Al día siguiente, Wei Ying se despierta como de costumbre. Es decir, entre las nueve y las diez de la mañana. Ha dormido como un tronco, y se estira en la cama gruñendo y haciendo traquetear todos sus huesos. Después se levanta, abre las cortinas para disfrutar de las vistas y del bonito día que hace, suspira profundamente, y se da la vuelta para ir a prepararse algo para desayunar.
Pero, un momento. Espera. ¿Por qué está el otro lado de la cama deshecho? ¿Y por qué se oyen ruidos fuera de la habitación?
Wei Ying se queda con cara de «error de Windows» unos segundos hasta que... «¡Es verdad! ¡Que Lan Zhan ha dormido aquí conmigo!» piensa, y las piernas le flaquean recordando los eventos de la noche anterior. «¿Qué hago, salgo así como si nada?», se pregunta, y luego se responde a sí mismo: «Pues claro que debería salir, ¿qué voy a hacer si no?».
Antes de salir de la habitación, Wei Ying se detiene frente al armario (las puertas tienen espejos en el exterior), se arregla un poco el pijama y el cabello para no parecer un oso que acaba de hibernar, y se dirige al salón. Allí se encuentra al motivo de tanto alboroto, ya duchado, vestido, y arreglado como si tuviera que irse a una sesión de fotos. Y, además, ha puesto una lavadora con el pijama y las toallas que Wei Ying le ha prestado, ha limpiado las sobras del día anterior, y ha preparado el desayuno.
—Buenos días —le dice a Wei Ying, saludándolo y dejando a un lado el libro que está leyendo—. Espero que no te importe, lo he sacado de la estantería.
—Claro que no... —dice Wei Ying, fijándose en que Lan Zhan ha elegido precisamente su libro favorito, y le pregunta—: ¿Has dormido bien? Mejor dicho... ¿te he dejado dormir bien?
De noche, Wei Ying suele moverse bastante, tirar de las sábanas, e incluso hablar en sueños. No es de extrañar entonces que, con todas esas manías típicas de alguien acostumbrado a dormir solo, le pregunte a Lan Zhan si ha podido descansar bien.
—Sí —responde Lan Zhan.
Esa afirmación no convence a Wei Ying del todo, pero prefiere no insistir (la ignorancia es la felicidad, dicen). En lugar de eso, vuelve a revisar con incredulidad todo lo que Lan Zhan ha hecho, y dice:
—Pero... esto... Lan Zhan, ¿a qué hora te has levantado? ¿Por qué no has esperado a que yo me despertara antes de hacer nada? ¡Eres mi invitado!
—A las cinco —dice Lan Zhan, respondiendo a la primera de las preguntas.
—¡¿A las cinco?!
—Mn.
—¡Pero si hoy es domingo! ¿También te levantas a esa hora los domingos? —exclama Wei Ying— Ni los gallos se despiertan a esa hora.
—Es mi rutina de todos los días, por eso me ha dado tiempo a hacer todo esto —explica Lan Zhan, como si fuera lo más normal del mundo.
—Ay, Lan Zhan, Lan Zhan... —se queja Wei Ying, negando con la cabeza, y vuelve a mirar el desayuno sobre la mesa— Espera, yo no tenía zumo de naranja, ¿es que también has salido a comprar?
Respuesta: sí. Lan Zhan tomó prestadas las llaves del apartamento para salir a comprar, y las dejó de nuevo en su sitio al volver. Fue muy cuidadoso, y evitó hacer ruidos que pudieran despertar a Wei Ying.
—Soy tu invitado, pero tú me has dejado dormir aquí —dice Lan Zhan.
—Tú y yo tenemos que hablar de esto, ¿me oyes? ¡No puedes ser tan servicial conmigo, o me voy a malacostumbrar!
Enfurruñado (y contento, muy contento), Wei Ying se lleva algo de ropa al cuarto de baño. Allí se ducha, se viste, y sale a desayunar con Lan Zhan. Todavía no se puede creer lo que está pasando, es como si todo lo ocurrido la noche anterior hubiera sido un sueño, pero no, ¡fue real!
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Thirst Trap: Erotifotos
FanfictionÉpoca moderna. Wei Ying y Lan Zhan llevan años gustándose en secreto, pero cuando se trata de amor... bueno, digamos que tienen la habilidad emocional de un ladrillo. En este aspecto, no son muy distintos de sus versiones de la China ancestral. No i...