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El avión aterrizó suavemente en el Aeropuerto Internacional de Incheon, rompiendo el silencio que llenaba mi mente durante las últimas horas

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El avión aterrizó suavemente en el Aeropuerto Internacional de Incheon, rompiendo el silencio que llenaba mi mente durante las últimas horas. Mientras miraba por la ventanilla, vi cómo el cielo gris de Seúl se desplegaba ante mí. No era la primera vez que visitaba Corea, pero esta vez se sentía diferente. Esta vez, era definitivo. El regreso a un lugar que alguna vez fue hogar, pero que ahora me parecía tan extraño como una tierra desconocida.

Con un suspiro, recogí mi equipaje de mano y seguí a la multitud hacia la salida. El aeropuerto estaba lleno de gente, cada uno inmerso en sus propios mundos, ajenos a la montaña rusa de emociones que se agitaba dentro de mí. Había pasado los últimos años en Tailandia, educada en casa por tutores privados, aislada de las trivialidades de la vida escolar. Mis días estaban llenos de libros y estudios, no de risas compartidas o dramas adolescentes. Corea era un territorio inexplorado en ese sentido, y lo que me esperaba en la escuela me hacía sentir nerviosa y emocionada al mismo tiempo.

Cuando llegué a la zona de llegadas, la vi. Mi madre, en su elegante chaqueta gris, esperaba con una sonrisa serena pero cálida, tal como la recordaba. Su presencia siempre había sido un ancla en mi vida, alguien en quien podía confiar sin importar la distancia que nos separara.

—¡Finalmente llegaste! —exclamó, abriéndome los brazos.

Sonreí, dejando que su abrazo me envolviera. Aunque habían pasado meses desde la última vez que la vi, se sentía como si no hubiéramos estado separadas tanto tiempo.

—Sí, aquí estoy —murmuré, sintiendo un nudo de emociones en la garganta. No sabía si estaba nerviosa por el reencuentro o por lo que estaba por venir.

Nos dirigimos al coche, donde ella había preparado mi regreso con detalles que solo una madre sabe cuidar: un pequeño bocadillo coreano que me encantaba, una manta para el frío, y música tranquila en la radio.

—¿Lista para empezar una nueva etapa? —preguntó mientras el coche se deslizaba por las calles iluminadas de Seúl.

Mi estómago dio un vuelco. ¿Estaba lista? Esa era una buena pregunta.

—Supongo que sí. Va a ser... interesante, al menos.

Mi madre soltó una risa ligera, como si mi respuesta fuera exactamente lo que esperaba. "Interesante" era una forma segura de describir lo que me esperaba. Ir a una escuela por primera vez en mi vida, rodeada de chicos y chicas que ya tenían sus propios grupos, sus propias historias. Era como saltar a un río desconocido sin saber nadar del todo bien.

—No te preocupes tanto —dijo, como si pudiera leer mi mente—. Daewon es una escuela de prestigio, pero también tiene gente maravillosa. No tardarás en adaptarte. Solo recuerda... ser tú misma.

Asentí, aunque no estaba completamente segura de qué significaba eso en este nuevo contexto. Corea no era Tailandia. Aquí, la sociedad tenía sus propias reglas no escritas, y la escuela secundaria... bueno, según las historias que había escuchado, era un campo de batalla lleno de alianzas y traiciones.

Cuando llegamos al departamento, el cansancio del viaje me golpeó de golpe. Pero había algo más que me mantenía alerta. Mi maleta contenía no solo mi ropa y mis libros. Entre todo aquello, estaba el objeto que no podía dejar atrás, aunque una parte de mí sabía que traería problemas: el "Burn Book".

Era un regalo extraño, algo que mis amigas en Tailandia me dieron como broma antes de partir. Un cuaderno donde se podía escribir lo que sea sobre quien sea. Un libro donde los secretos y las críticas más mordaces podían quedar registrados. Había comenzado como un simple juego, pero algo en mí sabía que, en las manos equivocadas, podría convertirse en algo más... peligroso.

Mientras desempacaba mis cosas esa noche, lo sostuve en mis manos, contemplando si debería guardarlo o deshacerme de él. Sin embargo, algo me detuvo. No podía explicarlo, pero sentí que ese libro podría tener un papel que jugar en esta nueva vida.

Cerré la tapa del cuaderno y lo guardé en mi mochila. Mañana sería mi primer día en la escuela. Mi madre me había preparado para muchas cosas, pero algo me decía que ninguna preparación habría sido suficiente para lo que estaba por venir.

Con un último suspiro, apagué la luz y me dejé caer en la cama, dejando que los pensamientos se disolvieran en la oscuridad. Mañana, todo comenzaría.

Y aunque no lo sabía aún, mi llegada a Daewon High School marcaría el inicio de algo mucho más grande de lo que jamás podría haber imaginado.

Y aunque no lo sabía aún, mi llegada a Daewon High School marcaría el inicio de algo mucho más grande de lo que jamás podría haber imaginado

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𝐌𝐄𝐀𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋𝐒: 𝐒𝐞𝐨𝐮𝐥 || ENHYPENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora