ojos amarillos

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Nunca he entendido a las personas que dicen:

"Codea con los de la alta sociedad".

No se ofendan, pero... es lo más estúpido que puede hacer una persona de bajos recursos. ¿Y sabes por qué? Porque es como si te convirtieras en un balón de boliche.

No podía negar que me gustaba estar con mi prima Melissa y que ella me incluyera genuinamente en sus planes; eso era muy especial para mí. Sin embargo, las personas con las que se codeaba eran muy negativas.

Aproveché para contarle a Melissa todo lo que había pasado y lo frustrada que estaba. Todo lo que había sucedido esa semana me parecía un mal presagio, como si la vida me estuviera demostrando que este no era mi lugar ni mi destino.

Es que no encajaba en esta sociedad de mierda. Maldije en mis adentros por no haberme inscrito en otra universidad donde me facilitaran otra beca. Me culpé miles de veces en aquel momento por ser pobre y soñar; en mis sueños, yo siempre me estaba graduando en la especialidad de Psiquiatría y quería ser la mejor.

¡Maldición! ¿Acaso los pobres no podíamos soñar? Era deprimente que los jóvenes del futuro se comportaran como animales. Eso solo me dejaba claro algo, y es que el dinero no da clase ni educación.

—Tenemos que vengarnos —propuso ella muy convencida— esas zorras se han puesto todas en tu contra.

Tragué saliva.

—Pensaba ignorar a mi compañera de cuarto —dije; quería desentenderme de este plan innecesario. Era de las personas que confiaban en el Karma; lo que sea que me hubieran hecho se les devolvería el doble.

—Rachel es la hermana de Ayla —me informó Melissa— nos conocemos desde pequeñas. Su padre tiene una empresa de cosméticos.

—¿Por qué eres amiga de ellas si no tienen nada que aportar?

Limpié mis lágrimas y recogí mi melena salvaje en una especie de moño redondo.

—No soy amiga de ellas —contestó— solo es un viernes social. Las personas de alta alcurnia jamás serán tus amigas. Aprende eso, Sarahí.

Negué sin poder entenderlo. ¿Cómo era posible hablar con alguien insolente y caprichoso y no terminar agotado en el intento de socializar?

—No puedo comprenderlo... Todo esto es nuevo para mí. En el pueblo... éramos distintos; si alguien no era de tu agrado, jamás te acercabas a hablarle.

Pero comprendí que ya no estábamos en el pueblo y todo lo que había dejado atrás para estudiar se había quedado impregnado en mi cabeza y era peligroso, porque estábamos en un mundo diferente, pero mi mente no había evolucionado.

—Vamos, Sarah, no es tan difícil de entender —habló— necesitas salir de tu caparazón. Por eso te llevé a esa fiesta, para que conozcas personas.

Negué con la cabeza, aturdida y nerviosa.

—Jamás voy a pertenecer ahí; ni siquiera tengo dinero para comprar un vestido —dije, recordando el comentario de Gothel—. ¿Y aún así quieres que coquetee con los dos hermanos? ¿Por quién me tomas, prima?

Rodé los ojos.

—He venido aquí a estudiar, no a pretender ser una casquivana. La única que saldrá humillada soy yo, y no quiero eso.

—Vamos, prima, no te limites y deja tu complejo de monje. Los consejos que te da mi tía no sirven en esta sociedad podrida. Aquí todos se comen al más débil. Si decidiste entrar en esta universidad, tendrás que aprender a manejar este tipo de gente.

Quise esconder mi cara en la almohada y gritar contra ella.

—Sé que mamá me dio estos consejos para mi propio bienestar; no puedo ir por la vida arruinando a las personas que no tienen nada que ver con esto, solo porque sus familiares me hicieron daño. Ellos no tienen la culpa de tener una hermana tan entrometida y malvada.

Los Deseos Pecaminosos De Una Mojigata +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora