8|•Entre dulce y peligro•

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Después del desayuno del día de hoy, el sonido del timbre nos da los buenos días

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Después del desayuno del día de hoy, el sonido del timbre nos da los buenos días. Sin otra opción, me dirijo a la puerta de madera mientras mamá recoge los platos. Al abrir la puerta, lo primero que veo es a Dylan en el umbral.


Su figura imponente está realzada por unas botas negras tipo militar que contrastan con el suelo oscuro del porche. Los pantalones de mezclilla negros y su camiseta ligeramente holgada dejan entrever su silueta sin ajustarse demasiado. La chaqueta de cuero negra que lleva le da un aire de rebelde sofisticación, combinando estilo con una actitud segura. Me toma un segundo darme cuenta de que sigo ahí, observándolo sin poder decir nada.


Me doy cuenta de cómo debo verme: en pijama de cuadros negros y rojos, con el cabello revuelto y una expresión de sorpresa que no puedo disimular. No puedo evitar sentir cómo el rostro se me enciende de incomodidad, intentando en vano aparentar naturalidad frente a él. Mi atuendo parece más ridículo con cada segundo que pasa en comparación con la presencia segura de Dylan, que sonríe con esa familiaridad que siempre me desconcierta.



-Hola, Gela-dice con una sonrisa relajada, y sus ojos tienen un brillo cálido que casi me hace olvidar que sigo en pijama.

-Hola, Dylan-respondo con una sonrisa algo nerviosa, tratando de mantener la compostura. Me muerdo el labio sin darme cuenta, deseando que mis pantalones de cuadros se convirtieran en algo un poco menos... de domingo en casa.



La situación es tan surrealista que casi no sé si reírme o esconderme. Trato de actuar con naturalidad, como si todo estuviera perfectamente bien. Su presencia en la puerta, con ese aire confiado y casual, contrasta de manera aguda con mi estado actual, y no puedo evitar sentir una mezcla de nervios y admiración.



-Supongo que todavía no estás lista-dice con un tono burlón, arqueando una ceja y logrando que me sonroje aún más. -No sabía que sí ibas a cumplir tu promesa-respondo cruzando los brazos y esforzándome por mantener una actitud desafiante.



-Bueno, me gusta demostrarles a las personas lo equivocados que están-replica con una sonrisa segura, y sus ojos reflejan un desafío tranquilo, casi calculado.



-Ahorita bajo, déjame alistarme un poco-digo, moviendo las manos alrededor de mi cabeza para señalar mi cabello revuelto.



-Te espero-dice, inclinándose ligeramente hacia mí y extendiendo la mano para cerrar la puerta. Lo hace con una suavidad que me sorprende, como si quisiera asegurar que el gesto sea tan considerado.



Observo cómo su confianza y actitud relajada han hecho que mi incomodidad inicial se transforme en una mezcla de admiración y determinación. Rápidamente me cambio a algo cómodo, preparándome para salir y enfrentar la situación con una nueva actitud, aunque todavía siento el eco de su sonrisa segura.

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⏰ Última actualización: Nov 04 ⏰

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