Lamb | Starrison.

０１. Cumpleaños

George estaba en el consultorio de su terapeuta, Sarah.

Jugando con su anillo de compromiso en la silla de espera.

La puerta de al lado se abrió.

—¿George Harrison?

Era la voz de Sarah.

George se coloco su anillo nuevamente y se levantó, dirigiéndose hacía la sala. Al entrar tomo asiento y Sarah tomo su libreta.

—¿Como has estado?

George la miro de arriba y abajo, suspiro y desvió la mirada.

Dudo un segundo, para luego mirarla de nuevo.

—Me acosté con la mujer de mi mejor amigo.

Esto tomo por sorpresa a Sarah y anoto algo en su libreta.

—Y hoy es el cumpleaños de el.

—Entiendo, ¿que le hizo hacer eso?

George recordo ese momento.

Tenía a Maureen abajo suyo, ambos sudando y la mujer con unas marcas de azotes en su trasero.

En un momento, la tomó del cabello haciendo que su espalda se arquee.
Para así morder su cuello.

Creo que se había excedido cuando la mujer se quejó de verdad.

Le estaba haciendo daño, pero el siguió hasta que la mujer le dio unos golpes suaves.

Le solto y vio la marca de sus dientes allí.

Maureen lagrimeo y miro a George, este beso y chupo la herida. Para luego susurrar un ligero 'Lo siento' y seguir con el acto.

—Creo que fue el alcohol y la marihuana.

—No podemos culpar siempre a esas adicciones, George.

—Entiendo, no se que me paso. No debí hacer eso.

—¿Y como vas con los cigarros?

—Trato de no fumar tanto, el doctor dijo que solo podía fumar una vez al día.

—¿Y como te hace sentir eso?

—Ansioso, muy ansioso. Hoy me fume dos cigarros antes de venir, no me siento orgulloso.

—¿Probaste algún método para dejar de fumar?

—No, solo he probado la comida como las papas fritas, para dejar de fumar por unos segundos.

—Tampoco queremos que exageres con eso, hazlo con cuidado.

—Eso trato, pero sabes siento que tengo un hambre muy grande. No es normal.

—¿Cuanto comes en el día?

—No desayuno, pero como el resto del día. Soy de complexión delgada por lo tanto no me preocupa mucho engordar.

—Ya veo, ¿le regalaras algo a Richard?

George asintió lentamente.

—Un libro, se que no es mucho—aclaro su garganta y metió sus manos en el bolsillo.

—No puede fumar aquí.

George la insulto en su mente y asintió.

—El libro podrá ser el peor regalo del mundo, pero a él le gusto la portada.

—¿Que era?

—Era de una oveja, no me explico de que trataba exactamente. Pero dijo que quería comprarlo.