Capítulo 102: Elena

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       —Fue un piquito mínimo. Si para ti eso es un beso, te tienes merecido que te dejen.

       —No te pases de la raya, que bastante bien me he comportado, dadas las circunstancias.

       —Ilan... siempre sacas conclusiones apresuradas, ¿sabías que Lobo tiene un interés amoroso? —preguntó Lourdes.

       —¿Qué tiene que ver?

       —Es una niña, pero tú dejaste que unas pocas pistas te llevaran a concluir que era gay, porque prefieres hacerte una película en tu cabeza, antes que preguntar —aseguró Lourdes.

       Que Lourdes mencionara los miedos que Ilan tenía con su hijo le pareció un golpe bajo y se sintió herido.

       —Ahora resulta que: tú eres la que pasa la raya con mi mujer y, ¿yo soy quien debe disculparse por pensar mal?

       —Deberías preguntar antes, tú sabes que yo no te haría daño a ti. Verónica y yo siempre nos hemos jugado así. —dijo, pero no quería hablar más del tema, así que lo cambió—. En fin, a Grecia no va a pasarle nada, su abogado está al tanto de la situación y va a hacer lo que sea pertinente, dile a Rafael que deje de ser tan chismoso.

       Grecia estaba sentada en una tumbona, con Rafael junto a ella.

       —Deberías dejar de mirarla así, la gente se está dando cuenta, y hay niños —le recomendó él a ella.

       —Tú decidiste ponerla desnuda, frente a mí.

       —No está desnuda... tal vez en tu cabeza sí —dijo él y sonrió.

       —Muy gracioso, está casi desnuda, por culpa tuya —recriminó ella.

       —Si tantas ganas le tienes, que no puedes controlar la forma en que la miras, ¿por qué no terminas de dar el paso?

       —No quiero hacerle daño —explicó Grecia.

       —¿Qué es lo peor que puede pasar? Ella es un adulto, si accede, no le estarías haciendo daño.

       —Ella, desde luego, va a decir que sí, pero va a decir que sí a todo, no sólo a la cama y yo no sé si puedo darle todo, ni siquiera sé si puedo darle la cama.

       —Pero es que a ti te gusta, es evidente. Y yo diría que no sólo te gusta para un revolcón de una noche, entonces... no entiendo qué te detiene —confesó él.

       —Victoria. Acaba de cumplirse un año, yo no debería ni siquiera estar pensando en otra persona —aseguró ella.

       —¿Ah sí? Y... ¿adónde está escrito eso?, ¿a los cuántos años tienes permiso de retomar tu vida? —Preguntó Rafael, el argumento de Grecia le pareció absurdo.

       —Me siento culpable, ¿qué quieres que haga?, además, tampoco es que yo sienta que olvidé a Victoria, muchas cosas de mi vida diaria me la recuerdan y todavía me imagino teniendo sexo con ella, sólo que... Lu interfiere, a veces. Ya no sé ni qué quiero, siento que le soy infiel a Victoria con Lu y a Lu con Victoria y yo no soy una persona infiel, nunca lo he sido, no sirvo para eso.

       —Pero Victoria te dejó una carta donde, en líneas generales, te dice que seas libre y feliz.

       —Sí, pero no es como pasar un interruptor de luz.

       —Yo sé que no, pero ya ha pasado un año.

       —Y un año es poco tiempo —aseguró ella.

Quédate con ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora