Capítulo VII: Ausencia

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La gondolera tuvo que ausentarse del trabajo durante algunos días, alegando enfermedad. Angelo la ayudó con la mentira, asegurando que su amiga realmente no se veía bien de salud en esos días, y que en tanto él la supliría y haría el trabajo de ambos. Su jefe no estuvo muy contento, pero lo consintió a final de cuentas.

     Tuvo bastantes días para procesarlo todo. A pesar de todo, Willow todavía quiso hacer un último intento por engañarse, buscando alguna última cosa a la que aferrarse para no sentir que había quedado como estúpida, pero ya no tenía remedio. No tuvo de otra que aceptarlo.

     En un principio experimentó una profunda tristeza, luego una incontrolable rabia. En un arrebato, destrozó y tiró todo lo que tenía de Mortis: fotos, cartas consagradas a él que nunca le entregó, arreglos, etc. Tenía incluso un pequeño lugar en el lado izquierdo de su habitación, encima de un tocador, que había convertido en un santuario, una especie de altar donde tenía todas esas cosas. Todo lo destruyó con lágrimas de ira en los ojos.

     Su habitación quedó hecha un desastre, pero de eso se preocupó después. Luego de aquel episodio de crisis, se echó en la cama a llorar. No, no lloraba porque tuviera el corazón roto: lloraba por que sentía su orgullo herido.

     Su corazón no podía estar roto. ¿Cómo romper las ilusiones amorosas de alguien que nunca las tuvo en primer lugar?

     Willow confundía amor con obsesión, porque nunca había experimentado qué era el amor, y solo supuso que lo que sentía por Mortis lo era.

     Y era algo tan triste, porque no podía darse cuenta de lo superficial que era lo que sentía por Mortis.

     Obsesión. Una obsesión que escaló y llegó demasiado lejos. Y aun así Willow sufría un dolor parecido a una decepción amorosa, solo que el objeto de dolor no era el sepulturero en sí sino su orgullo.

     No tuvo la noción de cuántos días estuvo encerrada en su casa. Angelo insistió en visitarla al principio, pero Willow le expresó que lo que necesitaba era algo de espacio y tiempo de sola, y su amigo respetó eso. Por supuesto, no podía darse el lujo de hundirse en la miseria durante mucho tiempo: tuvo que volver a trabajar una semana después.

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     “¿Dónde se habrá metido?”¹ pensaba la acróbata. Ya llevaba días sin recibir sus tan preciadas visitas y comenzaba a extrañarla. Después de todo, ¿qué sería más importante que visitarla a ella?

     Y claro, recordó que le daba cartas a Mortis. Supuso que estaría intentando algo así de nuevo. Habría que decir que la fastidiaba. Monsieur Mortis le estaba robando la atención de su petite gondoliere, después de todo.

     Pero con el pasar de los días, fue inevitablemente cayendo en la preocupación. Una semana, dos... Si es que estaba preparando algo para Mortis, ya se había tardado mucho.

     Charlotte también tenía algo de orgullosa, y pensó con detenimiento antes de ir a buscarla a su atracción. Por una parte, quien la buscaba era Willow a ella, no al revés (por algo es que se jactaba tanto de sus atenciones).

     Y, por otra parte, no podía negar las grandísimas ganas que tenía de verla.

     Bueno, ya se lo reprocharía luego.

     Aprovechó un descanso para ir, pensando que con suerte la encontraría. No obstante, se encontró con otra persona, de rasgos tan particulares como los de Willow.

     —Bonjour, mon cher —saludó rápidamente—, disculpa la intromisión, pero estoy buscando a Willow. ¿Estará por aquí? —preguntó, sin poder ocultar la leve preocupación en su voz.

Bad Romance (Charlie×Willow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora