba acariciándome con lentitud y sensualidad, era ininterrumpida porque quien fuera que estuviera acariciándome la piel no podía parar de hacerlo, pero lo ejecutaba de una manera impropia porque ni siquiera había pedido permiso.

Quise preguntarle quién era, pero al parecer no tenía permitido hablar porque cada vez que lo hacía no escuchaba mi voz; era como si estuviera en mute, como si mis decisiones no existieran, como si no hubiera tenido la facultad de absolutamente nada, como si yo hubiera sido una muñeca de trapo que podía manejar a su antojo. No podía expresar cuán atemorizada estaba cuando mis ojos pudieron apreciar los cuernos que estaban incrustados alrededor de su cabeza, cuernos que eran cóncavos. Había pensado que esto era el paraíso, pero estábamos tan lejos de él. Parecía ser más el infierno, el diablo castigándome por ser demasiado buena y dejar que los otros hicieran lo que quisieran conmigo. No podía encontrar otro argumento válido.

Sus dedos tibios elevaron mi mandíbula y, cuando eso pasó y su rostro se inclinó hacia el mío, acarició superficialmente mi labio inferior. Gemí; quería apartarlo, pero sus caricias me agradaban y lo que provocó entre mis piernas no pude ignorarlo. Como cuando miré a Christian a los ojos y cuando me desmayé en sus brazos, así me sentía cada vez que sus labios presionaban los míos.

Y lo que más me había dejado desconcertada era que el tacto de sus labios era más caliente que su piel. Su larga lengua entró en mi boca y quise jadear contra ella. Sus garras negras empezaron a acariciar mis pechos; intenté mirarlo a la cara, pero no podía ver nada, solo su boca devorándose la mía y esos cuernos negros, pero a la misma vez brillantes.

Temblé conforme su cuerpo se movía contra el mío, profanando toda mi virtud y mi inocencia; su falo se endureció en mi entrepierna y, cuando este hizo contacto con mi pelvis y se frotó una y otra vez, lanzó un gruñido bestial que me dejó petrificada.

Y eso me hizo volver a la realidad, abrir los ojos y encontrarme con la luz blanca de la habitación del hospital. Melissa estaba llorando alrededor de mí y mi tía Patricia.

—¿Qué pasó?— pregunté con debilidad. Sentí cómo mi entrepierna se encontraba toda humedecida por debajo de las sábanas del hospital.

—Sarah— habló Patricia— nos diste un gran susto, mi amor.

Los Deseos Pecaminosos De Una Mojigata +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora