Capítulo 6: olores

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Transcurría abril, ya iban a mediados. Alrededor de esa fecha había una especie de explosión de exposiciones en la ciudad: cada centro comercial abría una exposición de muebles o exposiciones de cerámicas y accesorios para baños y cocinas.

Victoria había ido un par de veces al nuevo apartamento de Marieta, para tratar asuntos laborales, pero también con la esperanza de encontrar a Lu ahí. Nunca coincidieron, sin embargo, las visitas le habían permitido ver que todo lo que era remodelación estaba listo, sólo quedaba la decoración, así que, entre todas las exposiciones, escogió la más selecta de muebles, sabía que uno de esos días iba a encontrarse a Lu y así fue, en cuanto se vieron, sonrieron e iniciaron una conversación.

—El apartamento de Marieta está muy lindo, felicitaciones —dijo Victoria.

—Gracias —contestó la diseñadora, sonriendo—. No quiero ser entrometida, pero... ¿qué te trajo aquí?, ¿estás haciendo cambios en tu casa?

—Estoy haciendo un trabajo de investigación —confesó Victoria y Lu frunció el ceño en señal de incomprensión.

—Grecia, mi pareja: odia el lila, así que tengo que meterlo en la casa de forma dosificada, un par de cojines o un florero —explicó Victoria y Lu sonrió.

—Sí..., no es por ser pesimista, pero una vez tuve una pareja que odiaba los colores que yo amo, al final llegamos a la conclusión de que era una especie de señal... y nos separamos.

—Lo siento —lamentó Victoria, empática.

—No hace falta, no tenía futuro. La verdad, sí es difícil imaginar a alguien que usa trajes de sastre, con colores neutros y sobrios, buscando un accesorio lila para el hogar —comentó Lu.

—No queda de otra... Grecia no lo va a hacer y el color me gusta, aunque no lo use en la ropa —aseguró Victoria y Lu sonrió de nuevo, mientras retiraba un mechón de su cabello; dejando expuesta su oreja no horadada, el detalle no pasó desapercibido para Victoria—. ¿Estás muy atareada? —preguntó y Lu negó con la cabeza—, ¿podrías ayudarme a buscar el detalle? En serio quiero algo de ese color en mi casa, cuando era joven... —Lu sonrió, irónica, ante el comentario.

—Cuando eras joven... entiéndase... ¿ayer?

Victoria sonrió, no podía evitarlo la muchacha le caía bien.

—Cuando era adolescente y no tenía casa propia, vi un sofá lila semicircular, con los extremos curvos, ¿te lo imaginas? —preguntó y vio a Lourdes asentir—, a partir de ese momento cada vez que imaginaba mi casa la imaginaba con ese sofá, pero si compro un sofá así, tal vez se quede él... y yo me vaya, porque me hayan corrido —comentó y vio como Lu sonrió—, por eso, tengo que buscar algo que sea lindo y sutil, no muy extravagante, pero lila, también es mi casa... ah y que no esté en la cocina.

—Es chef, ¿no? —adivinó Lu.

—¿Cómo sabes?

—Son las únicas personas que conozco que tienen un apego enfermizo a su cocina y los artilugios que se encuentran en ella. Tuve un amigo chef, en un momento determinado se me ocurrió la brillante idea de cambiar los cuchillos de lugar... no me ha vuelto a llamar desde entonces, ¿tendrá algo que ver? —Victoria sonrió y continuaron con cuentos similares hasta encontrar un juego de velas color lila que emitían un espectacular aroma a lavanda.

—Esto es perfecto; por el olor, eso evitará que se queje. Ella tiene un tema con los olores.

—Un tema del tipo; cada olor es un viaje, el traslado hacia algún recuerdo, o un álbum imborrable que se puede evocar en cualquier momento mientras esté presente ese aroma, que se relaciona, de forma directa, con otras percepciones y otros procesos mentales, pero siempre manteniendo cierto grado de superioridad, ¿algo así? —preguntó Lu.

Quédate con ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora