Capítulo 95: no estás sola

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       Luego de almorzar chupe de pollo, Grecia y Lourdes se sentaron a contemplar el jardín.

       —Tienes talento, está quedando todo muy bien... a Victoria le hubiese gustado —aseguró Grecia.

       —¿Quieres hablar de Victoria? —preguntó Lourdes.

       —Lu, yo la amé mucho, como a nadie —confesó Grecia y a Lourdes le dolió, pero no dijo ni hizo nada, sólo continuó escuchando—. Y... debería ser reconfortante saber que ella me quiso tanto como yo la quise, pero no, en su lugar: es triste. Tuve esa historia de amor con la que cualquiera sueña, y la perdí, de pronto, y no sé si el que ella decidiera no decirme que tenía información privilegiada fue algo bueno o malo, puedo entender los posibles motivos, pero también me pregunto: ¿qué hubiese pasado si ese día le hubiese impedido salir de la casa?, ¿iba a ocurrir igual? —preguntó y miró a Lourdes, esta última se encogió de hombros en señal de ignorancia.

       —Yo creo que, si eso fue un designio divino, iba a ocurrir de cualquier forma. Si uno no tiene control sobre algo... —respiró profundo—. No creo que puedas burlar al destino o saltarte el propósito de un ser superior... no sé, todo es muy místico.

       —Sí... todo es muy místico —repitió—. Es como el asunto del tipo que vio Lobo abajo, frente al edificio. Creo que me voy a volver loca, porque ahora siento que me persiguen —comentó Grecia.

       —Hubo una época, no hace tanto, en la que yo juraba que alguien me estaba siguiendo, me parecía escuchar pasos y cosas así, pero nunca logré ver a nadie... supongo que era mi imaginación.

       —Sí, pero no creo que Lobo, Rafael y tú hayan imaginado lo mismo —reflexionó—. Había alguien ahí, las preguntas serían: «¿quién?» y, «¿por qué?».

       —Estoy de acuerdo contigo, hay que saber leer las señales, sólo que... me recordó mucho a aquel momento, me sentía igual.

       —¿Cómo estás tú? —preguntó Grecia.

       —Me golpeé con una baranda... pero estoy bien —respondió Lourdes, con un puchero que se convirtió en sonrisa en milisegundos.

       Grecia sonrió.

       —¿Y antes de eso?

       —Estoy bien... he trabajado mucho... te he extrañado mucho —admitió y Grecia sólo la miró—. Y mi papá me invitó a comer con él, mañana en la noche. Eso fue curioso.

       —Yo creo que tu papá tiene intenciones, sinceras, de arreglar su relación contigo.

       —Dijo que mi mamá no va a estar, así que supongo, no va a haber tanto drama —especuló Lourdes.

       —Mi sugerencia es que no vayas predispuesta, escucha lo que te quiere decir primero.

       —Siempre los escucho primero... ellos no me oyen a mí —se quejó Lourdes.

       —Si siempre los escuchas primero, debes estar acostumbrada. Por ende, no va a ser problema para ti hacerlo una vez más.

       —¿No oíste la parte donde te dije que ellos no me escuchan a mí?

       —Sí la oí, pero él ya dio el primer paso, te toca a ti dar el siguiente.

       —¿Y si no llega a nada? —preguntó Lourdes.

       —No será por culpa tuya.

       —Será una pérdida de tiempo.

       —No es una pérdida de tiempo. Hay que intentarlo, aunque no llegue a nada... es muy triste tener a los padres vivos y vivir como si estuviesen muertos —opinó Grecia.

Quédate con ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora