El jefe de Grecia hacía sentir su autoridad. Una de las tardes llamó a Andrés a su oficina.
—Tú estás consciente de que tu jefe soy yo, ¿no?
—Uno de mis jefes... sí —aceptó Andrés.
—No, yo soy el jefe aquí, el único jefe. Quien manda soy yo —aseguró Martín.
—Bueno, hasta en la mafia hay una jerarquía, ¿no? O sea, para alguien de rango medio, como yo, puede haber más de un jefe, ¿cierto? —preguntó Andrés.
—Aquí hay una jerarquía... sólo quiero que tengas claro que yo estoy arriba, en la punta. Yo lo controlo todo, nada está por encima de mí y de mi lado puedes conseguirlo todo, en mi contra no consigues nada.
—Creo que la aclaratoria sobre su posición en el restaurante está demás, usted es el dueño y todos lo tenemos muy claro —aseguró Andrés.
—Entonces, ¿por qué razón siguen escuchando más a Grecia?
—Ella es la jefa de cocina —alegó Andrés.
—Pero yo soy el jefe de ella.
—Sí, pero ella es nuestro jefe inmediato y es quien tiene potestad en la cocina.
—O sea, según tú, yo no tengo potestad en la cocina ¿es eso?
—No, señor Vázquez, no es lo que estoy diciendo, sólo digo que ella tiene el conocimiento y el título. Por mucho que nosotros quisiéramos seguir instrucciones suyas; su conocimiento en cocina es más bajo que el del plongeur.
»Y usted, con todo respeto, sólo critica todo y manda a repetir platos, no contribuye, no explica por qué hay que rehacer el plato, cuál es el defecto, ni como corregirlo. Usted basa sus decisiones en gustos personales y nada más, usted...
—No estoy de acuerdo con lo que dices, no creo que sea verdad.
—Bueno, yo le estoy hablando de mi verdad y la verdad de la brigada de cocina. Usted me preguntó por qué seguíamos escuchando más a Grecia y yo se lo estoy explicando, si quiere terminar de oír las razones, con gusto se las digo.
—Igual no estoy de acuerdo, pero habla, no quiero que digas que no te escuché.
—Grecia se ha ganado el respeto del equipo, no por su fama, sino por la forma en que trabaja; ella estipula reglas y condiciones y las hace cumplir, da órdenes basadas en su conocimiento y experiencia y no en sus gustos personales, y, aun así, escucha las sugerencias de su equipo. Ella no se impone en todo, ni de forma irrefutable. Ella escucha. Ella respeta al equipo y por eso nosotros la respetamos a ella y creemos en ella.
»En el momento en que alguien entra a una cocina y tira un plato al suelo, sin importarle el trabajo ni el tiempo dedicado a ese plato, sin importar la coordinación que se necesitó, sin importar los retrasos que pueda traer para los demás pedidos, pues es difícil que alguien lo respete a esa persona, más aún, si la excusa que da es: «no me gusta».
—Eso no fue así...
—Así se percibió, señor Vázquez. Yo no sé si usted tiene un paladar exquisito, y por ese motivo le preocupa que el plato no tenga el sabor que usted quiere que tenga y eso le hace considerar que la excusa: «no me gusta», es suficiente, sin una explicación mayor, aun estando en el medio de una cocina, con una brigada que necesita detalles para poder corregir errores.
Tal vez hay otras razones. Si usted me acepta un consejo: piense primero en las opiniones que su actitud puede generar en el personal, respete el esfuerzo y el trabajo de la brigada y ellos serán tan respetuosos y leales como lo son con Grecia.
ESTÁS LEYENDO
Quédate con ella
RomantikGrecia es una chef con una vida satisfactoria: estabilidad económica, un trabajo que le gusta, una novia que adora y planes a futuro con ella. Un día todo cambia para siempre, pierde lo que más quería y siente que su vida empieza a caerse a pedazos...