Capítulo 81: celos

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       —Verónica... —dijo Lourdes, como advertencia del territorio movedizo en el que se movían.

       —Aunque quisieras, yo sería incapaz, Ilan está en la casa.

       —¿Te puedo preguntar algo? —consultó Lu.

       —Lo que quieras... puedes preguntar en la comodidad de mi sofá también.

       —¿Le has sido infiel a Ilan? Yo sé que hay cierto conflicto de intereses, pero prometo investirme del papel de tu amiga y nada más.

       —La única persona con quien podría serle infiel a Ilan, eres tú, y como eso no ha sucedido...

       —Razones para no exponernos a tentaciones —caviló Lu.

       Verónica sonrió.

       —Yo no creo ser capaz de serle infiel, lo adoro... pero tú y yo... no sé, tenemos algo especial, ¿no estás de acuerdo? —cuestionó Verónica, con picardía.

       —Una hermosa amistad —aseguró Lourdes, con tono jocoso—, y para que siga siendo eso y yo no termine mi vida lanzándome de un puente, por haberle hecho daño a mi hermano y a mis sobrinos, mejor me voy.

       —Te quedas aquí con frecuencia, ¿qué diferencia habría hoy? —preguntó Verónica, pero Lourdes no contestó, así que desistió—. La noche de hoy fue muy especial, muchas gracias, Lu.

       —Fue un placer.

***

       Grecia estaba en su casa. Había sido una noche excelente; su nuevo trabajo prometía paz y tranquilidad, y, dados sus antecedentes laborales, debía sentirse satisfecha, pero no era así; no se sacaba de la cabeza a Lourdes disfrutando una velada con la hermosa Verónica y compartiendo el Baked Alaska, que exquisitamente había creado ella.

       —Hola, hermosa mujer de mi vida —la saludó Rafael.

       —Hola, único hombre de mi vida —contestó Grecia, con una sonrisa triste.

       —¿Qué pasó? Por lo general las mujeres me reciben con una sonrisa radiante y en tu caso no tengo competencia, deberías lanzarte a mis brazos, llena de felicidad —explicó él.

       Ella sonrió con ternura.

       —Sabes que, mientras bebías con tus compañeros, en ausencia de Marieta...

       —Tengo talento para el pool... —interrumpió él.

       —No lo dudo. El asunto es que, mientras disfrutabas de tus cualidades, mucha gente disfrutó de mi comida en la inauguración del hotel.

       —Que rico...

       —Sí —coincidió ella, sonriendo.

       —Y... ¿no les gustó lo suficiente?, ¿por qué la cara larga?

       —Sí les gustó. Les fascinó —garantizó Grecia.

       —¿Marieta estaba? —preguntó él.

       —¿La estás vigilando?

       —Para nada —aseguró él, pero no sonó sincero, aun así, Grecia no quiso preguntar más—. ¿Le gustó tu comida?

       —Sí, me dijo que estaba deliciosa, no es muy entusiasta al respecto, está acostumbrada —explicó Grecia.

       —No veo el problema —declaró confundido.

       —Lourdes estaba ahí...

       —Eso era de esperarse, ¿no?, ¿no fue ella quien hizo el diseño de interiores del sitio?

       —En efecto. Su presencia no era el problema, la cosa es que... fue con su cuñada.

       —Una mujer despampanante, si me preguntas. —La mirada de Rafael se iluminaba cada vez que la escuchaba nombrar, conocerla en persona y tratar con Ilan no disminuyó el aura de fascinación que envolvía su mente cuando pensaba en ella.

       A Grecia le hacía mucha gracia que él tuviese esas reacciones, en especial porque ya la había conocido; no había misterio.

       —Sí —afirmó Grecia.

       —¿Cómo estaba vestida?

       —¿Qué importa?

       —¡Por favor! —suplicó él.

       —Estaba hermosa, un vestido blanco espectacular, que mostraba a la perfección sus atributos, sin ser vulgar.

       —Debí ir contigo —lamentó Rafael.

       —Preferiste el pool.

       —Tú ibas a estar trabajando y yo iba a estar solito.

       —Dudo que hubieses estado solito por mucho tiempo... ¿no se supone que estás en esa cosa rara con Marieta? —preguntó, pero desistió de esperar una respuesta—. En fin —retomó Grecia—, Verónica estaba de cumpleaños, presumo que por eso fue la invitada de Lourdes.

       —¿Y?

       —Y... parecían pareja.

       —¿Y?

       —No sé.

       —¿Te afecta?, ¿te molesta? A fin de cuentas, es su cuñada y tú sabes que no tienen nada. Yo sí creo que Verónica le tiene ganas a la robot, y que le coquetea con descaro. Y, estando en su casa, de a ratos me pareció que, si se daba la ocasión, podía pasar algo más, pero la mayor parte del tiempo sentí que era un juego, al menos lo es para Lourdes, un juego que Ilan atestigua y al que no le da importancia. Él es un tipo bien, es agradable, y creo que, a su estilo y manera, su esposa lo quiere—opinó Rafael.

       —Sí... me preocupa que, a pesar de que racionalmente sé que sólo son amigas, emocionalmente es como tener una espinita atragantada.

       —¿Vas a admitir que te gusta?, ¿o vas aseguir en plan «megusta sentirme propietaria de ella»?

Quédate con ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora