No me he presentado en la cafetería para no toparme con Dylan nuevamente, con la famosa escusa de que me he enfermado. Desde aquel día no quiero volver a mirarlo, no quiero que vea el monstruo que soy.
Durante semanas, mi mente ha jugado conmigo, no deja de mostrarme el rostro de sorpresa y confusión de Dylan. Odio tener que ser una anomalía y tener que fingir ser normal cuando claramente no lo soy.
Justo ahora me encuentro en el otro lado del parque, pues verdaderamente no quiero encontrarme con Dylan, no después de que haya visto cómo soy realmente.
Como ya había comentado, veía a Dylan de vez en cuando caminando por los robles y cerezos y nunca llegue a verlo en otro lado, así que estoy segura de que aquí no vendrá. De este lado del parque estoy segura de que no nos encontraremos.
Al parecer, este es el lado favorito de las personas, pues la gran presencia de niños y adultos no se compara con la zona en la que solía estar. Mientras camino, veo a un niño solo y lejos de los demás niños. Mi curiosidad me impulsa a acercarme.
-Hola -digo saludando tímidamente al pelirrojo.
-Hola -responde con un desánimo evidente.
-¿Por qué no juegas con los demás niños? ¿Y tus papás? -pregunto, observando a mi alrededor.
-Porque son unos payasos. Dicen que las hadas no existen. Y mis papás están en casa. Salgo con los demás niños a jugar, pero no quieren jugar conmigo a ser hadas.
-¿A ser hadas? -pregunto, mientras una idea comienza a formarse en mi mente. Tal vez mis anomalías no son tan malas. Me encanta ver los ojos brillar de inocencia y felicidad en un niño, y si mis anomalías ayudan a cumplir mi objetivo, tal vez no desee deshacerme de ellas del todo.
-Sí. Jugar a ser hadas, volar por los aires y hablar con las plantas -toma una pausa-. ¿A ti te gustaría jugar a ser un hada? -pregunta ilusionado.
Miro a mi alrededor, confirmando que todos están metidos en sus mundos. Si uso mis anomalías para sorprender a este pequeño pelirrojo, tal vez nadie lo note.
-¿Y qué pasa si te digo que las hadas sí existen? -cuestiono, formando una sonrisa en mi rostro.
-¿Las has visto? -pregunta, abriendo los ojos en un gesto de sorpresa.
-Mejor que eso. Una de ellas me ha enseñado a hablar con la naturaleza -digo en voz baja.
-¿En serio? ¿Cómo lo hacen? ¿Puedes enseñarme? -cuestiona con el mismo tono de voz.
-Ellas eligen a aquellos niños que son buenos y puros. Ellas son las que enseñan; yo no podría. Usan su corazón puro para comunicarse con la naturaleza. Yo solo le digo a niños como tú -toco su nariz- que no dejen de creer en la magia, porque sí existe.
Veo a mi alrededor y encuentro cerca de nosotros un pequeño charco de agua. Usando mis anomalías, separo la tierra del agua. Esta última la dirijo en forma de un pez payaso al pequeño pelirrojo. Y con esa poca de agua, logro darle un espectáculo formando diferentes animales marinos.
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Búsqueda
FantasyEsta es la historia de cómo una chica pasó de buscar respuestas a sus inquietantes dudas a ser la pieza faltante de un plan lleno de ambición y caos. Gela siempre ha tratado de ignorar su diferencia y vivir una vida como los demás, pero lo que ella...