Lan Zhan regresa pasadas las cinco de la tarde, y Wei Ying se sorprende al ver que ha decidido traer a los conejos a su apartamento. Lejos de molestarse, le dice a Lan Zhan que es lo mejor que ha podido hacer. Si va a quedarse a dormir los próximos días, es mejor que los conejos estén con él para no tener que ir a su casa a cuidarlos.
Lo primero que hacen es sacarlos de la jaula para que estiren un poco las patas, pero los conejos están un bastante alterados. Los han llevado a un sitio que no conocen, con alguien que tampoco conocen. Wei Ying aún no ha ido a casa de Lan Zhan, y solo los ha visto en las fotografías que usa de perfil en redes (o en una de las erotifotos que le envió).
—Creo que no les caigo bien... —se queja Wei Ying. Está sentado en el sofá mientras los conejos saltan nerviosos a su alrededor.
—No es eso, necesitan acostumbrarse —dice Lan Zhan, acercándose desde la cocina con un trozo de zanahoria. Al sentarse, los conejos se acurrucan en su regazo.
—¿Ves? Solo tienen ojos para su querido dueño.
—Prueba esto —le sugiere Lan Zhan, ofreciéndole un trozo de zanahoria.
Wei Ying acepta el ofrecimiento y espera. Poco después, uno de los conejos, el de color negro, se acerca para comerse el trozo de zanahoria que tiene en la mano.
—¡Mira, mira, Lan Zhan! —exclama con una gran sonrisa, y sin levantar la voz para no asustarlo. Lan Zhan asiente con satisfacción.
Cuando terminan de dar de comer a los conejos y de dejarlos corretear y saltar lo suficiente, los vuelven a meter en la jaula y los dejan en un lugar apropiado para que descansen. Wei Ying vuelve a sentarse en el sofá con Lan Zhan, y dice:
—Ahora que lo pienso, me resulta extraño no haber ido nunca a tu casa, ¿también te daba vergüenza invitarme?
—Sí —confiesa Lan Zhan.
—Oh... así que no solo me pasaba a mí... —dice Wei Ying, y pone su mano sobre la de Lan Zhan.
—Bueno, yo vine aquí varias veces —dice Lan Zhan, apretando suavemente la mano de Wei Ying y entrelazando sus dedos con los suyos.
—Pero nunca estuvimos solos, siempre había más gente. Y, ahora que lo pienso, me doy cuenta de que realmente los estuvimos sacando de quicio. Ya sabes, a Huaisang, a Wen Qing, a nuestros hermanos...
—Mi hermano también perdía la paciencia conmigo.
—¿Crees que, si Nie Huaisang no te hubiera escrito ese mensaje, habríamos llegado a estar juntos? —pregunta Wei Ying con cierta reticencia.
—Quiero pensar que sí —responde Lan Zhan, aunque no parece del todo convencido.
—¿Te imaginas que no? Habríamos vivido pensando el uno en el otro, creyendo que el otro no tenía pareja por elección, malinterpretándolo todo —dice Wei Ying. Ahora que están juntos, puede tomárselo con algo de humor, pero no puede evitar entristecerse al imaginar esa posibilidad.
—Yo llegué a pensar que tenías pareja en varias ocasiones.
—Lo siento, debió ser muy doloroso... nunca podré disculparme lo suficiente —dice Wei Ying, frunciendo los labios y bajando la mirada.
—No es necesario que lo hagas.
—¡Pero es verdad, Lan Zhan! Yo no tuve que sufrir por ti de esa manera. Quiero decir... sí, sufría por no saber qué sentías por mí, pero no te vi comportarte con nadie con la misma frivolidad con la que yo lo hacía. Solo pensaba que no te gustaba nadie.
—Me gustabas tú —dice Lan Zhan, y sus labios se curvan, tratando de esconder una sonrisa.
En respuesta, Wei Ying también sonríe y dice:
ESTÁS LEYENDO
Thirst Trap: Erotifotos
Hayran KurguÉpoca moderna. Wei Ying y Lan Zhan llevan años gustándose en secreto, pero cuando se trata de amor... bueno, digamos que tienen la habilidad emocional de un ladrillo. En este aspecto, no son muy distintos de sus versiones de la China ancestral. No i...