Tras la discusión con Martín, recibió un mensaje en su teléfono: «¿crees que nos podamos ver?». Era Lourdes, pidiéndole que almorzaran juntas.
—Hola —saludó Lourdes, desde el asiento de madera, de una mesa, en un restaurante pequeño, cercano a su casa.
—Hola —contestó Grecia.
Desde el principio, Lourdes sabía que algo estaba mal.
—¿Qué tienes? —preguntó Lu.
—Creo que estoy asustada —aseguró, sentándose—, no estoy del todo segura, porque también estoy molesta y frustrada, pero... sí... creo que, en principio, estoy asustada.
—¿Por qué? —preguntó la rubia, preocupada.
—Cuando Javier me habló de Martín, me dijo que el hombre era un demente, a mí hasta cierto punto me parecía un poco exagerado, porque ya lo había conocido y tenía un aspecto muy normal. Luego me contó lo del acoso y entonces empecé a ver al hombre como alguien de cuidado, había que tener precaución, nada más. Mi objetivo era cumplir con mi contrato y olvidar su existencia —explicó Grecia.
—¿Pero?
—Pero, es verdad, el hombre está demente, o sea, «demente» con todas sus letras, ese ser tiene problemas psiquiátricos graves y no me refiero al enfermo de hospital, perturbado, que te sonríe, de vez en cuando, un poco salido de contexto. Este hombre está mal y el hecho de que esté ubicado en tiempo y espacio lo hace más temible aún. Yo no creo que Victoria sea la culpable —aclaró—, pero él sí y su deseo de venganza parece ser muy legítimo y... —resopló sonriendo incrédula—, yo soy su blanco.
Lourdes la miraba con el ceño fruncido.
—¿Qué te hizo?
—Nada, en realidad, no me hizo nada... sólo me amenazó, pero... no sé, toda su actitud me dio muy mala espina.
Lourdes continuó en silencio, quería escuchar todo primero.
—Él es como impulsivo y explosivo, grita con frecuencia y se pone intenso cuando las cosas no salen como quiere, hace berrinches de niño, eso es lo normal en él —explicó Grecia—. Hoy fue muy diferente. Sí gritó, en un momento determinado, pero su actitud era tan rara, con decirte que agarró un cuchillo y lo clavó en un filete de solomillo que yo tenía en el mesón —comentó, tenía una mezcla de emociones entre el miedo y una risa nerviosa.
Lourdes frunció el ceño, al ver la sonrisa en medio de un semblante de incredulidad.
—Todo fue tan tétrico, que, cuando gritó, sentí una especie de alivio; porque estaba volviendo a la normalidad.
—Y... ¿qué lo detonó?
—Creo que no se esperaba que yo supiese su historia con Victoria, lo que me parece absurdo, porque si amenazas a alguien, lo mínimo que hace esa persona es averiguar quién eres, en especial, si no entiende la razón de la amenaza.
—¿Con qué te amenazó?, ¿qué te dijo? —preguntó Lourdes. Buscó información, antes de alarmarse en exceso.
—Bueno, su promesa fue no hacerme daño... físico —recordó Grecia, en voz alta.
Lourdes estaba preocupada y su rostro lo reflejaba.
—Habla con Javier, tal vez lo puedas acusar de acoso y el contrato quede anulado.
—No quiero darle el gusto —aseguró Grecia, tomando un sorbo de vino.
—Bueno, perdón que discrepe contigo en un asunto que te compete sólo a ti, pero yo no quiero que te haga nada.
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Quédate con ella
RomanceGrecia es una chef con una vida satisfactoria: estabilidad económica, un trabajo que le gusta, una novia que adora y planes a futuro con ella. Un día todo cambia para siempre, pierde lo que más quería y siente que su vida empieza a caerse a pedazos...